Champagne sin burbujas

En busca de Dom Pérignon

Un gastro-viaje que arranca en Épernay y que culmina frente a su tumba, en la abadía de Hautvillers.

¡Que paren las rotativas! Champagne es, también, una región. Puede que su producto fetiche, este vino espumoso, sea mucho más famoso que sus paisajes y ciudades, lo que no quita que no merezca la pena recorrer sus viñedos. Y más cuando se hace en busca de uno de los personajes más relevantes de la historia de la viticultura; Pierre Pérignon, venerado como Dom después de que lograra crear un elixir con el que se bebían “las estrellas” según sus propias palabras.

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shutterstock 1097702270. Primera parada: Avenida del Champagne de Épernay

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Primera parada: Avenida del Champagne de Épernay

 

Fue en 1921 cuando la famosísima vitivinícola Moët et Chandon decidió realizar un espumoso único tras una vendimia excelente. Su peculiaridad, que estaba realizado solo con uvas recolectadas en un mismo año, algo poco común en una D.O. que acostumbra a ensamblar diversas añadas para asegurarse el éxito. En 1936, quizás para celebrar el final de la Gran Depresión, exportó a sus mejores clientes estadounidenses esta creación única, naciendo así el que es hoy en día el Champagne más prestigioso del mundo.

 

Para elegir el nombre no tuvieron que realizar ningún brainstorming. Desde que en 1822 Pierre-Gabriel Chandon de Briailles (yerno de Jean-Remi Moët) comprara la abadía de Hautvillers, la sombra de Pierre Perignon siempre fue muy alargada en esta compañía. El hecho de poseer el monasterio donde este monje desarrolló el método champenoise no requería de ningún bautismo épico ni de ninguna elección de nombre demasiado compleja.

 

Por eso, cuando se llega a la Avenida del Champagne de Épernay, la arteria donde se ubican las principales bodegas de esta ciudad, no resulta extraño que la entrada a Moët et Chandon esté presidida por una estatua épica de este monje. Dentro, una experiencia multimedia guía a los grandes grupos de turistas por la historia de esta casa en una visita demasiado promocionera. Eso sí, arrancar aquí cualquier viaje permite disfrutar de una calle que es Patrimonio de la Humanidad donde se estableció un estilo arquitectónico propio. Una especie de neoclasicismo en el que la piedra y el ladrillo se usan de forma palaciega y elegante. 

35882637 2017812574908198 7511333158533464064 o. Segunda parada: Bodega Alfred Gratien

Foto: Alfred Gratien

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Segunda parada: Bodega Alfred Gratien

No todas las bodegas sitas en la pomposa avenida ofrecen visitas a sus instalaciones y, las que lo hacen, a veces carecen de personalidad ni de guías hispanohablantes. Por eso, merece la pena desviarse hasta la sede de Alfred Gratien, una vitivinícola que hace apenas unos años decidió apostar en grande por el enoturismo. ¿Y por qué es relevante conocer una bodega como esta con un experto? Pues porque es fundamental comprender la forma de realizar este vino, cómo esa segunda fermentación en botella le aporta unos carbónicos y una aguja natural al resultado final en un sistema que luego han copiado otras variedades como es el cava.

La visita a Gratien es, y nunca mejor dicho, canónica para asimilar la esencia de champagne. El recorrido entre sus barricas procedentes de Borgoña sirve para ilustrar la gran singularidad de la casa: solo fermentan en madera. Después, a varias decenas de metros bajo el suelo, espera el botellero en el que se comprende mejor lo que sucede dentro del vidrio.

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Foto: Ballon de Épernay

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Tercera parada: Ballon de Épernay

No muy lejos de la sede de Alfred Gratier, un enorme globo sorprende a la retina. Se trata del flamante Ballon de Épernay, globo cautivo (ya que está atado a una enorme cuerda que controla y limita el ascenso y el descenso) que sube hasta 150 metros. Allí arriba se comprende mucho mejor champagne, con las vistas al río Marne, a su valle y a los viñedos que alfombran la cara sur de la Montaña de Reims. Quienes han pagado el ticket que incluye una degustación pueden brindar con una referencia que se cambia cada día. Quienes no, tienen mucho que contemplar. Pero esta novísima atracción es mucho más. En el fondo, es el sueño cumplido de una ciudad que ansiaba con tener un símbolo con el que reconquistar champagne. Es decir, con el que reclamar el trono de capital mundial de este espumoso y contarlo a los cuatro vientos. Mejor dicho, mostrarlo desde el aire.

