Vendimia, vendimiadora

San Martín de Unx: viticultura singular... y en femenino

Un pequeño pueblo ubicado en la zona media de Navarra se ha convertido en uno de los destinos enoturísticos más especiales de España.

En las arquivoltas de la portada sur de la iglesia fortificada de Ujué hay representada una escena de vendimia en el lado izquierdo donde se ven las hojas de vid, los pájaros picoteando, los animales de carga y las mujeres trabajando. El detalle puede parecer insignificante, pero es una crónica escrita en piedra que muestra que las mujeres participaban ya entonces activamente en las tareas del campo y que estas eran tierras de vino en los siglos del gótico. Y no de cualquier vino: según cuenta Luis Correa en su Historia de la Conquista del Reino de Navarra, en 1512, estando Luis XII en San Juan de Pie de Puerto (en Nueva Aquitania), hubo de mandar una nota al duque de Alba requiriéndole “vino de San Martín, porque lo que él bebía era muy malo". Se desconoce qué vino tenía allí el Delfín de Francia, pero menos mal que estaba el de San Martín de Unx.

 

De Ujué a San Martín de Unx se tarda menos de 10 minutos en coche. Cuando se llega ya huele a vino, como si el rastro de todas las vendimias pasadas se hubiera ido quedando pegado en las piedras de las casas. El pueblo es una rareza tanto geográfica como vinícola. Lo es por su agreste topografía y porque en pleno epicentro de la despoblación navarra se encuentran cinco bodegas (dentro de la Denominación de Origen Navarra) en las que las mujeres tienen mucho que decir. Esta es la apuesta de San Martín de Unx para tratar de frenar la despoblación: se lo han jugado todo a la garnacha y la apuesta les está saliendo bien.

 
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El paisaje de la botella

Foto: José Alejandro Adamuz

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El paisaje de la botella

El Land Rover Santana plateado de Bodegas Unsi arranca con un ruido bronco. No es la melodía refinada y tecnológica de los vehículos modernos, “pero se puede confiar en él a ciegas”, dice Íñigo Méndez cuando arranca. Seguramente el coche tenga más años que él mismo. Al cerrarla, la puerta suena a latón. Es adentrarse por las sendas y comenzar a dar botes, como si alguien en la antigua fábrica de Linares se hubiera olvidado de ponerle amortiguadores al coche. Hace calor y el polvo se descompone en partículas suspendidas entre la luz. Mientras, el 4X4 avanza por las pendientes sin esfuerzo. 

La vegetación llega hasta la misma linde. Es de tipo mediterráneo, hay matorral de monte y carrasqueras, huele a hinojo, anís, romero y lavandas. “Toda esta es la atmósfera que afecta al vino de San Martín de Unx. Por eso es tan reconocible en la calle, porque el toque anisado de las plantas aromáticas se mezcla con la frescura que regala la acidez de la garnacha en cotas altas. Con estas notas aromáticas muy potentes, tenemos un paisaje dentro de una botella de vino”, explica Íñigo esgrimiendo una rama de tomillo con la que señala hacia el horizonte.

La agricultura se va modulando en medio de la vegetación autóctona, creando sus propios espacios. Se aprecian pequeñas terrazas, viñedos de vaso de unos treinta o cuarenta años que crean una especie de damero de viñas en el paisaje, junto a también otros emparrados más modernos. “Aquí trabajaban nuestros antepasados. Hacían sus perpendiculares, plantaban una cepa cada metro o metro y medio, y en los orillos, olivos, para llevar aceite a casa”, sigue explicando Íñigo sin soltar el volante. 

garnacha

Foto: José Alejandro Adamuz

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Una aldea poblada por irreductibles catatas y catatos

La variedad de uva más emblemática en la zona es la garnacha. En realidad, en el pasado lo fue en gran parte de Navarra, llegando a representar un 90 % del territorio, pero a finales del S. XX con la despoblación se fue reduciendo de forma precipitada y ahora está presente en menos del 30%. Pero en San Martín de Unx no se arrancó tanta como en otros lugares y se ha seguido plantando. 

