Lannisters a remojo

No hay nada más refrescante que un castillo con piscina

Los mejores hoteles del sur de Europa en los que nadar entre murallas de fortalezas medievales.

El verano es sinónimo de playa, y el sur de Europa lo sabe bien. En España, Italia y Francia la oferta para veranear sin salir de la costa es inacabable, pero también es posible darse baños refrescantes en lugares de ensueño, y no necesariamente cerca del mar. ¿Cómo? Los castillos son los protagonistas, la piscina hace el resto. Y ahora, ¿playa o castillo?

 

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Borgo dei Conti

Foto: Borgo dei Conti

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Borgo dei Conti (Perugia, Italia)

A las afueras de Perugia, esta fortaleza que data de 1390 sigue reinando sobre el paisaje. Sus muros aún conservan parte de esa magnificencia que hizo que durante siglos fuera una plaza inexpugnable y, a la vez, una hacienda fértil y rentable donde abundan, sobre todo, los olivos. Eso sí, la vida moderna cambió para siempre su destino al transformarse en un resort de lujo, sabroso y con mucho carisma. Unos rasgos que no solo se lucen en su atractiva piscina, también en su horno de pizzas que se ha convertido en un reclamo para foodies de todo el mundo. No en vano, cuando llega el calor, trasladan los fogones al exterior para maridar con porciones los eventos, conciertos y veladas que organizan. 

avenieres. Château des Avenières

Foto: Château des Avenières

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Château des Avenières

Este prestigioso hotel miembro del prestigioso sello Relais & Châteaux impone con su presencia a medio camino entre Ginebra y Annecy. Desde que se reconvertiera, hace más de dos décadas, en hotel, se ha caracterizado por respetar la arquitectura original de 1904 y por explotar su ubicación en plena reserva natural alpina. Eso sí, cuando llegan los meses de calor destapa su preciosa piscina para que el canto de los pajarillos musicalice, también, los chapuzones.

Castell d'Empordà

Foto: Castell d'Empordà

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Castell d'Empordà

Descubrir a Dalí, adentrarse en la batalla de Waterloo y darse un chapuzón. No se trata de una película, es el Castell d'Empordà, que colecciona historias desde hace más de 700 años. Situado en la Costa Brava a veinte minutos de Begur, es una alternativa para aquellos que prefieren alejarse de las playas más concurridas de la zona. Sus habitaciones de lujo y suites, restaurantes gourmet y opciones de bienestar permiten que se pueda disfrutar de sus actividades todas las épocas del año, pero sus dos piscinas hacen que sea perfecto para verano. Además, su entorno invita a practicar senderismo y deporte. Situado en el famoso Triángulo de Dalí, permite explorar el universo del pintor surrealista, pero la relación con el castillo va mucho más allá. En la década de los setenta, Dalí quiso adquirir el Castell d'Empordà a cambio de sus cuadros, pero el propietario del momento no lo aceptó. Uno de los secretos mejores guardados de la edificación es una maqueta de la batalla de Waterloo. Y ¿qué hace en la Costa Brava? El tatarabuelo del actual propietario, Albert Dijks, luchó en la Gran Armada de Napoleón y, años después, su nieto quiso construir la mayor reproducción a escala de Europa. 

Castillo de Arteaga

Foto: Castillo de Arteaga

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Castillo de Arteaga

Regresar a la Edad Media. Así es la experiencia de alojarse en el Castillo de Artega en el País Vasco. Desde las torres defensivas no solo es posible ver el paisaje, sino también darse un baño. Así es, el Castillo de Artega tiene una piscina en las alturas, donde se colocaban los soldados para defenderlo, y desde donde a día de hoy se puede ver el escenario de la Reserva de la Biosfera de Urdabai. Perteneció a Napoleón Bonaparte y a Eugenia de Montijo, que reconstruyeron la torre gótica cuando su hijo fue nombrado ciudadano honorario de Bizkaia. La actual decoración es fruto de esa remodelación que, junto a elementos contemporáneos, mantiene la esencia y atmósfera de aquella época

Castillo del buen amor

Foto: Castillo del buen amo

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Castillo del buen amor

La historia de España está reflejada en este castillo de Villanueva de Cañedo, en Castilla y León. Fue construido en el siglo XI durante la reconquista, y cuatro siglos más tarde, los Reyes Católicos lo usaron como avituallamiento de sus tropas antes de la toma de Toro en la guerra de sucesión de Isabel la Católica. En 1478 el obispo de Ávila transformó la fortaleza en una casa palacio señorial para vivir con su amante y es desde entonces, que se denomina castillo del Buen Amor. Y la historia del castillo siguió hasta día de hoy, convertido en un hotel que ha sido restaurado conservando la estructura y que cuenta con unas magníficas vistas, una piscina exterior, zonas de estar y una biblioteca. Su ubicación brinda la oportunidad de explorar los entornos de Salamanca, lleno de pueblos medievales y con una amplia oferta de turismo gastronómico, religioso y cultural. 

