Il Falconiere

Anatomía del perfecto hotel toscano

El paraíso se encuentra entre viñedos y olivos a los pies de Cortona.

En la imaginación de cada uno el Edén se personaliza de forma libre, soñar con el paraíso siempre es tarea sencilla. Y mientras que para unos está bañado por infinitas playas de arena fina y aguas cristalinas, para otros es un paisaje infinito repleto de verdes colinas recorridas por serpenteantes carreteras. Aroma de olivares, naranjos, almendros o vid se mezclan en ese paraíso en la tierra, parafraseando a Goethe, que supone divisar la Toscana. ¿Quién quiere ahora una playa, eh?

 

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il falconieri. Regla #1: Tener una historia que contar

Foto: Il Falconiere

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Regla #1: Tener una historia que contar

Si existe el perfecto hotel Toscano, es este. El origen de Il Falconiere se remonta al siglo XVII, aunque ha pertenecido a la familia Baracchi desde 1890. Ubicado a los pies de la mismísima Cortona, la propiedad ha ido, durante todos estos años, pasando de generación en generación de la misma familia Baracchi hasta llegar a las manos Ricardo, quien supo que “debía hacer algo con tanta belleza”. El flujo para convertir una preciosa propiedad en un hotel de lujo siguió cauces naturales; Casado con la chef Silvia Baracchi, era natural que primero llegara el restaurante. “Vivíamos aquí, en la casa principal, por lo que gestionar el restaurante era muy sencillo”, cuenta Baracchi. Y todo fue bien hasta que el éxito hizo que tuvieran que cambiar de planes. Y entonces fue aún mejor. Obtuvieron la primera estrella Michelin y con ella la necesidad de ampliar horizontes, y la finca. “Los comensales necesitaban un lugar donde reposar la comida y no tener que coger el coche de vuelta nada más terminar de comer”, justifica Baracchi, y continúa, “es así como nació el hotel y con él la necesidad de dotar de entidad y vida propia a Il Falconiere”. Convertir la fértil tierra en viñedos y olivares fue lo segundo en un lugar bendecido por la naturaleza. Un hotel de manual que lo tiene todo para ser el perfecto hotel toscano. Esta es su anatomía.

Winery master suite. Las habitaciones

Foto: Il Falconiere

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Regla #2: Ser clásico y moderno al mismo tiempo

En la espléndida mansión del siglo XVII, que continúa siendo el corazón de la casa, se encuentran las habitaciones clásicas, que son las más sencillas y las más antiguas, aunque tal vez también sean las que gozan de un mayor encanto. Cada habitación está equipada con TV de pantalla plana vía satélite y baño privado, además de una comodísima cama y aires renacentistas en su decoración, con bien de estuco en paredes y techos. Más modernas, y más grandes, son las habitaciones que se encuentran enfrentadas a la casa principal, de hecho forman parte de una de las tres ampliaciones con las que cuenta el hotel, que acaba de inaugurar un tercer edificio de dormitorios donde solo ofrece amplísimas suites con vistas a la piscina principal y a todo el valle de Arezzo. Y sí, también mucho estuco, además de otros elementos decorativos elaborados por artesanos locales.

plato. Regla #3: Ser un referente gastronómico

Foto: Il Falconiere

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Regla #3: Ser un referente gastronómico

“La alta calidad de los ingredientes, el respeto a las estaciones y los productos locales son los principios de todos los platos del menú, realzados por una amplia selección de vinos”. Son palabras de Silvia Baracchi, a quien no le pesan las estrellas (Michelin) ni el día a día. La chef pasa prácticamente cada día de la semana en el hotel, desde la mañana hasta la noche, y si no está en las cocinas del restaurante, está ofreciendo alguna de las clases magistrales de cocina que ofrecen a sus huéspedes, donde se aprenden a cocinar platos típicos de la gastronomía italiana “con un punto”, como confiesa Baracchi. Los platos del menú degustación (que incluye tartar de buey o unos deliciosos espagueti con salsa de vermú y gambas) y las clases de cocina se acompañan por las prestigiosas etiquetas de los viñedos Baracchi que, con una producción comedida, han alcanzado excelentes críticas a nivel internacional.

Los viñedos

Foto: Il Falconiere

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Regla #4: Tener pasión por el vino

Y si Silvia es la cabeza de Il Falconiere, el corazón lo pone Ricardo, sobre todo en el ámbito de los vinos. “Soy un enólogo apasionado y siempre he aspirado a contar la historia de mi lugar de nacimiento, Il Falconiere, para acercar a los huéspedes al estilo de vida toscano a través de la historia y la gastronomía”. Ricardo lleva más de 30 años, asumiendo el gran desafío de continuar con el trabajo familiar de un siglo y medio para producir vinos de alta calidad utilizando variedades de uvas locales e internacionales. “Siendo la tercera generación de enólogos de la familia, transmití mi amor y pasión por el territorio a mi hijo Benedetto quien, junto con uno de los enólogos toscanos más famosos, Stefano Chioccioli, ahora está a cargo del proceso de elaboración del vino, mantenimiento, innovaciones y modernización”, sentencia. La bodega se puede visitar y los vinos se pueden degustar y hasta comprar,  ya que el hotel cuenta con una pequeña tienda en la recepción.

El spa

Foto: iStock

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Regla #5: Disponer de un spa para los 5 sentidos

Vinoterapia, rituales de agua y vapor, masajes, tratamientos faciales y una estupenda piscina interior son algunas de las terapias que ofrece el spa del hotel, un lugar donde palabras como refugio, intimidad y bienestar cobran todo el sentido entre cipreses milenarios y buganvillas en plena ebullición. Por si fuera poco, el spa utiliza productos de Santa Maria Novella en la mayoría de sus tratamientos. Es, claro, la razón definitiva para no tener ninguna necesidad de moverse de aquí.

La capilla

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Regla #6: Incluso tener una capilla

Es minúscula, es barroca y está plagada de encanto. Casi más del que cabe entre sus paredes. Qué sería del perfecto hotel toscano sin su perfecta capilla, y su perfecta virgen, que ha sido durante siglos utilizada por la familia Baracchi y que hoy, abierta a todos los huéspedes del hotel, puede hasta ser testigo de bodas y demás celebraciones.

Cortona. El pueblo de película

Foto: Il Falconiere

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Regla #7: Ser un escenario de perlícula

Cuando la autora americana Frances Mayes, quien pasa largas temporadas en Toscana y es íntima amiga del matrimonio Baracchi, escribió Bajo el sol de la Toscana, jamás pensó que convertiría a esta preciosa villa italiana en uno de los lugares más visitados de la región. Al éxito de su novela hay que sumarle que en 2003 se estrenara la película, lo que supuso el empujón definitivo para que el mundo entero no solo quisiera visitar este pintoresco municipio toscano, sino también comprarse una villa en él. A pesar de lo que pueda parecer, sobre todo por sus murallas y plazas, el origen de Cortona no es medieval, sino etrusco, al igual que el de muchos otros pueblos de la región. Lo mejor que se puede hacer en Cortona es recorrerla y empaparse de ese ambiente italiano tan característico. Cafés, tiendas, heladerías y gente, mucha gente, y vida, mucha vida. A principios del siglo XV, Fra Angelico vivió y trabajó aquí, y sus compañeros Luca Signorelli y Pietro da Cortona nacieron en el municipio: los tres están representados en la pequeña pero sensacional colección del Museo Diocesano que, junto a la torre del reloj del Palazzo Comunale, forman una de las estampas dignas de Instagram de las muchas con las que cuenta Cortona. Y sin filtros.