Hablar del Delta del Ebro es hablar de arroz y arroceros, aunque en esencia podría resumirse como el esfuerzo constante del hombre por transformar su entorno. Comenzó en la época del Imperio Romano, cuando estos llevaron a cabo una campaña de deforestación que consiguió desviar el río, alargar su desembocadura y expandir las tierras. Desde entonces, la humanización del Delta no ha cesado. En 1860, con la instalación de varios canales comenzó el cultivo tal y como hoy se conoce, extendiendo las plantaciones por todo el territorio.
En la actualidad, el Delta cubre una extensión de casi 22.000 hectáreas y produce alrededor de 120 millones de kilos de arroz en cáscara. Cifras que le posicionan como la tercera mayor concentración de este cultivo en toda España. Pero este esfuerzo titánico por modelar la tierra también conlleva un sinfín de trabas como plagas, malas cosechas, pérdidas millonarias, subsidios, extinción de hábitats naturales y contaminación.
En este contexto, el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), en colaboración con la compañía de cereales Kellogg’s impulsó en 2013 el proyecto Origins con el objetivo de cambiar las prácticas agrarias tradicionales, optimizar los recursos y reducir el impacto medioambiental. Así es como el Delta del Ebro está abanderando el cultivo sostenible de arroz en España.