 

 

 

Castillo de Curiel

Foto: Castillo de Curiel

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Residencia Real Castillo de Curiel

Sentirse como un rey es fácil en este castillo, y aún más con una piscina en la almena. Por él pasaron Fernando III 'El Santo', Alfonso X 'El Sabio', Pedro I, entre muchos otros reyes, pero también sirvió como prisión de Jaime IV de Mallorca o Diego de Castilla, hijo de Pedro I. Documentado desde el siglo XI, el castillo se levanta sobre un cerro de 927 metros de altura, que permite tener unas vistas panorámicas del pueblo y de los campos de la Ribera del Duero. Las mejores son desde las almenas, donde además hay una piscina y solarium para refrescarse los días de más calor.

 

Parador de Carmona

Foto: Parador de Carmona

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Parador de Carmona

A media hora del Real Alcázar de Sevilla, el Parador de Carmona se levanta sobre las ruinas de un alcázar árabe del siglo XVI. Coronando el pueblo, es una propuesta de tranquilidad, gastronomía y paisaje. El parador ofrece una piscina y terrazas con vistas a la campiña. Su patio interior, rodeado de salas de estar, es el lugar perfecto para desayunar o tomarse unas copas al final del día. Además, cuenta con un antiguo refectorio que actúa de restaurante con vistas a la piscina y al horizonte iluminado de los pueblos andaluces. En los alrededores de Carmona se encuentran 561 yacimientos arqueológicos que reflejan 2000 años de historia. 

 

Chateau de Riell

Foto: Chateau de Riell

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Château de Riell

Lejos del mar, frente a las nieves perpetuas del Canigou y sin dejar de ser refrescante. De hecho, las aguas termales de la zona son la principal atracción del castillo. En el siglo XIII, el trovador Dauré cantó sobre el poder de las aguas para convertir un sapo en una paloma. En 1754, el perro del marqués de Llupia se sanó tras rebozarse en el barro de una fuente termal. La piscina exterior se encuentra en la muralla del castillo, rodeada de pinos, adelfas y palmeras. Es un hotel para los más sibaritas, con una atmósfera extravagante, decorado refinado e interiores barrocos. El Rosselló más romántico ofrece un verano diferente para los que escogen el sur de Europa. Eso sí, hay que tener cuidado de no convertirse en paloma. 

 

Chateau la Tortnière

Foto: Chateau la Tortnière

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Château la Tortinière

 

Como sacado de un cuento de Disney, Château la Tortinière es uno de esos castillos que no se pueden dejar de fotografiar. También de la época de la Segunda República, fue construido por la familia Dalloz en el corazón del Loira, zona conocida como el jardín de Francia y famosa por tener muchas aldeas históricas y castillos de ensueño. Algunos de ellos, como el Château la Tortinière, se han convertidos en hoteles que ofrecen experiencias de cuento. Situado junto al río Indre en un entorno tranquilo pero con mucho por hacer, el castillo consta de un palacio y pabellones por los que han pasado muchos testimonios, pero también con pistas de tenis, una piscina climatizada y terrazas para relajarse,

Castel Porrona

Foto: Castel Porrona

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Castel Porrona

Dormir dentro del complejo medieval original y darse un chapuzón bajo el sol de la Toscana. ¿Quién no quisiera? El Castel Porrona, construido en el siglo XII, ofrece una de las mejores experiencias históricas, artísticas y naturales de la zona. A medio camino entre Florencia y Roma, en la pequeña localidad de Montalcino parece que el tiempo se haya parado. Frente la inmediatez del siglo XXI, la pausa es el elemento principal para disfrutar de unas vacaciones en este castillo, en el que se pueden saborear los detalles de la Toscana e interactuar con los pocos locales que quedan. Para soportar el calor del verano, la piscina exterior permite seguir disfrutando de las maravillosas vistas con los cipreses por bandera. Estos mismos árboles marcaron el camino de Maximus en Gladiator para regresar a su hogar, pero en este hotel, regresar a casa, será lo último que quieras hacer.