Con La jefa, Fran Torres se estrena en el largometraje. ¿Te gusta moverte entre consolidados y exitosos directores (Pedro Almodóvar ha sido el último) y debutantes?
Por supuesto que sí, me encanta trabajar con todo tipo de directores y directoras. Me gusta la veteranía y trabajar con alguien tan consagrado como Pedro, es un sueño, pero, al mismo tiempo, apuesto por gente que tiene talento y con la que conecto, como Fran. Después de leer el guion y parecerme una historia apasionante, decidimos trabajar juntos porque nos entendimos estupendamente en lo que queríamos contar con la historia y aparte, él, concretamente, es un director muy experimentado en publicidad y había dirigido algún corto que yo había visto y me había parecido que, como director de actores, tenía ya mucha experiencia. Así que el riesgo tampoco me pareció tanto.
En la relación entre Beatriz, la jefa española, y Sofía, la empleada inmigrante, se condensan muchas de las tensiones de nuestra sociedad actual, como el clasismo, el feminismo o los vientres de alquiler, ¿no te parece?
La relación entre Beatriz y Sofía es una relación de poder en la que, evidentemente, las riendas parece que las lleva Beatriz, por lo menos, hasta mitad de película. Es una mujer acostumbrada a mandar, poderosa, que ejerce el poder desde un lugar de omnipotencia, acostumbrada a obtener siempre lo que desea y que incluso puede llegar a ser muy manipuladora para lograrlo. Sin embargo, en este trato que establecen con el tema de la gestación subrogada, en el que aparentemente las dos tienen mucho que ganar, la historia se les va de las manos. Hay un momento en el que esta todopoderosa Beatriz pierde el control de la situación. Sí que estamos poniendo sobre la mesa un tema delicado como es el de la gestación subrogada, que plantea muchas preguntas y dilemas morales en una sociedad como la nuestra y creo que el punto de vista de la película es interesante porque entra en una situación muy concreta. A mí no me resuelve tampoco demasiadas dudas, la verdad, pero creo que es un tema que está en el tablero y que la película refleja, entre otras muchas cosas. No así el tema del feminismo, sinceramente, porque lo que tiene de peculiar esta película para el que no esté acostumbrado es que son dos mujeres las protagonistas de la historia y que los hombres tienen un rol absolutamente secundario. Tiene que ver más con esa manera de ejercer el poder y sí, con el clasismo quizás: una trabajadora de base que, al mismo tiempo, ambiciona ser como Beatriz y alguien como Beatriz que ejerce el poder como lo ejerce.
Sobre todo, me gusta viajar para visitar a amigos y pasar días con ellos en sitios tranquilo
¿Cómo ha sido el “viaje” que has hecho con esta película? ¿Adónde te ha llevado personal y profesionalmente?
Ha sido, sobre todo, el “viaje” de humanizar a Beatriz, muy de acuerdo con Fran y con Cumelén, mi compañera. Hemos trabajado en absoluta simbiosis, porque la relación de estos dos personajes era simbiótica y nos parecía que lo más interesante era no hacer un personaje maniqueo. Mi viaje ha sido el de conseguir que Beatriz sea un ser humano lleno de sombras, por supuesto, pero también con una herida muy profunda y que el espectador pudiera comprender también de dónde parten las decisiones erróneas de Beatriz. No me hubiera interesado encarnar a este personaje si hubiera sido más plano.

La actriz recuerda con mucha fascinación el tiempo pasado de rodaje en Cuba.
Foto: Istock
Muchos son los lugares que habrás visitado, además, gracias a los rodajes. ¿Alguno que recuerdes con especial asombro o cariño?
He sido muy afortunada porque gracias a mi profesión he podido viajar a sitios increíbles. Por ejemplo, y lo recuerdo con mucha fascinación, los dos meses de rodaje que pasé en Cuba, donde pude recorrer la isla entera. O cuando rodé en los viñedos de California Un paseo por las nubes, en el Valle de Napa, que era como estar en la Toscana, pero en Estados Unidos. O rodando en Noruega y visitando los fiordos. O, más recientemente, el rodaje que hicimos gracias a Thi Mai en Vietnam. Vivimos en Hanoi durante un mes y medio y también pude hacerme alguna escapada y conocer un poquito el país.