La garnacha es fácil de reconocer en el paisaje porque tiene por detrás una hoja lisa, un color verde muy enérgico y se planta en terraza para que tenga todo el espacio del mundo, porque sus raíces se despliegan profundas. Se aprecian cortes de viñedos de cuatro o cinco metros de altura. Es un terreno pedregoso, de piedra disgregada y suelta en la superficie que viene muy bien porque filtra el agua y a la vez permite que la tierra retenga la humedad. Así de natural, así de perfecto.

El Land Rover sigue subiendo entre viñedos. Se ve el Moncayo en el horizonte, la laguna Pitillas, toda la ribera de Navarra. Cerca corre el Ebro y cuando lleva niebla se le puede seguir el rastro desde lejos. Es el uso el que crea los caminos, dice Robert Moor en su ensayo En los senderos (Capitán Swing) y estas son sendas usadas y trabajadas. Hay muros que se ven por todo el paisaje. Son historia, testimonio de una tradición agrícola que convive con el entorno. Se sacaban las piedras del cultivo y para retener el talud se colocaban en seco. Estos muros enriquecen la biodiversidad de la zona porque sus grietas, recovecos y demás son refugio de pequeños insectos, lagartijas, pequeños reptiles. 

Nota: catatos es uno de los gentilicios con los que se conoce a la gente de San Martín de Unx

 
Maximo Abete

Foto: Bodega Máximo Abete

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Cuando avanzar es ir a contracorriente

Este paisaje en el que se abren hueco pequeñas fincas entre la naturaleza silvestre es lo que salvó del desastre a Bodegas Máximo Abete a principios de la pasada primavera. Lo explicaron en su Facebook el 14 de abril: tres de sus viñas habían quedado arrasadas por una fuerte helada, pero tener los viñedos diseminados permitió esquivar el golpe más duro.

La bodega tiene sus fincas en la zona de Vallerbitos, en la sierra de La Guerinda. Algunas son las mismas que comenzó a recuperar su padre en la década de 1990. “Lo que hizo fue ir un poco a contracorriente -explica en la bodega María Abete- porque en aquella década la viticultura giraba en torno a fincas con fácil acceso y mecanizadas, esa era la tendencia entonces”. De algún modo, su padre llegó a la idea de que lo que debía hacer era lo contrario, que lo singular de San Martín de Unx eran los viñedos en los montes, que ese era el patrimonio agrícola que había de salvarse. Esto le valió que muchos fueran diciendo por ahí que lo que hacía era una locura. Aún se lo recuerdan a María muchas veces y ella sonríe. “Quizá en aquel momento chocó un poco, pero hoy a nivel pueblo ya se entiende, con el proyecto de Unsi o con la bodega cooperativa San Martín, por ejemplo -prosigue en su explicación-. Sí, nuestra viticultura será más dura que la mecanizada y tal vez no sea tan rentable, pero si somos capaces de darle valor a la garnacha es lo que acabará por dar identidad a nuestro pueblo y lo situará en el mapa”. 

La defensa a ultranza de la garnacha no es gratuita, en Bodegas Abete saben que el negocio está en buscar y entender las peculiaridades de cada sitio y saber trasladarlas a través del vino. Y eso en San Martín de Unx pasa necesariamente por la garnacha: “es que puede expresar mejor de dónde viene que otro tipo de variedades. Queremos contar una historia porque cuanto más locales somos, la gente lo acepta mucho mejor en un mercado tan global”, explica María mientras descorcha una botella de Guerinda Casalasierra

Toca catarlo: además de la altura, San Martín de Unx es una de las zonas más al norte donde se encuentra garnacha cultivada y eso hace que junto a viñedos viejos y entorno muy salvaje, con todo lo que conlleva de flora y biodiversidad, la uva acumule azúcares y que se compensen muy bien con la acidez al final de su maduración. Es por eso que se dice siempre que los vinos de la localidad son muy frescos. El Guerinda Casalasierra tiene un color muy intenso y un aroma y sabor que recuerda a las frutas rojas, a las fresas silvestres, a las gominolas de fresa. Pura frescura en boca, de esos vinos que ayudan a borrar de un copazo cualquier prejuicio frente a los rosados.

