"Me voy pa'l pueblo"

Pueblos de España donde se come muy bien

El maridaje perfecto de vermú, pintxos, alta gastronomía y señoras que saludan.

Ya sea por el reconocimiento de las guías más famosas, por la popularidad de sus horas del vermú o por la cercanía a los productos más sabrosos, estos pueblos de España sorprenden por la calidad de sus restaurantes y, sobre todo, por hacer salivar solo con ser nombrados. Es hora de reivindicarlos y, ¿por qué no?, revisitarlos guiándose por el paladar.

 

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Peñafiel

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Peñafiel

Esta villa histórica, que se encuentra estratégicamente situada en el centro de su comarca, debe su nombre a la peña sobre la que se sitúa su castillo. Sus alrededores son conocidos por estar llenos de bodegas más y menos conocidas, pertenecientes a la Denominación de Origen Ribera del Duero como Pago de Carraovejas, Pesquera o Protos. Pero aquí también tiene importancia la gastronomía, porque Peñafiel cuenta con su propia estrella Michelín del restaurante Amvibium, donde Cristobal Muñoz homenajea al producto local y a la viticultura de la zona. Una visita indispensable para todo el que pase por allí, junto con la Plaza del Coso -en el centro de la villa-, llamativa por estar cubierta de albero y por convertirse durante las fiestas de San Roque en los asientos más privilegiados para disfrutar de sus corridas de toros.

Torrenueva

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Torrenueva

Javier Aranda ha puesto este pequeño pueblo de Ciudad Real en el mapa gastronómico español. Igual que lo ha hecho el inmenso hotel La Caminera, un paraíso para los amantes del golf y el cuidado personal, los que busquen un espacio en el que esconderse del mundo y los que quieran disfrutar de una auténtica experiencia gastronómica de la tierra. En Retama, galardonado en 2020 con una estrella Michelín, Aranda trabaja con el producto manchego y antepone los guisos y las tradiciones por encima de la modernidad. Una visión vanguardista en homenaje a sus raíces.

Aranda de Duero

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Aranda de Duero

Si por algo es conocida Aranda, además de por la imponente Iglesia de Santa María la Real o el Sonorama, es por sus asadores. El lechazo asado en horno de barro es una de las especialidades de esta zona. Un plato tradicional, de técnica aparentemente sencilla, pero difícil de plagiar, cuyo maridaje es inmejorable con los vinos de la Ribera.

Otro de los indispensables es El 51 del Sol, donde David Izquierdo trabaja la cocina de la tierra y el producto con una sintonía que se complementa a la perfección con el espacio, plagado de figuras naturales y de cepas secas en sus mesas. Allí ofrece un menú degustación y una carta de picoteo marcada por la cocina meditada, medida y sin improvisaciones de este cocinero y su tripulación.

CASTROVERDE DE LOS CAMPOS

Restaurante Lera

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Castroverde de los Campos

En el campo amarillo de Antonio Machado, como dice esa canción reivindicativa de La Moda haciendo referencia a la Castilla más deshabitada, se encuentra el pueblo de Castroverde de los Campos (Zamora) que se ha puesto muy, pero que muy, en el mapa gracias al restaurante Lera. Este lugar en el que viven 300 habitantes, Luis Alberto Lera y su padre Cecilio lo han convertido en la meca de la caza menor donde el pichón, es el plato a través del que gira su imaginario. También es fundamental la labor que están realizando en los palomares de la Tierra de Campos, un esfuerzo por recuperar parte de este patrimonio histórico y cultural de la zona que viene de tiempos de los romanos.

Casas Ibáñez

© Cañitas Maite

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Casas Ibáñez

En este pequeño pueblo de Albacete se ubica uno de los restaurantes que más está dando que hablar los últimos meses, Cañitas Maite, ubicado en su hotel homónimo. Javier Sanz y Juan Sahuquillo, finalistas al Premio Cocinero Revelación de Madrid Fusión 2021, son los directores del proyecto gastronómico de este grupo que oferta una propuesta más informal y divertida basada en una carta de barra con una selección de tapas gastro para comer con la mano y su carta de producto, más seria y gastronómica centrada especialmente en los arroces, los mariscos y las carnes a la brasa.

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Ezcaray

Quizás sea la viva imagen de lo que es un gastro-pueblo. Y es que justo cuando La Rioja se empina camino de la sierra Cebollera aparece esta localidad como el último reducto antes de los montes y las cumbres. Una ubicación geográfica que la convirtió desde pronto en un destino para montañistas, principalmente vascos, que venían hasta aquí en busca de otros paisajes. Los vecinos del norte trajeron consigo sus liturgias gastronómicas, sus pintxos y su gusto por el buen comer, de ahí que hoy en día Ezcaray presuma de una de las generaciones de restauradores más exitosa de nuestro país. Una hornada que lidera Francis Paniego, quien no renuncia en Echaurren Tradición a los platos que hicieron famosa esta venta familiar entre los que destacan sus legendarias croquetas y sus callos. Por otro lado, en El Portal pelea por mantener las dos estrella Michelin que ha logrado gracias a su particular visión de los platos de casquería. Pero Ezcaray es mucho más. No en vano, los acólitos de este destino suelen apostar también por la barra y el restaurante de Casa Masip, donde las croquetas (sí, también), los pintxos, la ensaladilla rusa y los boletus de temporada cuentan con un propio club de fans. ¿Otras opciones? Las raciones y desayunos del Roypa y los cócteles del Troika Bar, un pub absolutamente inesperado y maravilloso.

