Llegar a Jaén es adentrarse por completo en un mar de olivos. Sus carreteras serpentean el interior de estas tierras plagadas de árboles ofreciendo al visitante un viaje hacia un destino de lo más especial. Sobre todo, si se hace al atardecer, con el sol a la espalda mientras los reflejos dorados, naranjas y rojos celebran el comienzo del otoño y el final de otro día.