
Cocina de resistencia. ¿Contra el confinamiento impuesto por el estado de alarma? Porque es ahí donde se gestó tu libro. El 21 de marzo de 2020, publicaste el primer plato con el hashtag #CocinaDeResistencia.
Lo que intenté fue ayudar a quien, como yo y todos los que estábamos en casa, teníamos que cocinar cada mañana, mediodía y noche. De ahí surgió todo.
Durante ese encierro obligado, la cocina se empoderó en todos los hogares españoles… para hacernos más felices. ¿Cocinar llegó a tener un poder terapéutico?
Soy incapaz de decir si fue terapéutico, pero, desde luego, cuando has de cocinar, puedes intentar pasar un buen rato durante la comida y la cena. Y dos momentos felices al día son muchos momentos felices.
Cuando has de cocinar, puedes intentar pasar un buen rato durante la comida y la cena. Y dos momentos felices al día son muchos momentos felices.
Los chefs abristeis vuestras casas a las redes sociales. ¿Ha marcado la pandemia un antes y un después en la forma de compartir la cocina?
Desde luego, sí que ha habido un momento en el que muchos compañeros nos hemos abierto a aportar algo que no es solamente el trabajo de creación o desarrollo del restaurante sino cómo cocinar en casa lo que todos comemos.

Nueva Zelanda
“Quiero regresar a Nueva Zelanda con mi mujer”
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El libro contiene más de 100 recetas en las que todo se aprovecha y nada se tira. ¿Es este un ejercicio de sostenibilidad aplicada a la cocina?
Ahora se le llama sostenibilidad, mi madre lo llamaba ‘no tiremos nada que hay mucha hambre en el mundo’ [risas].
La gastronomía es un viaje en sí mismo. ¿Cómo es el que tú propones con tu cocina?
En este caso, centrándome en el libro, el viaje es intentar salir del atolladero la forma más solvente. Es decir: abre la nevera, busca lo que tienes y hazlo de la manera más rica y apetecible que puedas. Sin más pretensiones.
Si tu cocina fuera una ciudad, país o continente, ¿cuál sería?
Sin duda alguna, Madrid.
¿De qué lugares lo has absorbido todo, a nivel gastronómico?
Muchas veces, de los lugares a los que voy físicamente, porque cuando viajo no hago más que intentar absorber esencias de lo que hay. Por suerte, las fronteras se han ido rompiendo gracias a todos los medios audiovisuales de los que puedo disponer. Para poder ver antes a un cocinero tailandés haciendo algo, había que ir a Tailandia. Ahora, aunque no entienda tailandés, le puedo ver mover las manos en la pantalla. Para mí, eso es oro molido.

Madrid
"No diría aquello de que Madrid es la mejor ciudad del mundo, porque es la mía, pero sí diré que yo aquí me encuentro muy cómodo"
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De Madrid. De barrio. De Carabanchel Alto. ¿Cuánto te gusta la ciudad que te vio nacer, donde tienes tu restaurante y también vives?
Pues mucho, muchísimo. O muchismo, como nos decían en aquellas transcripciones de Tom Sawyer. No diría aquello de que es la mejor ciudad del mundo, porque es la mía, pero sí diré que yo aquí me encuentro muy cómodo y tengo la sensación de que me van a tener que aguantar algunos años más [risas].
¿Hay alguna otra ciudad con la que hayas fantaseado para vivir?
Muchas, pero, si hay una que he pisado y donde he dicho ‘yo podría vivir aquí muy feliz y contento’, esa es Auckland, en Nueva Zelanda.
Podría vivir muy feliz y contento en Auckland, Nueva Zelanda
¡Viajemos un poco! Si ponemos rumbo al norte, ¿adónde nos llevas?
Me voy a Noruega, un país que me apasiona, con una gente que me parece amabilísima. Creo que podría vivir a gusto incluso en el norte de Noruega, casi dentro del círculo polar ártico. En Tromsø o en alguna de estas ciudades. Me gusta mucho el frío, qué le voy a hacer.
¿Y mirando al sur?
Le tengo mucha rabia al calor, así que no sé qué decirte… A no ser que vaya muy muy muy al sur y termine en Ciudad del Cabo, donde, aunque es muy al sur, no hace tanto calor. Y me encanta.

Ciudad del Cabo
"Rumbo al sur me quedo muy muy muy al sur, en Ciudad del Cabo, donde, aunque es muy al sur, no hace tanto calor"
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Toca el este. ¿Qué destino eliges?
Muy al este, me voy a ir a Japón. A Tokio, a Fukuoka o a alguna de estas ciudades importantes japonesas. Aunque creo que para mí sería complicado vivir allí, me siguen enamorando, porque se come de escándalo.
¿Y el oeste? ¿Algún lugar favorito?
De lo que conozco, que es poco, y teniendo en cuenta que en Estados Unidos solo he estado en las grandes ciudades, como Nueva York, que me parece apasionante, igual me quedo con Lima, donde también se come de maravilla.
¿Gastas alguna fobia o manía viajeras?
Tengo fobia a los países donde creo que no voy a comer bien. Y también una manía, que es buscar los sitios donde creo que voy a comer mejor.
¿Tu souvenir más querido de cuantos tienes en casa?
La mayoría me los he comido, porque suelen ser cosas que me traigo y me como. Recuerdo alguna lanza o cuchillo que me traje de Kenia, o algún cuchillo para cocinar de Japón, pero, en la mayoría de las ocasiones, mis souvenirs se terminan comiendo, así que muchos de ellos ya no están.

Lima
"En el oeste me quedo con Lima"
Foto: iStock
¿El plato más impresionante que has descubierto viajando?
Un pollo picantón asado, con una crema de ajíes amarillos, garbanzos y cebolletas encurtidas, que me comí en Lima (Perú). De hecho, lo he replicado muchas veces en casa porque me pareció una cosa alucinante. Ese es uno, pero hay muchísimos más.
¿Tu viaje-sueño pendiente?
Regresar a Nueva Zelanda para hacer con mi mujer un viaje que ya hice en compañía de amigos y de mi hermano hace años. Y tengo otro más: ir a Australia o a alguna de las islas del Pacífico.
Y la pregunta obligada: ¿por qué viajas?
¿Se puede vivir sin viajar? [risas]