Fue Marco Polo, en su diario de viajes El libro de las maravillas del mundo, el que despertó la pasión y la intriga por el viaje en muchos exploradores. De la misma manera que llenó su libro de relatos a cerca de las riquezas asiáticas que tanto llamaban la atención en mercaderes y comerciantes de la época: las telas, las perlas, la seda, las piedras preciosas, las especias… Cada uno de estos tesoros conformó una de las rutas comerciales más importantes de la Edad Media levantando curiosidad por la mercancía que traían, incluyendo lo relacionado con la gastronomía.