De Talavera hasta los montes de Toledo

Castilla-La Mancha al ritmo de vinos, molinos... y Estrellas Michelin

Todas las pistas necesarias para completar un viaje gastronómico entre aspas, viñas y platos de reconocimiento mundial.

La mies y la cepa comparten el plano en Castilla-La Mancha en un paisaje donde el verde y el rubio del verano mutan en los tonos ocres del otoño. Curtidos por el viento, los campos de cereal y la vid aguantan los años bajo la atenta mirada de sus legendarios molinos, testigos del paso del tiempo y ahora cronistas del pasado, que salpican las lomas de toda la comunidad y desde donde ejercen de vigías. Testigos silenciosos de una historia que se forja entre relatos de agricultores y de viñadores, pero que el siglo XXI reivindica a través del viento fresco que agita los cuatro costados de la comunidad desde el vino y desde la mesa, convirtiendo Castilla-La Mancha en un nuevo paraíso Michelin.

 

De los molinos de Campo de Criptana a los de Alcázar de San Juan, pasando por Herencia, todos ellos en la provincia de Ciudad Real, a los molinos de Consuegra y de Tembleque, ya en Toledo, el despliegue de estos tótems quijotescos sirve como acicate para ponerse en una ruta que alterna historia, enología y paradas gastronómicas que han dado una vuelta de tuerca al recetario clásico.

Destino Michelin

La caza, el cereal y una férrea resistencia ovina pueblan el recetario de pastores y gañanes (no es una ofensa, es el nombre del labriego en Castilla-La Mancha) donde platos tan icónicos como morteruelo, atascaburras, migas y gachas han nutrido a generaciones con la contundencia necesaria de estos platos. Ahora, bajo la batuta de la alta cocina, chefs como Carlos Maldonado en el restaurante Raíces (Talavera de la Reina, Toledo), Jesús Segura con Trivio (en la boyante Cuenca) o Fran Martínez en Maralba (Almansa, Albacete) recogen los mimbres gastronómicos de su entorno para adaptar los sabores de esta tierra al siglo XXI como prueba fehaciente de que Castilla-La Mancha está para comérsela. Y la guía Michelin lo sabe.

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En un lagar de la Mancha

Campo de Montiel: el secreto enoturístico mejor guardado de España

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03 Tajo va, Tajo viene. ©David Blázquez. Tajo va, Tajo viene

Foto: ©David Blázquez

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Tajo va, Tajo viene

La estela de plata del río Tajo es la columna vertebral de la provincia de Toledo, donde abraza por igual a la ciudad imperial y, decenas de kilómetros cauce abajo, a Talavera de la Reina, una ciudad que ha hecho de la cerámica en blancos, añiles y amarillos su seña de identidad. Patrimonio Inmaterial de la Unesco desde 2019 (que incluye también a la vecina Puente del Arzobispo), cada azulejo cuenta un trozo de historia, pero se resiste a ser solo un testigo mudo. Por eso, en lugares como Centro Cerámico Talavera hacen de la convivencia entre la tradición, con piezas clásicas, y la vanguardia, incluyendo colecciones de autor en sus artesanales trabajos, como las del artista local Aitor Saraiba.

04 ©Raíces. Estrellas del plató al plato

Foto: D.R.

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Estrellas del plató al plato

También con ese ADN talaverano por bandera, la capital cerámica tienta al viajero desde la mesa. Lo hace con una garantía estrella Michelin en Raíces (Ronda del Cañillo, 3), donde el chef Carlos Maldonado, al que el mundo le puso cara televisiva en MasterChef, ha colocado en el mapa gastronómico a la ciudad que le vio nacer. Recetas tradicionales adaptadas, sabores de siempre y productos de proximidad ensamblan así una propuesta donde incluso las vajillas y el menaje cuentan historias, tanto personales como de la propia ciudad, en una prosa comestible y accesible.