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Sigüenza

La metamorfosis de la ciudad del Doncel podría resumirse como un ¿quién te ha visto y quién te ve? De ser una localidad de asador, lechazo y tintorro ha pasado a ser un destino foodie de primer orden. En cierto modo, la punta del iceberg de todo es Samuel Moreno, el chef de El Molino de Alcuneza que ha conseguido, a base de pan y creatividad, dar con la clave de cómo tiene que ser la cocina de vanguardia castellana. Pero no es el único. De hecho, en el corazón del municipio se encuentra el otro restaurante estrellado, El Doncel, un espacio bipolar donde se puede desde saborear cualquier receta típica meseteña hasta las particulares versiones que Enrique Pérez ofrece en su menú degustación. Y para presupuestos ajustados, la barra del Bar Alameda sacia hasta al más voraz con una buena selección de producto y con pintxos y tapas sabrosas y muy, muy seguntinas.

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Betanzos

Aquí nació la única tortilla de patatas que merecería tener Denominación de Origen propia por su conexión con esta tierra (dicen que la magia viene de los tubérculos gallegos de variedad kennebec) y por su popularidad. Pero como con la fama ni se come ni se da de comer, lo más interesante es pedirse un pincho en las barras de Casa Miranda y Mesón O Pote, donde los más talibanes de la tortilla con cebolla renegarán de sus ideales.

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Trujillo

La tradición gastronómica de esta localidad siempre estuvo ligada a dos realidades: su encanto turístico y su carácter de cruce de caminos. De ahí que, desde que el turismo es turismo, sus bares y restaurantes se hayan empeñado en saciar las necesidades del forastero. Es decir, sorprenderle con migas, bacalao, quesos extremeños y otros platos típicos de la mesta que se aderezan con recetas de asador. Y sin embargo, en la Trujillo de hoy hay mucho más ya que, sin renunciar a este repertorio, lugares sagrados como La Troya y el Bizcocho están empezando a incluir algún trampantojo y alguna fusión. Otras opciones son El Refectorio o Azafrán y, para rematar el día, un cóctel en La Abadía.

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Cadaqués

Hay mucha vida más allá de Dalí y de las fotos idílicas de mar-barquita-barraca blanca en Instagram. De hecho, el ruido turístico que, en ocasiones, sufre Cadaqués no deja ver su verdadero potencial gastronómico. Y lo tiene. En primer lugar, porque su popularidad permite que haya hasta wine bars deliciosos como el de Martín Faixó donde el placer va más allá del postureo asociado a la degustación. En segundo lugar, porque mantiene su esencia marinera en tascas tradicionales y un tanto folclóricas como Casa Anita. Y en tercer lugar, porque acoge iniciativas locas que solo aquí triunfarían como es el caso de Compartir, uno de esos proyectos de Ex Bullis quedan logrado perpetuar su espíritu.

Foto: El Corral del Indianu

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Arriondas

El hecho de estar a medio camino de la playa y de los picos de Covadonga hace de este pueblecito un campo de pruebas para la gastronomía. De hecho, esta oportunidad la ha aprovechado al máximo José Antonio Campoviejo quien, en El Corral del Indianu ha encontrado el entorno y el ambiente perfecto para desarrollar su cocina contemporánea (premiada con estrella Michelin) donde es honesto con el producto logrando creaciones maravillosas. No muy lejos se encuentra Casa Marcial, un espacio biestrellado donde Nacho Manzano cumple con todos los requisitos para atraer a foodies de todo el mundo: innovación, tradición y riesgo. Eso sí, en Arriondas también hay hueco para la sidrina y las comidas relajadas en El Robledal, Los Arcos o La Posada de Granda.

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Getaria

Si hubiera que elegir un lugar neutral en una hipotética contienda gastronómica entre Vizcaya y Guipúzcoa ese sería Getaria. El pueblo que vio nacer a Balenciaga es mucho más que un puerto próspero. Es, también, el lugar donde sea sublimado el pescado a la brasa, en concreto el rodaballo, que suele ser el plato estrella de sus restaurantes más reconocidos. A la cabeza de todos está Elkano  y su estrella Michelin, lo que no quita que en Kaia Kalpe o en Txoko hayan logrado sublimar las recetas en las que mar y fuego se combinan de manera irresistible.

Foto: Meliá Sancti Petri

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Chiclana de la Frontera

Este rinconcito de la costa gaditana tiene el aliciente de tener dos caras. Por un lado, la marinera, la esencial, la que atrae a los viajeros que buscan la esencia y el salitre en templos como Popeye o Casa Pepe. Por el otro, la que trae consigo la urbanización Sancti Petri, un apéndice donde el lujo se agolpa a los pies de la playa de la Barrosa En sus hoteles y restaurantes se puede encontrar maravillas como Alevante, el restaurante que Ángel León tiene en el hotel Gran Meliá Sancti Petri o Cataria, el restaurante del Iberostar Selection Andalucía Playa en el que Aitor Arregi (sí, el de Elkano) importa su modus operandi para aplicarlo a los pescados de la bahía de Cádiz.

