Vino bélico

La bodega ecológica de la Costa Brava que guarda el recuerdo de la Guerra Civil

El cuidado por la biodiversidad, la cultura vitivinícola y el vínculo del pueblo gerundense con el evento bélico hacen de este una visita obligada en el Empordà.

«Aquí cayó el 6.2.1939 en la lucha por una España nacional Friederich Windemuth, nacido el 27.5.1915 en Leipzig». Así reza – o rezaba, tras ser vandalizada en 2022 – la lápida que la familia del piloto alemán de la Legión Condor pidió colocar en el margen de una viña de Garriguella. En su lugar, durante la Guerra Civil, hubo un aeródromo republicano, concretamente el último en sucumbir ante el poder fascista.

Ahora, los vinos de esta localidad gerundense son el fruto de esas cepas que crecen sobre la misma tierra donde se escribió uno de los últimos capítulos de esa cruel historia. Y aquella batalla que acabó con la flota aérea republicana y la misteriosa y discreta lápida forman parte del pasado que la bodega Mas Llunes trae al presente en un recorrido que busca recordar, entre uvas y restos de bunkers, hospitales y refugios, el último evento bélico en Cataluña.

 

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Garriguella

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VIÑA ENTRE GUERRAS

Garriguella puede no ser uno de los pueblos más conocidos de Gerona, pero atesora un gran número de particularidades. A los pies de la Serra de l’Albera, es aquí donde los republicanos trataron de esconder los últimos aviones de su flota y donde el soldado Josep Falcó volvió año tras año después de su exilio para poner flores en la tumba simbólica del joven alemán que abatió sin ninguna alternativa aquella mañana del 1939 en ese mismo campo. 

Antes de aquello, la localidad fue también tristemente famosa por ser de las primeras que anunciaron la presencia de la filoxera en sus viñas, lo que no la hizo ceder en su empeño de producir vino, algo que lo hace ser uno de los municipios con mayor número de cepas antiguas de la DO Empordà.

Garriguella
Empordà Turisme

La última población de tortuga mediterránea salvaje de la Península Ibérica también se ubica en Garriguella y el Paraje Natural de l'Albera, donde, como curiosidad, hace 25 años se instaló el primer parque eólico de España.

No obstante, si de algo se sabe en Garriguella es de vino. Pequeños y grandes productores llevan años en una industria que ha dejado huella incluso en la arquitectura de varias casas particulares, cuyos sótanos albergan antiguas bodegas, de las cuales algunas siguen elaborando. También otro tipo de arquitectura marca la historia del vino en este municipio. La amplia red de bunkers que se extendió a lo largo de la frontera y que se conoció como “línea P” (de Pirineos) convive ahora con un paisaje de viña que la ha acogido a modo de sanación del pasado.

Bodega Mas Llunes
Bodega Mas Llunes

BODEGA MAS LLUNES

Una de esas viñas que se entremezcla con el conflicto que empezó en 1936 es propiedad de la bodega Mas Llunes. Hace más de 700 años – con registros de 1389 – que la familia trabaja unas tierras posteriormente marcadas por una larga tradición de viticultores y elaboradores de vinos y licores. Aun así, no fue hasta 1992 que se replantaron viñedos viejos de su propiedad y otros más jóvenes, hasta que en el año 2000 Antoni Roig decidió fundar la bodega y recuperar el legado de sus antepasados para seguir el sueño que ellos empezaron.

Su cultivo, 100% ecológico, procede de sus 80 hectáreas de cepas, 14 de las cuales cuentan con ejemplares de entre 60 y 120 años de vida. La bodega, propietaria de la mayor extensión de viña propia de la DO Empordà, le tiene un gran cariño a las variedades autóctonas de la zona, como son la garnacha y la cariñena, protagonistas de vinos que han conseguido posicionarse en guías tan prestigiosas como la Peñín o la Parker, además de ganar medallas en concursos regionales, nacionales e internacionales.

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Oscar Rodbag / Bodega Mas Llunes

Con nombres históricos – como Emporion (Empurias), Esventat (palabra que se usa para algo que ha sufrido la acción del viento o la Tramontana) o Nivia (de nieve) – la familia busca reflejar ese interés por el pasado y la tradición sin dejar de aportar un toque de modernidad a esos vinos que nacen de suelos pizarrosos o arcillosos y que juegan con la Tramontana y la baja humedad para darle un carácter muy personal, fresco y distintivo.

BUNKERS, TORTUGAS Y CINCO SENTIDOS

Para quienes han visitado muchas bodegas, puede resultar difícil maravillarse con alguna más allá del disfrute por la calidad de sus vinos, pero sin duda la experiencia en Mas Llunes no es una, sino muchas, y tan diversas que parece complicado encontrar la relación entre los caldos que elaboran y aquello que sus visitas prometen mostrar a los amantes del vino curiosos.

Mas Llunes
Oscar Rodbag | Arxiu Imatges PTCBG

Una de ellas es su visita eno-histórica, en la que se hace una breve introducción sobre el campo de aviación donde ahora crecen sus viñas, caminando después entre ellas y visitando un refugio antiaéreo de la Guerra Civil. En una de sus puertas puede verse la silueta de unos árboles dibujada como método para camuflar la construcción, y en su interior cuelgan algunos dibujos, fotografías y recortes de periódico sobre el episodio bélico. Además, también se pueden observar las ruinas de un antiguo hospital o algún que otro de los muchos bunkers de Garriguella.

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Y de la guerra a la naturaleza, pues Mas Llunes también trabaja en la sensibilización ambiental y el fomento de la biodiversidad con la construcción de nidos para pájaros como el Gaig blau o el Xoriguer Petit, además de para murciélagos, que previenen de las plagas, o charcas para que animales como la tortuga mediterránea salvaje (testudo hermanni), especie amenazada, puedan beber. Para conocer todas estas acciones y su beneficio, se ha habilitado un itinerario señalizado y con información entre las viñas totalmente abierto al público.

Bodega Mas Llunes
Bodega Mas Llunes

Entre otras visitas, cabe destacar la cata sensorial que se lleva a cabo en la bodega y que constituye una experiencia única que mezcla música, luces, imágenes, colores, gustos y aromas de sus vinos tintos, blancos, rosados y dulces. Rodeados de barricas de roble francés y guiados por los sonidos y los sabores, los visitantes pueden vivir de una forma totalmente inmersiva algunos de los caldos mejor valorados del Empordà.