05 Finca Constancia. El despertar de vinos históricos

Foto: Finca Constancia

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El despertar de vinos históricos

Si la cocina manchega se ha quitado el prejuicio de contundente, su viticultura ha hecho lo propio demostrando que en sus cepas hay margen para los vinos de calidad. Toledo reivindica los vinos de Méntrida, garnachas de capas altas que tientan al paladar desde bodegas como Canopy, pero también desde propuestas como Finca Constancia, en Otero (a apenas 40 kilómetros de Talavera en dirección a Madrid) donde la integración entre viñedo y paisaje al estilo château francés. Catas guiadas, paseos por el viñedo y maridajes forman así el repertorio con el que hacer un alto en el camino y comprobar la versatilidad de uvas nacionales e internacionales en este rincón toledano.

iStock-1332805910. Consuegra más allá de los molinos

Foto: iStock

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Consuegra más allá de los molinos

La inmensidad manchega salpica sus carreteras de viñas y cereal a cada kilómetro de asfalto, donde teje un tapiz que en función de la estación se luce entre verdes, dorados y ocres. Con la CM-42 como ruta hacia el corazón de Castilla-La Mancha, el viajero verá en el horizonte que marca Consuegra la primera colección de molinos de viento. Nada menos que 12, alguno de ellos incluso con más de 300 años de historia, que desde el Cerro Calderico saludan al viajero en todas direcciones. Imprescindible alto en el camino, si además hay un gourmet a bordo, con la Fiesta de la Rosa del Azafrán, que tiñe el pueblo de rojo el último fin de semana de octubre y que tiene al Molino Sancho (más de trescientos años de historia le contemplan) como uno de sus grandes atractivos.

iStock-485058342. En el corazón de la comarca

Foto: iStock

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Una parada en el corazón de la comarca

A tres bandas y a tres ‘Manchas’. Consuegra marca la puerta de entrada a la provincia histórica de La Mancha, ahora dividida comarcalmente en tres provincias distintas. La linde la inicia con Ciudad Real y Cuenca, con las que forma un vórtice molinero que prosigue aún en el toledano Tembleque. De allí se abre a la conquense Mota del Cuervo y luego entronca ahí con la CM-420, la ruta de los molinos de Ciudad Real, donde Campo de Criptana, Alcázar de San Juan, Herencia o Puerto Lápice marcan con sus aspas el camino.

08-Viñedos-de-Bodegas-Noc,-en-Manzaneque. De piedra y cepa

Foto: D.r.

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De piedra y cepa

Tras hacer un alto en Tembleque, donde saludan una pareja de molinos y una monumental plaza mayor, es de menester acercarse a Manzaneque y descubrir la propuesta de Bodegas Noc, que incluye visita a sus instalaciones, cata guiada y menú degustación con algunos de sus vinos, buena antesala para dar un paseo por el pueblo y dejarse impresionar por su castillo medieval, otrora propiedad de los Señores de Orgaz, antes de proseguir hacia tierras conquenses.

shutterstock 560706721. Castilla-¿La seca?

Foto: Shutterstock

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Castilla-¿La seca?

El nombre de La Mancha proviene del árabe Al-Mansha, que significa “tierra sin agua”. Sin embargo, Mota del Cuervo se yergue como parada obligada en las Rutas del Quijote, donde la molinería domina el paisaje y el agua lo bendice. Conocida como ‘el Balcón de La Mancha’, la localidad presume de siete molinos bautizados con nombres tan sugerentes como El Zurdo (por rotar al revés), donde todos los sábados -si el tiempo lo permite- se hace una molienda tradicional como demostración, y cuya existencia está datada desde el año 1752. Ya sierra abajo, irse de Mota sin pasar por la Laguna de Manjavacas, uno de los epicentros del anidamiento de flamencos más importante de España, sería un pecado.

iStock-1251265371. Un Albaicín manchego

Foto: iStock

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Un Albaicín manchego

Campo de Criptana, Alcázar de San Juan, Herencia y Puerto Lápice forman la alineación molinera de la provincia de Ciudad Real, donde la primera saluda desde sus encalados y sus tinturas de añil, al estilo árabe, con el Albaicín como preámbulo de la Sierra de los Molinos. Horadado así el Cerro de la Paz como uso doméstico y de granero, la cumbre de Campo de Criptana sorprende con estas casas albiazules desde las que dominar toda la planicie manchega. Allí, bajo sorpresa, el restaurante Las Musas, con sello Bib Gourmand Michelin,  -que incluye una coctelería subterránea entre túneles y bovedillas- sirve como refugio gastronómico al ritmo que marca la cocina local, perfecto para guarecerse tanto en los torradores días de verano como en los poderosos inviernos.

iStock-471874910. Harina de otro costal (de un molino de viento)

Foto: iStock

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Harina de otro costal (de un molino de viento)

Dicen en La Mancha sobre sus molinos que “el solano lo mueve y el ábrego lo llueve”. Doce vientos sacuden así desde todas direcciones a estas centenarias construcciones que albergan maquinarias de hasta 7.000 kilos de peso y cuyo espacio se divide en tres alturas: cuadra, donde se almacenaba el grano y se guarecían las mulas; cámara, donde se aventaba el grano y guardaban los lienzos de las aspas, y el moledero, la parte superior, donde se ejecutaba la molienda, y cuya historia se puede recordar y conocer en el Molino Burleta, en Campo de Criptana, que cada primer domingo de mes también se pone en marcha (viento mediante) para hacer esa molturación tradicional.

