Desde el inicio de los tiempos, la alimentación ha evolucionado a la misma velocidad que el ser humano y que sus necesidades. Los cambios en la dieta -en las diferentes culturas- han tenido consecuencias sobre las costumbres, las relaciones con el entorno o la constitución física. Pero esos cambios han sido más notables en las épocas duras, en tiempos difíciles, cuando el ingenio, la creatividad y la destreza, que pensaban estaba perdida, salía a relucir.
La alimentación de cada época define el comportamiento del ser humano en un momento determinado. De la misma manera, la gastronomía de un lugar, ubicada en un espacio-tiempo, contextualiza el marco económico, político y social de un periodo histórico. Por eso viajar al pasado es recuperar, o al menos conocer, lo que un día fuimos, porque la gastronomía -en términos generales- no es más que un pequeño germen de historia. Un pequeño atisbo que muestra con gran éxito la supervivencia de unas raíces que terminan por hacerla inmortal.