Navaleno

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Navaleno

Los amantes de las setas, de comerlas y/o de recogerlas, es posible que ya tengan fichado este lugar. Un pueblo localizado en la comarca de Pinares de Soria, en una zona de transición entre los relieves del Sistema Ibérico y las llanuras centrales que recorre el río Duero. Allí, el nombre de su comarca deja claro que los pinares son la base de su sustento, pues el pueblo vive de la madera de sus árboles, de la caza mayor -ciervos y corzos- que recorren su territorio y los hongos y setas que, prácticamente, se recolectan a lo largo de todo el año. Ésta última es la razón de la cocina de Elena Lucas en La Lobita, un restaurante con estrella Michelin cuyo imaginario y productos se encuentran en estos montes sorianos, y el de el restaurante El Maño, que desde 2003 tiene la micología por bandera y le ha llevado a formar parte de los Bib Gourmand de la misma guía. No se queda atrás el Mesón El Hachero, en el que las brasas y las carnes terminan por formar la combinación perfecta en una zona muy ligada al producto de territorio.

O Grove y La Toja

Ermida da Toxa

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O Grove y La Toja

A la entrada de la ría de Arosa, con vistas a una de las islas más conocidas por sus aguas medicinales, La Toja, se encuentra O Grove. Una península considerada la capital gastronómica de la costa gallega. No es de extrañar cuando entre los pescados de la zona destacan el rodaballo, la lubina, el mero, el lenguado y la merluza. Y, entre los mariscos, la langosta, el centollo, las vieiras, los percebes, las ostras, el bogavante y las almejas finas, por mencionar algunos. Todos ellos se fusionan con los platos típicos más tradicionales de la zona como el caldo gallego, el lacón con grelos o el pastelón de marisco. En O Grove, además de sus productos, destaca uno de los restaurantes del momento, Culler de Pau, donde su cocinero, Javier Olleros, explica que en su restaurante son intérpretes de su territorio e intentan que el comensal sienta la tierra en la que se encuentran a través de su cocina. Y vaya que si lo consiguen. Un restaurante singular que se combina a la perfección con el A sador O Chiringuito y la Taberna Lavandeiro, donde se pueden probar muchos platos tradicionales y buen marisco. Y si se cruza a la isla de La Toja, en A Casa do Marqués se puede degustar tapas típicas gallegas y una amplio abanico del recetario tradicional, incluyendo sus famosas queimadas como punto y final.

Villaverde de Pontones

Cenador de Amós

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Villaverde de Pontones

En medio de la naturaleza y a pocos kilómetros del mar Cantábrico se encuentra la pequeña localidad de Villaverde de Pontones, un lugar convertido en referente de la alta gastronomía gracias a Jesús Sánchez, chef de Cenador de Amós, que este año se ha llevado su tercera estrella Michelin. Su restaurante -encalvado en una casona palaciega del siglo XVIII- ha sido una puesta firme por su cocina, con el riesgo que conlleva ubicarse en una población de 334 habitantes, pero también ha servido para que este pueblo y sus encantos sean conocidos. Y es que, además de su gastronomía, Villaverde de Pontones tiene un patrimonio histórico que merece una visita: la iglesia parroquial de Santo Tomás del siglo XVII, el Palacio de Arco y la Casa-palacio de los Mazarrasa, por no hablar de la cantidad de monumentos y palacios que hay a su alrededor.

Casar de Cáceres

Quesos del Casar

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Casar de Cáceres

Aunque la Torta del Casar se elabore en 35 términos municipales cacereños, este pueblo es el que le da el nombre a su Denominación de Origen y hace de este lugar una de las visitas esenciales dentro de la ruta de gastro-pueblos. De hecho, se podría decir que este queso semi-líquido elaborado a base de leche cruda de oveja ha puesto de lleno en el mapa a Casar de Cáceres. Un pueblo en el que además de probar los productos típicos de la tierra como la patatera, sus embutidos de bellota, su aceite o su cava, se pueden visitar las queserías donde se elabora este queso tan peculiar y alabado y conocer desde dentro la importancia que su D.O. tiene para este entorno.

Noja

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Noja

Los veranos son para ir a degustar los productos cantábricos a Noja, ese pueblecito de veraneo que encandila a sus visitantes con sus paisajes y su despensa a partes iguales. Mariscos, pescados y algas. Sí, algas, en Sambal. Un restaurante en donde la cocina se abre al mar y a la tierra y en donde las raíces y las costumbres se intuyen en cada plato. La cocina de Javier Ruiz es de corte tradicional pero moderna, de ahí que en sus pases se fusionen productos de sus mares como la jibia de Noja con garbanzos especiados. O un arroz marino que hace referencia a las algas del litoral con las que se cocina.