Cuando el trabajo te lo permite, ¿viajas por placer todo lo que puedes?
Con el trabajo viajo más de la cuenta, realmente, porque, aparte de los rodajes, llevo 10 años casi ininterrumpidos de gira teatral, enlazando un espectáculo con otro, y me paso casi todos los fines de semana de mi vida recorriéndome España entera. Carretera y manta, visitando todas las ciudades y los pueblos y las villas de este país, así que lo que deseo, a veces, es quedarme quieta en casa [risas]. Pero sí, soy viajera y, sobre todo, me gusta viajar para visitar a amigos y pasar días con ellos en sitios tranquilos.
¿Qué tipo de viajera llevas dentro?
Soy una viajera variopinta porque me gusta visitar ciudades y pateármelas para conocerlas a fondo, pero también soy viajera de naturaleza. Adoro caminar por el monte, hacer sendas, rutas, no tanto de montaña, porque no soy trepadora, pero sí caminante. Y me gusta muchísimo el mar… Soy un bicho acuático y no concibo un verano sin mar, pero, vamos, que hay miles de motivos que me impulsan a viajar.
¿Qué vínculo y relación mantienes con Roma, la ciudad donde naciste?
¡De amor absoluto! He tenido la suerte de rodar en varias ocasiones allí y también de ir por puro placer, pero no voy tanto como me gustaría.

Aitana Sánchez-Gijón nació en Roma, ciudad a la que tiene un especial cariño.
Foto: Istock
Después de Madrid, ¿cuál es tu segunda casa?
Pues no tengo una segunda casa y daría muchísimo porque así fuera, pero quizás podría escoger la casa de unos amigos muy queridos que viven en el Maresme catalán.
¿Tienes un “viaje de mi vida”?
Quizás el viaje más intenso que he tenido en mi vida fue uno que hice a la India cuando tenía veintipocos años. Me tiré un mes y medio con mi pareja y fue el “viaje de mi vida” para lo bueno y para lo malo, porque la India es muy intensa, un lugar de muchos contrastes. Disfrutamos mucho, pero también sufrimos mucho.
COORDENADAS VIAJERAS
Aitana Sánchez-Gijón
Un destino que te atraiga del norte
A San Sebastián, para mí es una de las ciudades más perfectas que existen, porque lo tiene todo: la medida ideal, está hecha para pasear, es hermosa, con esa playa increíble, la montaña al lado, una gastronomía exquisita… Por todas esas cosas.
¿Qué destino eliges mirando al sur?
Las playas de la provincia de Cádiz, porque, cuando la marea está baja y hay poco viento, podría echar a andar hasta Portugal. Hacia el sur, desde las playas de Zahara de los Atunes.
¿Y si viajamos al este?
Escogería Berlín, otra ciudad apasionante con una vida cultural increíble y que no conozco demasiado. Estuve muy pocos días y me quedé con muchas ganas de más.
Toca el oeste…
Me iría a Uruguay, porque es un país muy placentero, con una naturaleza hermosísima y amigos muy queridos.
Pongámonos prácticos: ¿qué no puede faltar en tu equipaje?
De nada, porque cuando viajo parezco la Piquer con sus baúles [risas]. Por si acaso, me llevo de todo, pero lo que no pueden faltar son libros.
¿“Gastas” alguna manía viajera?
¡Son tantas que no sé por cuál empezar! Por ejemplo, me tengo que llevar tapones y antifaz, porque no soporto los ruidos ni la luz cuando duermo.
¿El souvenir más querido de cuantos tienes en casa?
Una escultura de un dragón, no muy grande, pero hermosísima, que compré en un anticuario en Hanoi.
Comer y conocer mundo es todo uno. ¿Un plato que no olvidas?
Las quesadillas de huitlacoche en México, una delicia.
Va la última pregunta, y no menos importante: ¿por qué viajas?
Para descansar y desconectar, para reunirme con gente querida y para descubrir el mundo.