
Esta costumbre se extendió por Europa, llegando al norte de España, y expandiéndose por el resto del país gracias a los pueblos celtíberos. Aunque el día de Todos los Santos se celebraba el 13 de mayo, en el siglo VIII la iglesia decidió trasladarlo al 1 de noviembre para combatir la fiesta pagana, y aquí fue donde se inició la mezcla de tradiciones de cada una de las celebraciones
En la Edad Media se añadieron costumbres y leyendas, como la de Jack-o’-lantern, y la época victoriana hizo el resto con las historias de fantasmas y brujas, para acabar desarrollando, estos dos últimos siglos, un Halloween con evidentes connotaciones consumistas (adornos, túneles del terror, parques temáticos, películas, disfraces).
En España, muchos territorios tienen sus propias costumbres, una mezcla entre el Samhain, el calado del catolicismo, y la mezcla con el toque cultural y festivo propio, en el que tiene una gran importancia el componente gastronómico.
CASTAÑAS, LAS REINAS DE LA FIESTA
Aunque en muchos lugares de España se ha perdido el cariz funerario de la fiesta, lo que sí que tienen en común todas las regiones es la importancia de los alimentos que se consumen, y uno de los más famosos es la castaña. La plantación masiva de castaños que los romanos llevaron a cabo por toda la península, junto a los ritos paganos entorno a la cosecha y la llegada del invierno son los aspectos que más han marcado estas fiestas en los pueblos españoles.
Del banquete austero a la Castanyada
Cataluña, Aragón, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana comparten la conocida como Castanyada. Su supuesto origen se remonta a los banquetes funerarios que se celebraban a finales del siglo XVIII, en los que se consumían frutos secos, legumbres y panes votivos, que dieron lugar a los famosos panellets. Para sentirse en comunión con los difuntos, los comensales asaban castañas y rezaban tres partes del rosario por sus familiares fallecidos.

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Sin embargo, otras versiones apuntan a que los campaneros que doblaban campanas por los difuntos durante esa noche reponían fuerzas a base de boniatos, castañas, fruta confitada, panes y moscatel, esto último para combatir el frío. Sea como sea, la imagen más conocida de estas fiestas es la castanyera, una señora mayor, con ropajes humildes, que asaba castañas en la calle y las vendía envueltas en cucuruchos de papel, y que tiene su propia canción popular.
Los panellets, cuya primera referencia escrita data del 1807, en el Dietario del Barón de Maldà, son pequeñas bolas de mazapán cubiertas de piñones u otros ingredientes, hechas con azúcar, almendra cruda molida, huevo y limón. Para obtener el distintivo de Especialidad Tradicional Garantizada, la masa no puede llevar patata o boniato, manzana, conservantes ni colorantes.
Un fruto en común
Las comunidades cantábricas tienen en común el gran legado celta vinculado a la celebración, pero también un clima más duro, lo que se nota en la variación en la mesa de sus celebraciones de Todos los Santos. A grandes rasgos, el magosto, magosta, magostu, amagüestu o gaztainerre, desde Galicia hasta Euskadi, acompaña la castaña de alimentos más contundentes. Magosto hace referencia a la hoguera en la que se asa el fruto y entorno a la que se reunía el pueblo.

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En muchos de estos lugares, la celebración estaba más relacionada a la recolección del fruto, así que no siempre coincidía con la fecha del último día de octubre y primero de septiembre. Así es como en algunos pueblos de Orense, los vecinos se echaban al monte y asaban también chorizos y carne de cerdo. En Asturias, donde uno de los guisos más famosos es el pote de castañas, se acompañan de sidra dulce, y las castañas que sobran se tiran al suelo, como ofrenda a los muertos. En Euskadi, se le suman los caracoles.
Con miel, confitadas o incluso cocidas enleche, en pasteles y postres típicos, acompañadas de higos, nueces, granadas, chorizo, membrillo y vino o en guiso, lo cierto es que otros pueblos de Castilla y León también comparten esta contundente cocina entorno a la cosecha de la castaña. En otros sitios, la tradición castañera es más tardía, como en la Sierra de Aracena, donde se hacen rehiletes, finas varas de olivo en las que se ensartan hojas de castaño y se coronan con este fruto, para quemarse luego en hogueras, realizar estelas en el aire y celebrar el conocido como tostón de la castaña.
Tradición vs Halloween
En algunas partes de Castilla y León y en Extremadura, llaman a esta reunión junto al fuego y las castañas calbote. En una especie de símil del “truco o trato” de Halloween, los niños hacen un recorrido conocido como chaquetía, en el que llaman a las puertas de sus vecinos entonando una canción popular para recibir un aguinaldo, que suele ser un puñado de castañas, membrillo o frutos secos para comer en el calbote.

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En la fiesta de Los Finaos, en Canarias, además de consumir castañas e higos dulces, los más jóvenes seguían la tradición de los santitos: llamaban a los timbres para preguntar si había algún santo en la casa, y recibían castañas o almendras a cambio. Aunque parezca curioso, hay otras tradiciones que se asemejan, como estas, a la costumbre americana de pedir dulces de puerta en puerta.
Comer castañas disfrazados de Frankenstein, recorrer el túnel del terror y cantar la castanyera, regalar viandas a los muertos antes de ir al cine a ver la nueva de Freddy Krueger o decorar el salón y preparar huesos de santo. De cada uno depende que las tradiciones se conserven, se abracen o no las nuevas modas que son, difícilmente, combatibles, pero fácilmente compatibles.