Joaquín Sabina bien podría cantar aquello de ‘nos sobran los motivos’ al pisar Berria, el mayor wine bar de España. 100 referencias de vinos por copa a los pies de la Puerta de Alcalá ( Pl. de la Independencia, 6) son suficiente imán para dejarse caer por este rincón de la Plaza de la Independencia. Junto a ello, una creciente carta sólida y más que masticable donde caben gildas, rabas de jibia, ostras francesas, pepitos de ternera (con solomillo de por medio) o pavías de merluza del puerto vasco de Pasajes.

© Barbillón
A medio camino entre Madrid y Pozuelo de Alarcón, el latido terraceto invita desde Aravaca a un clásico contemporáneo de la zona como es Barbillón (Av. de Valdemarín, 165) que lleva una década abanderando una cocina non stop con una terraza generosa donde, siguiendo con los versos sabinianos, podrían dar “las diez, y las once, y la una y las dos…”. Dumpling de gamba roja, tacos de pulpo, colitas de gamba, burrata rellena de atún o casticismo al hilo de los chipirones a la andaluza, las croquetas de ibérico o los carabineros (en tres versiones) invitan a amarrarse entre estas sillas mañana, tarde y noche.

© Mola Pizza
No es el Trastevere ni a los Quartieri Spagnoli napolitanos, pero sus pizzas bien podrían cantar la Traviata. Así es Mola Pizza, la propuesta del chef César Martín (el titán detrás del restaurante Lakasa) para seguir atrayendo entre círculos virtuosos con forma de pizza a los madrileños hacia la plaza del Descubridor Diego de Ordás 3. Una decena de recetas, sumado a las mpustarellas —unos enormes bocadillos para compartir, también con alma partenopea— esperan a mesa puesta en este tranquilo oasis que Chamberí alberga.

© Calisto
A rebato, así se prodiga el chef Carlos Griffo en Madrid. Primero alumbró con Quinqué y luego le llegó el turno a Calisto (P.º de Eduardo Dato, 8), donde refrenda un Siglo de Oro culinario donde destapa una carta plagada de clásicos bien interpretados como las gildas, la empanadilla —que elabora con vaca rubia gallega—, con su torrezno de cochifrito o con un impecable pâté en croûte. No menos meritoria es la tortilla de patatas en salsa verde o, si los principales salen a pasear, el apartado de carnes y pescados. Como tapeo informal o para sentarse a comer con todas las de la ley, Calisto no necesita demasiada presentación más. Ni tan siquiera una Melibea.

Foto: Sagrario Tradición
En el corazón de Chamartín, en el número 21 de la plaza de Valparaíso, Sagrario Tradición descubre sus encantos al ritmo de una terraza enclavada en un espacio rodeado de árboles que resulta casi tan delicioso como su carta. Aquí inicia el compás sus croquetas de entraña a la brasa, pero no se quedan atrás sus cebollas ‑también a la brasa— o los cogollos. Mención especial demanda la ensaladilla con encurtidos (que elaboran en el propio restaurante) o, si se busca una mesa de más rotundidad, el canelón de jabalí o el guiso de chipirones y sus crujientes.

© Amicitia
El toque verde y riojano de la chef calagurritana Lucía Grávalos, una de las grandes promesas —y más asentadas realidades— de la capital llega desde la coqueta terraza de Amicitia (Calle de Génova, 7). Allí destapa esencias vegetales, pero también, a modo de bistró, abre una carta en la que caben las croquetas de ibérico y las croquetas de gamba roja de Palamós. También la chuleta de cerdo ibérico, marcada a la brasa; el torrezno con pico de gallo o los jugosos cogollos braseados con crema de queso.

© Taberna Garelos
El corazón del barrio de Justicia vibra con esta taberna de alma gallega e impronta parisina, apostada en la calle de Blanca de Navarra (número 6), donde el aroma de bistró francés —bajo las señas de identidad de Galicia— hará creer al comensal que no está en el centro de Madrid. Tortilla de Betanzos, pulpo a feira, zamburiñas a la plancha, pimiento de Padrón o los mejillones al vapor dan buena cuenta en Taberna Garelos de una terraza que derrocha atlántico por los cuatro costados.

© Cadaqués
Alma marinera y espíritu mediterráneo para colarse por los poros de la calle Jorge Juan número 35. Así sorprende el discreto rincón que el restaurante Cadaqués fortifica en una de las columnas vertebrales del sibaritismo madrileño. Y lo hace dando la lata —y mucho—, con conservas de Los Peperetes o con picoteos que permiten que el marisco del día y clásicos tan imperecederos como las aceitunas o los boquerones lleven la voz cantante. Ya entrados en calor, pinceladas como las bombas de la Barceloneta, los buñuelos de bacalao o la coca de recapte terminan de apuntalar una propuesta en la que la Costa Brava casi se mastica.

© Kulto
Aires del sur en pleno barrio de Retiro. Así es el soplo de aire fresco que lleva varios años inoculando el chef José Fuentes desde Kulto (Calle de Ibiza, 4), casi con acento gaditano. Templo del atún rojo, de la cocina fresca y de los platos para compartir, algunos de los cimientos de Kulto son ya imprescindibles como el atún con tomate o el mollete de pringá. Bastiones bien secundados por la tortillita de camarones al estilo Barbate, el puerro a la brasa o el pincho de callos y pulpo. Todo regado por una carta interesante de vinos andaluces y, para el que busque un brindis más, de cócteles.

Brioche de chipirones © Terzio
El hermano ‘informal’ de Treze no necesita más que cruzar la calle de General Pardiñas a la altura del número 25 para comprobar el buen pulso que Saúl Sanz tiene cogido a Madrid. Bajo el amparo de una carta corta pero bien provista, Terzio demuestra que el producto no conoce de informalidades. Perritos de salchicha ahumada, brioche de chipirones crujientes o el bocadillo de albóndigas de ibérico al tikka masala dan fe de que aquí las manos son fundamentales. Junto a ello, otros guiños muy castizos como la ensaladilla de gambas, las patatas bravas o, si se busca algo más de contraste, el saam de oreja con barbacoa coreana demuestran que el barrio de Salamanca está más vivo que nunca.

© Hermanos Vinagre
Bajo el culto al encurtido, Hermanos Vinagre (Calle Narváez 58) retoma las buenas vibraciones del tapeo madrileño donde se aferran a banderas hechas en casa que no deben faltar en los buenos picoteos. Un idilio con mejillones, berberechos, anchoas o boquerones dan cancha para entrar con buen pie a un aperitivo donde tampoco faltan salazones, ahumados y escabeches. Tampoco la tortilla, esa piedra de toque que Madrid alaba, ni sus vermús, que invitan a que la vibrante terraza que despliegan en esta señorial avenida esté de bote en bote.

© Terracotta
Si en el siglo XXI hubiese marineros británicos buscando las Indias Occidentales, seguramente que llegarían a buen puerto con la terraza de Terracotta (Velázquez 80), persiguiendo sus sangarees. Estos cócteles, los ‘padres’ de la sangría, son uno de los tragos predilectos de esta terraza en plena calle Velázquez (en el número 80), donde no falta una mesa fina en la que algunos de sus protagonistas destacados son el saam de panceta, las croquetas de carabineros, el brioche de calamares y limas encurtidas —muy castizo— o la tentación verde y marina del puerro a la brasa con tartar de gambón.