No hay nada más viejuno que asociar Navarra y sus vinos a los grandes latifundios que antaño surtían de tempranillo y otras variedades a La Rioja. En los últimos años, enólogos y propiertarios han dado un paso adelante para dejar atrás la mala fama y perfeccionarlo todo. Ahí están, sin ir más lejos, esos rosados que, por calidad, deberían de estar en todos los Beach Clubs de la costa o esos tintos que se benefician de esa complejidad orográfica que tiene esta tierra. Pero, más allá del valor de estas referencias emergentes, existe una forma de descubrir este nuevo espíritu que caracteriza esta Comunidad Foral: yendo de bodega en bodega.