UN PARTENÓN EN LA PRIMERA CIUDAD JARDÍN DEL MEDITERRÁNEO
El Hostal La Gavina no es un hotel cualquiera. No lo es por el nombre, que se ha mantenido así desde que su fundador, Josep Ensesa i Pujadas, decidiera unir y abrir en forma de alojamiento dos de los chalets de S'Agaró, una promoción urbanística sin comparación en toda la Costa Brava. Junto al arquitecto Rafael Mansó i Valentí, Ensesa tuvo el sueño de crear una ciudad jardín en una la península que cierra por el norte la playa de Sant Pol, en Girona. El proyecto era pionero por su concepción (era primera urbanización de estas características en el litoral español); por su diseño, en el que Mansó modernizó el imaginario de la arquitectura popular y mediterránea; y por su objetivo de crear un oasis en la Costa Brava, destino que aún no era frecuentado por los turistas de entonces.
Promotor y urbanista sentaron las bases de S'Agaró, un complejo que en 2024 cumplirá 100 años y de La Gavina, un hotel de lujo que sigue cosechando los éxitos derivados de la exclusividad bien entendida. Su propio emplazamiento ya es una declaración de intenciones: una plataforma que domina toda la bahía desde donde sentir esa fantástica bipolaridad de la Costa Brava, con el mar rompiendo en las rocas por un lado y acariciando la arena por el otro.

Foto: Hostal La Gavina
Es imposible no sentirse en la Acrópolis de Atenas en las hamacas de su piscina, en un espacio elevado geográfica y conceptualmente por encima de la algarabía de la playa de Sant Pol. Una sensación que se contagia al resto de las estancias, ya sea bajo las claraboyas y pasillos que conectan las áreas del hostal o a la sombra de los pinos que enverdecen los jardines.
Al Hostal y a sus propietarios, la familia Ensesa, les podría valer solo con esto. Sin embargo, desde hace una década han optado por hacer convivir la herencia de un lugar de veraneo con una notable tasa de repetición con la búsqueda de nuevos aires y de huéspedes que buscan un toque diferente. Y lo han encontrado en la gastronomía, poblando las cocinas de antaño con diferentes propuestas que cambian el paso de los elogios. Aquí ya no se viene a dormir, a desconectar o a codearse con cierta burguesía catalana. Aquí se viene, también, a comer muy bien.

La playa más bonita de Asturias y otras 10 que merecen un chapuzón
EL CHIRINGUITO QUE NO LO ES
La primera declaración de intenciones de La Gavina está fuera de sus dominios. El breve y agradable paseo desde su puerta hasta la Taverna del Mar permite contemplar los Baños de S'Agaró, unos sofisticados vestuarios que el propio Josep Ensesa i Pujadas levantó con el fin de popularizar los días en la playa. De hecho, el empresario también apostó por atraer a bañistas ocasionales mediante autobuses que fletaba desde Barcelona. Y para avituallarles, construyó un restaurante a pie de playa, con arcos que se pierden en el horizonte y una terraza irresistible tanto para los cánones de entonces como en los de ahora.
Las portadas de la revista S'Agaró, que se editó alegremente desde 1935 hasta 1974, ayudan al comensal casual a ubicarse en un discurso estético similar al de La Gavina. Y al que viajero que viene recomendado desde el Hostal, le aporta un punto vintage más casual a la estancia. Sea como fuere, la Taverna del Mar es mucho más que ubicación y estética.

Foto: Hostal La Gavina
El fichaje, a inicios de temporada, del chef Josep Muniesa y la promoción de Jaume Solé Maya como director del restaurante ha venido de la mano de un órdago gastronómico. Y es que en sus mesas no solo se sirven los clásicos platos de un día de playa (arroces, entrantes fríos, pescados del día...) sino que cuentan con una carta donde los pescados y los mariscos se muestran superlativos. A las delicias capturadas por la Cofradía de Pescadores de Sant Feliu de Guixols se le suma una red de proveedores de toda España que les ofrecenlos carabineros más grandes y sabrosos, los bogavantes más salvajes y las ostras más frescas. Tan abrumador como delicioso.
Todo ello sin descuidar los arroces y paellas (elaboradas con este producto premium) ni olvidarse de unos entrantes donde se confirma que no se trata de un chiringuito más. Y menos con propuestas como el boquerón en vinagre con frambuesas y fruta de la pasión con pan tostado o los buñuelos de bacalao con alioli de membrillo. En definitiva, producto, producto, producto y, por supuesto, una cocción perfecta y una carta de vinos en la que no se hace remilgos a ninguna D.O.

Foto: Hostal La Gavina
ALTA COCINA AL PIANO
Sutil es el cartel que anuncia su existencia a la entrada de La Gavina. Sutiles son las escaleras que conducen hasta su salón y su terraza y sutiles son las notas al piano que suenan en los primeros compases de una velada en Candlelight. Este restaurante de alta cocina, comandado por el chef Romain Fornell (que ejerce, de facto, de director gastronómico del Hostal de La Gavina) cuenta con la juventud en cocina de Oriol Fernández.

Foto: Hostal La Gavina
Esta influencia jovial está siempre latente, ya que aporta a los platos diseñados por Romain Fornell una minuciosidad milimétrica y una frescura innovadora con los que se redondea la propuesta del cocinero francés. En pocos sitios se puede degustar una mezcla tan equilibrada entre la cocina mediterránea y la sofisticación gala como en este curioso restaurante. Sobresaliente resulta la flor de calabacín con rebozuelos, almendra y salsa nantua así como el rodaballo con muselina de albahaca y sopa de celeri. El maridaje, a base de vinos catalanes, franceses y europeos, acaba por sintetizar este puente entre los dos lados de los Pirineos sin por ello desafinar.

NO ES OTRO BAR DE PISCINA MÁS
En el Hostal La Gavina casi todo sucede alrededor de su piscina. De ahí que su restaurante Garbí, que abre solo al mediodía, también forme parte de ese refinamiento culinario. No cuenta con el producto exclusivo de la Taverna del Mar ni con las técnicas culinarias de Candlelight, pero esta coqueta terraza logra cumplir con las exigencias de un huésped que ya conoce los otros dos espacios gastronómicos del complejo y de un público de fuera que sale de aquí sin ningún pero en la cuenta. Un desafío mucho más osado de lo que aparenta, ya que en este entorno el verdadero objetivo que subyace es más el de no defraudar que el de sorprender. Y sin embargo, logra ambas cosas gracias a unos entrantes divertidos y bien ejecutados y a unos arroces y pescados que son la antítesis de lo vulgar.

Cuando cae el sol, la piscina experimenta otra metamorfosis. En este caso, el polo magnético es su bar, donde los aperitivos frescos y las cervezas soleadas dan paso a los cócteles de autor, y nunca mejor dicho. Detrás de su menú está Javier de las Muelas, propietario de Dry Martini y uno de los revolucionarios del mundo de los combinados en España. Renombrado como Club Garbí, essta barra es una de las grandes novedades del verano de 2023 y se acompaña de música en directo, una carta de puros y el tintineo de la luna sobre la apacible bahía de fondo.
EVENTOS ÚNICOS
Esta suerte de verano sabroso y sofisticado se refuerza con un programa de eventos en los que Romain Fornell invita a otros chefs a crear juntos una serie de brunchs y menús a cuatro manos para hacer más especial, si cabe, el estío. La próxima cita, el 23 de septiembre, cuando el chef Rafa Zafra se unirá al director gastronómico para dar rienda suelta a su creatividad y su amor por el producto en el bautizado como Garbí Food Festival.