Hoteles en el antropoceno

El “arca de Noé” del coral está en un hotel español de República Dominicana

Coral Lab es un centro donde un equipo de biólogos cultiva un banco genético para salvaguardar los arrecifes de las enfermedades y el cambio climático.

A unos metros del Caribe, pero en tierra firme, crece un diminuto jardín de coral. Es un privilegiado: no sabe nada aún de los males del planeta. Biólogos entregados recrean para él, en grandes tanques, las condiciones del océano perfecto, sin contaminación ni grados de más. Funciona como un arca de Noé hermética, una burbuja ajena a los titulares que hablan de la probable desaparición del 90 por ciento de las formaciones de coral en treinta años. El Coral Lab del Iberostar Selection Bávaro es una guardería de arrecifes abierta al público.  
 

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Cómo dar el biberón a un coral

Como cada mañana, las manos hábiles del biólogo Gregory Pelose se cuelan en el gran tanque. Entre sus dedos, una especie de cuentagotas con un líquido casi transparente. “Me sigue emocionando aunque lo haga a diario. No es una escena que se pueda ver con facilidad en la naturaleza”, explica. Cuando el hilillo de alimento escapa del tubo de cristal, el coral que reina en el gran acuario se despereza. Sus brazos empiezan a ondear con elegancia. Su superficie se vuelve más brillante y aparecen unas burbujas diminutas, como si de pronto se hubiera puesto sus joyas. 

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El baile es sutil y podría parecer fruto de una débil corriente. Dura tan solo unos segundos, pero hace clic en la mente de los huéspedes del hotel que van a visitar el laboratorio. “Incluso la gente que nunca se ha interesado por los corales conecta aquí con ellos”, explica Pelose mientras sigue la ronda del “almuerzo”. Este biólogo estadounidense trabaja ahora como coordinador del Coral Lab tras más de diez años dedicado a investigar los arrecifes. A su alrededor se alinean los tanques con los cultivos al aire libre. A su espalda se alza la entrada del laboratorio creado en 2019.  

 

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Pelose transmite entusiasmo en sus movimientos rápidos. Pero también sincera preocupación cuando inicia la charla con los huéspedes. Dice que está a la vez contento y aterrado. En cuestión de meses ha visto crecer sustancialmente la colonia de coral que está alimentando. “En el momento que les das agua limpia y las condiciones de temperatura adecuadas crecen bastante rápido”, explica. Lo duro es que esa agua idónea es cada vez más difícil de encontrar en el océano real. 

 

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UNA EPIDEMIA SILENCIOSA

El mar junto al Coral Lab es de un azul verdoso tan intenso que parece retocado. La playa es larga y blanca. El agua tiene una nitidez total. No hay ni un solo indicio externo de la batalla que se está librando a solo unos metros de profundidad. Hace casi cuatro años se detectó por primera vez en República Dominicana una epidemia que llevaba desde 2014 diezmando las poblaciones de coral de Florida, en Estados Unidos. Una enfermedad que llegó después a México y que aprovechó la debilidad que había provocado en los arrecifes el aumento de las temperaturas. 

La noticia cayó como un mazazo sobre el equipo que entonces se estaba preparando para abrir el Coral Lab en Punta Cana. Todos ellos fanáticos del mar, científicos vocacionales, como Greg Pelose y la española Macarena Blanco. “Desde los diez años escribía en mi diario que quería ser bióloga marina”, comenta Blanco. En 2018 viajó a Punta Cana para formarse como instructora de buceo. La suerte quiso que conociera por casualidad a los responsables del movimiento de sostenibilidad Wave of Change del Grupo Iberostar. Rápidamente la ficharon y recuerda lo emocionante que fue, un año después, abrir el Coral Lab. El centro se convirtió en aquel 2019 en el primero de este tipo en América Latina. “El laboratorio aprovechó lo que era una palapa de yoga del hotel. Tuve la fortuna de verlo nacer y crecer. Participé en su diseño, construcción, equipamiento y manejo hasta lo que es hoy”, cuenta Blanco. 

 

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 Desde sus comienzos, la obsesión del laboratorio ha sido almacenar todas las muestras posibles de estos animales marinos para protegerlas de la enfermedad. Su objetivo es recoger cien de cada especie al año. “La intención es preservarlas para, cuando la epidemia pase, introducirlas y ver si logramos que prosperen”, explica Pelose. En algunas zonas de los cayos de Florida, la enfermedad acabó con el 90 por ciento de los arrecifes. Sin embargo, la epidemia ha remitido y se confía en la reintroducción para amortiguar el destrozo. “No se trata de un proyecto sencillo ni rápido, pero es, hoy por hoy, una de nuestras principales esperanzas”, concluye. 


CORALES CON SUPERPODÉRES

 “Para que estos corales tengan opciones realistas de repoblar el fondo marino es necesario que sean lo más fuertes posible”, comenta Luz Valentina, la encargada de Sostenibilidad de Grupo Iberostar en Punta Cana. “No nos hemos conformado con crear un banco genético. Somos también un laboratorio pionero en investigación, que trabaja para determinar cuáles son  los corales más resistentes al aumento de las temperaturas de esta zona”, explica. 

Esta investigación servirá para conocer mejor las características de las distintas especies y afinar en un futuro las estrategias de repoblación. Un asunto urgente, sobre todo teniendo en cuenta que el verano de 2023 ha sido el más cálido a nivel global desde que hay registros, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, perteneciente a la Unión Europea. El mar Caribe ha llegado a alcanzar en este año 2023 temperaturas cercanas a los 32 °C. Los corales suelen estar sanos en una horquilla entre los 26 y los 28 °C. A partir de 29 °C, el océano se convierte en territorio hostil para ellos, pierden su color y se vuelven más vulnerables a las enfermedades. 

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Dado que el calentamiento global avanza año a año, este factor de resistencia de cada especie será clave para luchar contra la extinción de los arrecifes. “Conocerlos mejor nos permitirá optimizar los recursos”, explica Valentina. “Los arrecifes son importantes por su increíble biodiversidad natural, pero también por su labor de protección de nuestras costas”, cuenta. 

 JUGAR A LA SOSTENIBILIDAD 

¿Cómo explicar la importancia de lo que está en juego sin desmoralizar? ¿De qué manera transmitir que el bienestar de los corales es también el de los seres humanos? Greg Pelose piensa que el Coral Lab puede desempeñar una buena labor en la concienciación. “Organizamos constantemente talleres con los niños que se alojan en el hotel. Nos hemos dado cuenta de que tanto ellos como sus familias son mucho más receptivos a los mensajes de sostenibilidad cuando están relajados, liberados de sus preocupaciones diarias”, cuenta. 

Hoy es día de visitas. Los niños recorren los tanques, curiosean.  En un cartel en una esquina se lee: “Los arrecifes de coral solo cubren un uno por ciento de la superficie de la Tierra, pero dan cobijo al 25 por ciento de las especies marinas”. En otros se explica que un arrecife puede tardar hasta cinco mil años en formarse. Sin embargo, no son los mensajes, sino el baile del coral junto a las manos de Pelose lo que atrae todas las miradas. Y lo que probablemente recordarán cuando vuelvan a casa.