Podría parecer poca cosa, pero la franja entre el cauce del Ebro y la Sierra de Cantabria es un caleidoscopio de sensaciones. Entre Labastida y Laguardia se expande una subregión vitivinícola fascinante pero, por encima de todo, se encuentra el primer gran destino enoturístico de España. Al menos, el primero en el que las bodegas se disfrazaron de edificios vanguardista y en el que las visitas son tan estimulantes como las catas... o incluso más.