Fuera de él aguarda el borriquillo, que no es un animal, sino un sencillo mecanismo que permite orientar las aspas con una enorme viga que gira el capirote, buscando la mejor corriente de aire posible. Casi de carrerilla, como si de la lista de los reyes godos se tratase, un paisano en Criptana podía cantar de corrido la docena de nombres de sus vientos con nombres tan dispares como ábrego, cierzo, hondo, moriscote o matacabras, entre otros.

13 Interior del molino convertido en Museo Sara Montiel. ©Turismo de Castilla-La Mancha. El molino con más arte

©Turismo de Castilla-La Mancha

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El molino con más arte

Telón compartido con otros nueve ‘compañeros’, incluyendo uno consagrado a Sara Montiel, musa local y que cuenta con un museo dentro del Molino Culebro o el Molino Cariari, dedicado también al cine y a Enrique Alarcón, uno de los escenógrafos más importantes de la cinematografía española. Ya con el cambio de tercio a cuestas, no conviene dejar el lugar sin dejarse caer por el Molino Pilón, hoy convertido en Museo del Vino, que sirve para aprovechar la coyuntura enoturística que puebla Ciudad Real.

14 Museo de Arte Contemporáneo Infanta Elena. ©Vinos Tomillar.. Bodegas con mucho arte... contemporáneo

©Vinos Tomillar.

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Bodegas con mucho arte... contemporáneo

El trasiego de la maquila (la comisión del molinero por su trabajo) da sed hasta al viajero, que puede apostar por seguir los enológicos pasos de Don Quijote bajo el paraguas de la Ruta del Vino de La Mancha, que pone en el mapa del trago al propio Campo de Criptana, donde catar los vinos de Bodega Castilblanque, o servirnos como acicate para acercarse a Tomelloso y descubrir de primera mano la impresionante Cooperativa Virgen de las Viñas, con más de 2.000 socios, y que además cuenta con dos museos por duplicado: uno etnográfico y otro de arte contemporáneo.

15 Un bombo, clásico del paisaje vitivinícola de Tomelloso. ©Bodegas Verum. Tomelloso de bombo en bombo

©Bodegas Verum

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Tomelloso de bombo en bombo

También en Tomelloso se disfruta de Bodegas Verum, con una tradición familiar (la de los López Montero) que ahonda en el siglo XVIII y que incluye visitas a viñedos donde encontrar los populares bombos, pequeñas construcciones en piedra donde los temporeros y el ganado se resguardaban durante la vendimia. Sin salir de la Ruta del Vino, parar en Socuéllamos es también imprescindible para conocer Finca Tinedo, que elabora vinos desde 1846 y que propone visitar sus viñedos, realizar una cata e incluso una comida en la quintería, la casa de labor levantada hace más de 100 años y que aún hoy está en uso.

16 Los viñedos de Pago Vallegarcía. Enoturismo en los montes de Toledo

Foto: Pago Vallegarcía

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Enoturismo en los montes de Toledo

Dejando atrás la sombra que los molinos de Alcázar de San Juan (uno visitable), Herencia y Puerto Lápice, Ciudad Real se expande hacia el este donde la comarca de los Montes de Toledo aguarda. Al pie de estos, el Parque Nacional de Cabañeros y lindando con éste, dos tesoros enológicos en Retuerta del Bullaque: Pago Vallegarcía y Pago Dehesa del Carrizal, dos apuestas por el vino de calidad que han puesto a Toledo en un jugoso mapa. Variedades internacionales bien adaptadas, suelos de calidad y pocas hectáreas son así la garantía para sorprender al paladar con sus catas y visitas guiadas, siempre con reserva previa, para comprobar cómo la uva viognier o la syrah sacan todo su partido en estas tierras.

16 Los viñedos de Pago Vallegarcía