En la foto, los responsables de Bodega Máximo Abete: 

Yoanna y María Abete Lerga

Juanma Priego Ruiz

Josefina Valencia tiene 87 años y ha sido “de toda la vida labradora”. A los 12 años ya dejó de ir al colegio, “porque me quería mi padre para ir al campo. Mis amigas sí se fueron a servir y mi padre no me dejó… Antes de ir al campo, yo qué sé a dónde me hubiera ido, pero no me dejó. Me llevaba a todo, a sulfatar, a sarmentar…”. Ella es una de las mujeres que aparece en el documental ¡Y a la viña también!, con el que Irene Guede Arboniés ha dado voz a las mujeres de diferentes generaciones para que pudieran explicar su experiencia en la viña.

Algunas iban más a gusto al campo y otras sencillamente no eligieron, hacían lo que tocaba; pero como explica en el documental María Pilar Zapata (71 años), “la mujer siempre ha estado ahí, aunque visualmente nunca haya estado en la parte delantera, por así decirlo: las cuentas, los hijos, la casa, la crianza, los cuidados a la familia”. Mientras que Amparo Muruzal (71 años) explica que lo curioso es que las mujeres, aún yendo muchísimo tiempo al campo “no nos dejaban cotizar a la seguridad social y eso me parece que no ha estado bien, porque como ama de casa no te han dejado cotizar porque no le daban importancia alguna, solo era obligación”.

Efectivamente, Irene cuenta a Viajes National Geographic en conversación telefónica que antes de rodar, hizo un trabajo de documentación y descubrió que las mujeres no aparecían en documentos de la época, “no están en las estadísticas, es como si no hubieran ido nunca al campo, cuando una tiene abuelas y madres y sabe que sí, que también iban. Renunciaron a muchas cosas por el simple hecho de ser mujeres, no por otra cosa”, denuncia. Y, sin embargo, San Martín de Unx no sería hoy el mismo lugar que es sin todas ellas en primera línea.

 

Trailer de ¡Y a la viña también!, de Irene Guede Arboniés

Trailer de ¡Y a la viña también!, de Irene Guede Arboniés

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¡Y a la viña también!

Josefina Valencia tiene 87 años y ha sido “de toda la vida labradora”. A los 12 años ya dejó de ir al colegio, “porque me quería mi padre para ir al campo. Mis amigas sí se fueron a servir y mi padre no me dejó… Antes de ir al campo, yo qué sé a dónde me hubiera ido, pero no me dejó. Me llevaba a todo, a sulfatar, a sarmentar…”. Ella es una de las mujeres que aparece en el documental ¡Y a la viña también!, con el que Irene Guede Arboniés ha dado voz a las mujeres de diferentes generaciones para que pudieran explicar su experiencia en la viña.

Algunas iban más a gusto al campo y otras sencillamente no eligieron, hacían lo que tocaba; pero como explica en el documental María Pilar Zapata (71 años), “la mujer siempre ha estado ahí, aunque visualmente nunca haya estado en la parte delantera, por así decirlo: las cuentas, los hijos, la casa, la crianza, los cuidados a la familia”. Mientras que Amparo Muruzal (71 años) explica que lo curioso es que las mujeres, aún yendo muchísimo tiempo al campo “no nos dejaban cotizar a la seguridad social y eso me parece que no ha estado bien, porque como ama de casa no te han dejado cotizar porque no le daban importancia alguna, solo era obligación”.

