Música suave, pies descalzos en la arena, cerrar los ojos y sentir la brisa del mar. Comodidad, exclusividad y un ambiente animado pero discreto. Quizá, un tratamiento personalizado al aire libre; un chapuzón en agua salada y cristalina; o dejar, sin pensar en nada más, que el sol broncee nuestra piel. Un cóctel en la mano, despedir al sol sobre una cama balinesa y, por supuesto, una oferta gastronómica a la altura del momento. Porque sí, en los beach clubs también se come de lujo.