El Gobierno neerlandés, a propuesta del Ministro de Infraestructura y Gestión del Agua, Mark Harbers, acaba de anunciar que marcará un tope en el límite máximo de vuelos del aeropuerto internacional de Ámsterdam-Schiphol. La medida responde a la voluntad del país de garantizar la ecosostenibilidad del turismo y tiene el objetivo de reducir la contaminación acústica a la que, según el comunicado publicado, están expuestos los residentes locales. “Esta decisión sirve como base para establecer un nuevo equilibrio”, dijo Mark Harbers, quien se mostró interesado en continuar trabajando junto a los vecinos y las partes interesadas de la aviación.
El ministro Harbers deberá poner en práctica aquello de nadar y guardar la ropa para priorizar la lucha contra las molestias del ruido al tiempo que garantiza que el aeropuerto pueda seguir cumpliendo su función económica. Y el fiel de la balanza lo han puesto en un máximo de 440.000 vuelos al año. Se espera que este tope entre en vigor en noviembre del próximo año. ¿Pero esta cantidad será suficiente o no?, ¿mejorará la calidad de vida y el clima de los Países Bajos o no?
KLM, la principal aerolínea que opera en el importante aeropuerto internacional de Ámsterdam-Schiphol, ya ha puesto el grito en el cielo y en un comunicado que publicó en respuesta al del Gobierno holandés, dijo que la decisión tendrá “consecuencias dramáticas” para la compañía y echa en cara al gobierno que en un plan futuro anterior marcase una cifra de 540.000 vuelos al año, con lo que el anuncio actual supone una reducción del 20 % de las previsiones con las que trabajaba la compañía. Unos recortes que “ se anuncian sin la deliberación previa y la debida argumentación”.

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La aerolínea ha comentado que la reducción de vuelos en Schiphol lejos de lograr el objetivo marcado por parte del gobierno, tendrá un efecto contrario, puesto que los flujos de tráfico de las nuevas rutas, generando las mismas o más emisiones de CO 2. No hay duda de que el ruido urbano es uno de los principales problemas a los que se enfrentan las ciudades. Diferentes estudios han demostrado además la incidencia negativa del ruido en el ambiente, que puede llegar a introducirse en las edificaciones. La cuestión es, como sabe bien el Sr. Harbers, mantener un equilibrio. Que se lo digan si no a Barcelona, que acabó renunciando a la ampliación del Aeropuerto Internacional de El Prat debido a las posibles afectaciones en entornos naturales protegidos.