Efectivamente, Irene cuenta a Viajes National Geographic en conversación telefónica que antes de rodar, hizo un trabajo de documentación y descubrió que las mujeres no aparecían en documentos de la época, “no están en las estadísticas, es como si no hubieran ido nunca al campo, cuando una tiene abuelas y madres y sabe que sí, que también iban. Renunciaron a muchas cosas por el simple hecho de ser mujeres, no por otra cosa”, denuncia. Y, sin embargo, San Martín de Unx no sería hoy el mismo lugar que es sin todas ellas en primera línea.

 
el futuro de la garnacha

Foto: Irene Guede Arboniés

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el futuro de la garnacha

“Empezó la industrialización y aquí fue como una desbandada general, eso sí... tengo como un dolor y un sentimiento de frustración de ver que la gente se te va del pueblo”, se aprecia cómo Amparo Muruzabal se emociona en el documental al hablar del proceso de abandono del pueblo durante los últimos años. Hoy la respuesta puede estar en la misma viña que muchos arrancaron en los 90. El relevo actual de mujeres está siendo capaz de darle la vuelta a la situación, imprimiendo un valor emocional al trabajo en el campo que puede servir como ancla para frenar la despoblación de la zona. 

 

“A las que fueron. Por esfuerzo, dedicación y entrega. A las que son. Por su lucha, valentía y compromiso. A las que serán. Porque vuelen alto y libres”

(Dedicatoria que aparece en el documental)

Una generación dedicada a la viticultura, con mujeres como Isabel Valencia, María Abete y su hermana, Yoanna, de Máximo Abete, como María Luisa, de Bodegas Beramendi y, las más jóvenes, como Sara Valencia Sanz o Leticia Bueno, ambas ingenieras agrónomas, en la veintena, y que apuestan por quedarse en el pueblo. En definitiva, como dice María Abete durante el documental, trabajan para poder crear un sentimiento de comunidad que compartir con sus hijos.

 

Las participantes en el documental en representación de todas las “catatas” vendimiadoras:

María Abete Lerga

Leticia Buenos Janices

María Jesús Janices Muruzabal

Amparo Muruzabal Berruezo

Josefina Reta Lerga

María del Carmen Senosiáin Burgui

Josefina Valencia Leoz

Sara Valencia Valencia

Isabel Valencia Valencia

Sara Valencia Zapata

Pilar Zapata Aróstegui

 

 

Y a la viña también 6

FOTO: IRENE GUEDE ARBONIÉS

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La unión hace la fuerza

Garnatxa es una asociación que trabaja contra la violencia de género, la conciliación familiar y en pos de visibilizar a la mujer en el entorno rural, trabajando por y para la igualdad. “Si no nos preocupamos nosotras, parece que a nivel gubernamental estos temas están en un segundo plano. Necesitamos soluciones reales porque si no estamos volviendo a lo de siempre, a que las mujeres se vean obligadas a reducir sus jornadas laborales a costa de perder un poco su carrera profesional”, comenta María Abete.

La fundación de esta asociación de mujeres de San Martín de Unx es muy reciente. A las mujeres más jóvenes del pueblo les iba rondando la idea desde hacía tiempo, desde que se reunían espontáneamente para hablar de sus cosas o se concentraban el 8 M y en otras fechas importantes, pero ha sido ahora que la han formalizado. Este 2021 ha sido intenso: mientras rellenaban los formularios del registro, estaban preparando el documental junto a Irene. Y todo ello, sin dejar de lado los trabajos en la viña. “Ahora es muy diferente a lo que ocurría con nuestras abuelas y madre -explica María Abete- porque hoy en día las mujeres estamos plenamente incorporadas al mercado laboral y se entiende una corresponsabilidad en las tareas del hogar con la pareja. Aunque todavía no se ha conseguido en la totalidad. Hoy en día acabamos haciendo un tetris de horarios y un cuadrar todo para conseguir la conciliación que es muy complicado…”.

 
viticultura en femenino

Foto: Irene Guede Arboniés

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viticultura en femenino

“Mis abuelas trabajaban en el campo, pero luego llegaban a casa y preparaban la comida a los que estaban vendimiando, se ocupaban de lavarles la ropa… Duplicaban la jornada, iban a vendimiar por la mañana y por la noche se dedicaban a cuidar”, explica Maria Luisa, de Bodegas Beramendi

