Pese a que cada vez más viajeros hacen un alto en el camino para conocer el Delta del Ebro, pocos conocen la existencia de este lugar. Su ubicación, en el límite sur de la salvaje playa del Trabucador, ya es de por sí remota, algo que se incrementa por el hecho de estar cerrada al público general. Sin embargo está ahí, y lo lleva estando desde hace casi 100 años ya que la sal aquí extraída ha sido muy útil durante las últimas décadas. No obstante, en los últimos años su filosofía ha cambiado. El hecho de permanecer aislada, de contar solo con la contaminación humana de sus pocos trabajadores y el interés gastronómico despertado por su flor de sal ha transformado esta explotación agroalimentaria en un santuario natural que cumple a la perfección con las exigencias de conservación y protección medioambiental de un delta que es Reserva de la Biosfera.