Torrijas para todos los públicos
Poco o nada queda de la humildad de la torrija y su aprovechamiento cuando entra en cartas y menús. Del origen pan perdido (pain perdu, como lo llaman los franceses) a torrijas de diseño con distintos panes, embebidos, salsas y toppings. Así es una evolución que obliga además a los cocineros a dar una vuelta de tuerca tras otra a un dulce que gana fieles con cada nueva hornada, con una legión de adeptos que también encuentran cobijo en confiterías tan míticas como Pastelerías Mallorca, La Duquesita, La Mallorquina o en locales de nuevo cuño como Pan.Delirio o Mia Bakery.

© Pastelería Mallorca
Lhardy, Casticisimo repostero
Quizás a Lhardy (Cra de S. Jerónimo, 8), al que apenas le quedan 20 años para cumplir dos siglos de historia, se acuda para deslumbrarse con sus salones, encandilarse con su cocido o quedarse perplejo con su suflé, lo cierto es que los buscatorrijas tienen una cita ineludible con una preparación que aquí se termina en mesa, apostando por un servicio impecable y tradicional, con esta torrija àla minute con el clásico corte de pan de la torrija tradicional, secundada con gracia por una bola de helado de vainilla hecho por ellos mismos.

© Lhardy
Una torrija ¡con palomitas!
Desde The Omar, en el corazón del hotel Thompson (en la céntrica Plaza del Carmen), aparece una torrija tan efímera como de película. Pan brioche canónico embebido por una leche merengada sutilmente dulce y por el contraste de la crema de vainilla y por el toffee salado de cacahuete se coronan, como si de un festival de cine se tratase, con palomitas caramelizadas.

© The Omar
cruz blanca de vallecas, un Valor seguro
El restaurante Cruz Blanca de Vallecas (C. de Carlos Martín Álvarez, 58) es uno de los grandes templos del cocido madrileño. Anclado en tradición y clasicismo, muy sabroso y muy bien entendido, además de reverenciado por los comensales, esta ilustre casa de comidas también deja que la Semana Santa se impregne con su dulce estrella sin muchos aderezos: el pan de siempre y la infusión de leche y canela, con su medida justa de azúcar, son las banderas que Antonio Cosmen, chef de esta casa, enarbola para que el mundo torrijero no pierda el oremus.

© Cruz Blanca
México lindo y torrijero
¿Pueden las dos orillas del Atlántico ‘entorrijarse’ a la vez? En Barracuda MX(C. de Valenzuela, 7), el proyecto del reconocido chef mexicano Roberto Ruiz, creen que sí. De esta manera, una ligera masa de croissant sirve como cimiento para levantar una torrija tres leches, preparación clásica de las tortas y bizcochos en Latinoamérica, que se equilibra en toques de canela y una salsa de guayaba que huele y sabe a selva mexica.

© Barracuda MX
una torrija Para no tener que elegir entre café y postre
Pocos dilemas existen en los restaurantes españoles para responder a la pregunta: ¿postre o café? Algo que en Don Dimas (Calle de Castelló, 1) no sucede, pues su torrija, también bastante clásica e infusionada con leche, viene guarnecida con un helado de carajillo de Baileys, lo cual permite el win-win de postre y café al mismo tiempo.

© Don Dimas
La mejor amiga del chocolate blanco
Viajera, pero con acento malagueño. Así es la torrija que el chef Dani García idea para BiBo (P.º de la Castellana, 52), donde el cosmopolitismo está por todas partes y que, como era evidente, también se cala por las sutiles paredes del postre. En este caso, la torrija se empapa en una salsa ligera de chocolate blanco donde como consortes aparecen el toque ácido de los frutos rojos, el matiz tropical del coco y la dulzura de la melaza.

© Bibo Madrid
La vuelta al mundo en forma de torrija
Phileas Fogg habría dado su aprobado a la torrija viajera de Papúa Colón (Pl. de Colón, 4,) que tiene guiños franceses y británicos, pero un espíritu descubridor en su trasfondo. Al pan brioche, caramelizado, se le añade una crema inglesa aromatizada con haba tonka, que dota de un perfume ahumado y achocolatado, al conjunto que luego se corona con un helado de vainilla de Madagascar.

© Papúa
torrija y ¡arroz con leche!
Bien podría bautizarse como un 2x1 la oda al postre que el chef Pepe Roch pergeña para Café Comercial (Gta. de Bilbao, 7), uno de los establecimientos más míticos de Madrid (más de 100 años de historia le contemplan) con una torrija caramelizada que se acuna sobre arroz con leche, convertido en postre infalible para compartir y que reúne lo mejor de dos mundos en cada bocado.
No torrijees por mí, Argentina
Puede que se cuelen acentos argentinos en el helado de dulce de leche que sirve como montera a esta torrija, plancheada y caramelizada, con la que el restaurante Terracotta (C. de Velázquez, 80) gusta cerrar sus menús. Junto a ella, un hilo de salsa toffee, dulce pero no empalagosa, se encarga de dar el toque de precisión necesario a una torrija sencilla que reúne varios postres en uno y que no renuncia al remate fresco de la menta en hoja.

© Terracotta
A salsa y a plancha
Ni al Lobo Feroz ni a las torrijas se debe temer. Más aún cuando existen propuestas, cada vez más frecuentes, de sacar a la torrija del mundo de los fritos. Por eso, versiones algo más ligeras como la que Verdura & Brasa (C. de Espronceda, 27) propone, son perfectas para tener más mordiscos y menos remordimientos. Se empapa pan brioche en crema de leche aromatizada y se planchea —no se fríe— con una pizca de mantequilla y luego se dora con una fina capa de azúcar para que cada cucharada tenga jugosidad, dulzura y crujiente.

© Verdura y Brasa
una torrija con corazón de toffee
Parafraseando a Javier Marías, la torrija de Berlanga (Av. de Menéndez Pelayo, 41) podría ser bautizada como ‘corazón tan blando, pues esta masa briochelle oculta un dulce interior de toffee casero que se desparrama al corte y que multiplica la jugosidad de un dulce en esta casa famosa en el barrio de Retiro por sus arroces.

© Berlanga
la torrija Nacida en el Mediterráneo
Que Estimar, (C. del Marqués de Cubas, 18), la bandera marinera del chef Rafa Zafra, sea una de las mejores embajadas del Mediterráneo y el pescado en Madrid no quiere decir que no se comulgue con el postre. Clásica, la torrija de Estimar traslada a infancias sencillas donde el pan que sirve de base —de molde, elaborado para ellos en exclusiva— se empapa tiernamente de leche, vainilla y miel para convertir este mordisco en una auténtica ‘magdalena’ de Proust.

© Estimar