iStock-898217778. Cuarta parada: Äy

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Cuarta parada: Äy

Es el momento de dejar atrás la ciudad para sumergirse en ese microcosmos de mansiones de ladrillo y pueblos pudientes que salpican el Valle del Marne. Un recorrido marcado por los abundantes wine bars y entecas que gobiernan en cada pueblo y por se no-sé-qué de región próspera. No en vano, aquí hasta el último vendimiador puede presumir de unos ingresos más altos que los de cualquier otro temporero del país. De hecho, en muchas esquinas aún resuenan los ecos de la huelga de 1911 mediante la cual los pequeños viticultores lograron que solo se pudiera producir champagne con las uvas de esta región y que la grandes empresas tuvieran la obligación de contratar primero a los agricultores del sindicato local.

La conclusión de toda esta bonanza se sintetiza muy bien en Ay. Su iglesia principal, del siglo XV, ya da a entender la prosperidad que el vino la daba a esta región antes de que llegara Dom Pérignon. Sus callejuelas, a veces impiden ver las enormes mansiones que se ocultan tras sus fachadas, como es el caso del hotel Castel Jeanson, un edificio que se debate entre este neoclasicismo típico del nordeste de Francia y entre el Art Nouveau, un estilo en el que sobresale uno de los hijos predilectos de esta locadlidad: el diseñador René Lalique. Una ruta audioguiada conduce al curioso por sus edificios más emblemáticos en Äy.

MVTC-Sunset-champagne. Quinta parada: My Vintage Tours

Foto: My Vintage Tours

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Quinta parada: My Vintage Tours

Otro ejemplo del ímpetu de Champagne por transformarse en un destino enoturístico a la altura de su nombre es la empresa My Vintage Tours. Creada por los hermanos Garza, esta compañía ofrece tours personalizados por los viñedos de la región. En palabras de Maëva Garza, por aquellos caminos “que no están marcados en Google Maps” y que solo conocen los viticultores de la zona. Todo ello con un extra: se realiza a bordo de un Renault Estafette Alouette, una simpática furgoneta icono de la Francia de los años 60 y muy utilizada por los agricultores champenoise. La experiencia permite subir y bajar colinas, hallar los rincones más fotogénicos y rematar la visita con una degustación campestre con la que dar un salto de calidad al feed de Instagram.

iStock-837156670. Sexta parada: Abadía de Hautvillers

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Sexta parada: Abadía de Hautvillers

Toda excursión entre viñedos tiene una parada obligatoria en la abadía de Hautvillers. En su iglesia, de apariencia normalita, se encuentra la tumba de Dom Perignon, a quien se le rinden loshonores por haber transformado por completo la región. La historia aún debate quién fue el verdadero inventor del champagne, si él, su compañero de cenobio Thierry Ruinart o su sobrino Nicolas Ruinart, fundador de la primera bodega de champagne del mundo. La cuestión es que a Perignon sí que se le puede reconocer hecho de haber introducido una serie de innovaciones que, junto a su lápida, se detallan. Entre ellas, el uso de un vidrio más grueso, una idea que tomó de unos peregrinos belgas o de un tapón de corcho que soportaba la presión de la segunda fermentación en botella. Y todo ello en un entorno donde el lujo que destila su nombre contrasta con la sencillez de una abadía demasiado afectada por las guerras modernas que se produjeron en esta gran planicie del nordeste del país.

iStock-836482790. Séptima parada: Hautvillers

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Séptima parada: Hautvillers

Por lo demás, Hautvillers merece un paseo por sus callejuelas, sus casitas ajadas, todas ellas blasonadas por unos emblemas que definan la profesión de cada familia y por su pasión por el champagne. De hecho, es un delito marcharse de aquí sin visitar la tienda y restaurante Au36, un espacio donde esta bebida lo es todo y donde se puede aprender, mediante degustaciones y menús genuinos, que champagne es mucho más que una bebida pomposa. Es, también, una región que empieza a despertar.