Caleruega, epicentro dominico
Ya en la dantesca Divina Comedia aparece citado el nombre de Caleruega, que tiene el orgullo de ser la patria chica de Santo Domingo de Guzmán. Apenas 440 habitantes, censo mediante, son los convecinos de este discreto pueblo en la margen izquierda del Duero en su disposición burgalesa. De ellos, sería el citado santo el que en el siglo XII diera pie a la Orden de Predicadores o dominicos, y cuya casa de Espiritualidad de Caleruega es hoy visitable, cuajada de piezas de valor sagrado para la orden y que se encuentran en el museo situado en dicha casa.

Foto: Ruta del Vino de Ribera del Duero
Un pueblo para ponerse ‘morado’
Marca julio el compás, cambiando el hábito del negro dominico por el púrpura. No por vestirse de nazareno, sino por surcar las tierras comunales de Caleruega un sinfín de caminos —transitables— que han sido plantados de lavanda. El estallido violáceo contrasta así en el verano castellano con rutas (a pie, en bicicleta o en coche) en las que el encinar y los suelos calizos, vestidos de intensos rojos, se convierten en foco de todas las miradas caleroganas.

Foto: Ruta del Vino de Ribera del Duero
ribera del duero, por arriba y por abajo
Acercándose sinuosamente a la cota de los 1.000 metros de altitud, Caleruega presume en tierra de vinos de ser una de las zonas —si no la más— elevada de toda la Ribera del Duero. Una bendición presente, pero también a futuro, pues sirve de punto de partida para convertir la zona en un reclamo enoturístico con el que numerosas bodegas buscan poner el broche de oro a sus vinos con los viñedos caleroganos. No en vano, este imprescindible de la Ruta del Vino de Ribera de Duero presume de una pequeña y casi oculta bodega subterránea, de orígenes romanos y excavada en piedra, en el despoblado de San Martín de Bañuelos.

Foto: Ruta del Vino de Ribera del Duero
A vista de pájaro
Un antiguo palomar privado, reconvertido para la causa avícola por el consistorio de Caleruega en muladar, es hoy uno de los grandes y escondidos tesoros del pueblo. En un alarde de economía circular, el palomar se restauró y la explanada frente a él se convirtió en un muladar donde las aves rupícolas de toda la zona —y algo más allá— acuden casi en peregrinación. Buitres leonados, contados por decenas, y buitres negros —por parejas—, amén de alimoches y córvidos se citan en un espacio abierto al público que sorprenderá a cualquier amante de la avifauna castellana.

Foto: Ruta del Vino de Ribera del Duero
El compás del lobo
Entender el Duero sin el lobo es complicado. Enemigo del pastor, por un lado. Por el otro, el gen de la recuperación de una especie que ha habitado estos campos desde tiempos inmemoriales. A él se debe la abundante presencia de loberas, hoy restauradas, y que servían como cobijo al pastor y a sus rebaños. También, como es lógico, para protegerse de bandoleros. Ahora convertidas en centro de interpretación, estas loberas son el testigo viviente de un pasado forjado en lana y leche, con el lobo como mito.
Todos los caminos llevan a Roma…
Cruce de caminos fundamental en la vía que unía Astorga con Zaragoza y Tarragona en la época romana, Caleruega conserva parte de ese pétreo legado con una calzada romana que, además, tenía como bastión castellano la Colonia Clunia Sulpicia, en el cercano municipio de Coruña del Conde y Peñalba de Castro. En este confín sur de Burgos, la caliza es el cimiento sobre el que lleva erigiéndose un pueblo que, además, está incluido dentro de Los Pueblos más Bonitos de España.

Museo de Santo Domingo de Guzmán © iStock
Sobran los motivos
Es, quizá, la torre de los Guzmanes la que atrape a distancia al viajero que remonta las curvas a medida que se acerca a Caleruega. Vertical e inquebrantable, vinculada desde los años 50 a la construcción del convento de los dominicos, esta torre data sus macizos muros en los primeros compases del siglo XII. Desde su cima, las vistas de Caleruega, expandidas por los cuatro puntos cardinales, sorprenden.
Terrenalidad bendita
Ya de nuevo con los pies en el suelo, Caleruega se empapa de santidad. Lo hace con la parroquia de San Sebastián, también urdida en piedra caliza local y bajo un marcado carácter románico. En su interior, tallas de santos —como el citado San Sebastián— y un Cristo colgante, epatan al viajero. No lejos, como casi todo lo que acontece en el recogido Caleruega, la impresionante mole del Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán. Inicialmente erigido en un románico castellano del siglo XII, iría cincelándose con detalles góticos y barrocos con el paso de los siglos. Un estandarte de sobriedad castellana y dominica a nivel arquitectónico, donde su claustro románico sobrecoge, habitado desde hace siglos por monjas de clausura de la propia orden.