Está bien visible estos días el galardón de Guinness World Record en el recién inaugurado puente de Bach Long. Porque de eso se trata, de batir un récord más, de hacerse un hueco en el competitivo mundo del turismo global post pandémico. Podía haber sido un puente normal, habría funcionado igual para conectar dos puntos, pero no habría sido lo mismo. Vietnam es famoso por sus templos, por su gastronomía, por sus playas, por su historia… Ahora, también, por tener el puente de suelo de cristal más largo del mundo. No importa lo que se van a gastar en limpiacristales, importa que todo el mundo hable de él, que todos tengan un nuevo aliciente para subirse en un avión y aterrizar de nuevo en el país. Porque no se trataba de ir de un punto a otro, se trataba de reactivar el turismo. Está más claro que el vidrio.