Ella también conoce bien esas jornadas de trabajo infinitas dentro y fuera de la viña. Maria Luisa tiene tres estrellas tatuadas en la muñeca. Son discretas, pero se le ven cuando brinda. Es una estrella por cada uno de sus hijos. Maria Luisa y su madre tuvieron que tomar las riendas de la bodega cuando su padre murió tras un trágico accidente. Ahora su madre se ha jubilado y le toca seguir a ella sola adelante, con la bodega y con lo de ser madre. Eso es lo complicado, conciliar todos esos mundos, tener un proyecto de vida así.  “Mi padre tuvo un accidente dentro de la bodega y murió al poco tiempo. Fue un comienzo un poco complicado. De repente te toca hacerte cargo de todo de un día para el otro. Lo nuestro fue un poco a martillazos”, explica a Viajes National Geographic.

 
Bodega CUBOS G

Foto: Bodegas Beramendi

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¡Y saltó la sorpresa en San Martín de Unx!

Probablemente la diferencia con las generaciones pasadas es que estas mujeres sí han tenido oportunidad de escoger y resulta que se han quedado con la viña, que es lo que han visto siempre en la familia, que es lo que siempre han sentido como propio… La recompensa está llegando a modo de éxitos y reconocimientos tan singulares como que el tinto de Bodegas Beramendi haya sido seleccionado entre los Vinos D.O. Navarra 2021. A la cata se presentaron cerca de 115 muestras pertenecientes a 40 bodegas de la D.O. Navarra para las categorías: Vino Blanco Navarra, Vino Rosado Navarra, Vino Tinto Navarra, Vino Tinto Garnacha Navarra y Vino Blanco Dulce Navarra.


Un tinto en cuna de rosados no es una excepción y es que, como dice Maria Luisa “cada vez más las bodegas hacemos más tintos que rosados. Y el Crianza de Tempranillo ahora mismo es uno de nuestros vinos estrella”. Este vino es el resultado de creer en el trabajo propio. Ella cuenta que este tempranillo viene de una parcela de su finca de Valdecaballos que tenía unos rendimientos muy por debajo de la rentabilidad en cuanto a volumen, “no sabíamos qué hacer con esa parcela”, dice. Y como ocurre con los hijos que pasan por una dificultad, hijos que pueden tener forma de estrella tatuada en la muñeca y que no se abandonan a su suerte y que reciben todo el cariño del mundo, al final, la finca se cuidó buscando mejorar la calidad y no tanto la cantidad. El resultado fue, según confiesa, una uva espectacular muy fácil de trabajar en la bodega. Al final, el cariño se paga con cariño.

En la foto, instalaciones de Bodegas Beramendi.
El mejor rosado de Navarra

Foto: José Alejandro Adamuz

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Orgullo cooperativista

Hay otra dedicatoria que llama la atención en esta historia de San Martín de Unx. Aparece en el libro con el que se celebró el centenario de la Bodega Cooperativa de San Martín

”A las mujeres de San Martín, que no figuran en los documentos consultados. Sin su trabajo y esfuerzo no hubiera sido posible esta aventura cooperativa”.

Esta cooperativa centenaria es el germen de la viticultura que se hace hoy en día en el pueblo. A parte del paisaje, las viñas salpicadas, las colinas suaves, mucha hierba aromática, el clima, en el ADN de San Martín de Unx se encuentra todo el trabajo que han defendido las generaciones anteriores, de hombre y de mujeres, esforzándose, sin pensar solamente en la rentabilidad, trabajando la viña con dedicación, respetando el paisaje, el ciclo de la planta… "Todos hemos salido de la cooperativa, pero poco a poco cada uno ha ido marcando su camino", dice Maria Luisa: caminos para un futuro en femenino y para todos.

 

viticultura en femenino