España se ha dado a conocer en todo el mundo como el país de los cien quesos, y no es para menos. Se podría saltar de una comarca a otra probando los típicos de cada zona, lo que hace de este lugar un paraíso para los más turófilos. Incluso en los lugares más recónditos y de más difícil acceso, muchos productos lácteos han mantenido su producción a lo largo del tiempo a pesar de las dificultades. Un ejemplo de ello está en un rincón de la comunidad más pequeña de la península, La Rioja, donde veinticuatro pequeños pueblos se hicieron hueco hace cientos de décadas entre los valles, cumbres, prados, bosques y barrancos de la Sierra de Cameros.
Desde el siglo XI, las ovejas merinas y las cabras eran el principal modo de vida de los habitantes de la zona, que producían queso fresco en las montañas y que, para comercializarlo, recorrían antiguos caminos que aún permanecen intactos para venderlo en los valles y en la ciudad. Lo que sobraba de ese producto hacía la ruta de regreso a las granjas y se dejaba madurar, convirtiéndose así en un bien escaso y preciado que inició una larga historia de supervivencia: el Queso Camerano. La quesería Lácteos Martínez, gran artífice de su rescate, ofrece en su planta de Haro la mejor manera de conocer su historia: descubrir el origen del producto, ser testigos de su tratamiento artesanal y paladear el sabor de un queso realmente exclusivo en una visita completamente sensorial.