A la sombra del Galatzo

Así son los días y las noches en el último oasis de Mallorca

Hay hoteles que cimentan el lujo en la tranquilidad, algo que Castell Son Claret eleva a la máxima potencia... entre otras muchas cosas.

Existe un punto intermedio, casi equidistante en kilómetros, entre la Mallorca de sol y playa y la de la Tramuntana más abrupta. Es ahí, justo a los pies del pico de más de 1.000 metros más sureño de la isla, donde se recuesta Castell Son Claret, una finca con un castillo historicista que en en apenas unos años se ha convertido en un imán para aquel que, precisamente, busca esa mezcla entre salitre y aroma a jara. 

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Foto: Castell Son Claret

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Una bienvenida heroica

Cuando el coche deja atrás la calle principal de Es Capdellà, girando en una esquina inesperada y un tanto angulosa, se entra en una Mallorca paralela. Detrás del parabrisas solo hay campos de algarrobos protegidos por vallas de piedra seca y una carreterita que zigzaguea hasta perderse entre la exuberancia de las fincas. No pasan muchos minutos, pero sí los suficientes como para entrar de lleno en la Serra de Tramuntana, una reserva natural y cultural que en este 2021 cumple 10 años como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Pero esta delimitación no es solo geográfica, también es conceptual. Es entrar en un territorio protegido donde cada intervención y construcción tiene que estar meticulosamente reglada y estudiada. Por eso, cuando se abren las puertas de Castell Son Claret, la sensación de llegar a un lugar único se acentúan. No son solo las almenas de su fachada principal  -un capricho arquitectónico del siglo XIX-  lo que le da este toque de magnificencia, también es el camino flanqueado de flores que acompaña los primeros instantes de un huésped que se siente como un héroe romano regresando triunfal a casa.  

Castell Son Claret (5). La fortaleza plácida

Foto: Castell Son Claret

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La fortaleza plácida

Hay que remontarse hasta el siglo XVIII para encontrar al primer gran propietario de este complejo, Don Gabriel Claret, quien levantó los edificios del complejo, entre los que destaca el castillo principal. Estas estructuras dieron origen al actual Castell Son Claret, un hotel de lujo adquirido por Klaus-Michael Kühne y reformado a lo largo de varios años. En mayo de 2013 vio a la luz como lo que es hoy en día: un oasis sutil en el que todo está integrado. No en vano, las exigencias de la Serra de Tramuntana y el buen gusto de su propiedad provocó que la remodelación fuera fidedigna con el pasado y, sobre todo, amigable con el entorno. Y es que hasta aquí se viene a descansar, a desconectar, a olvidar las coordenadas pero sin dejar de empaparse de Mallorca. O, al menos, de esa Mallorca inédita, agraria, sencilla y exuberante que hay lejos de los tópicos.

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Foto: Castell Son Claret

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La vida pausada

Castell Son Claret cuenta con 41 habitaciones y suites pero es difícil darse cuenta de ello. Los amplios espacios y el silencio hacen que la experiencia sea casi individual. El servicio es un metrónomo armonizado mientras que sus zonas comunes invitan al paseo por los jardines, a la lectura en el patio del castillo o a la vida plácida de su piscina. No es una infinity pool, pero su fotogenia es invencible. Y es que no siempre la vista de una piscina es la naturaleza salvaje y el campo en bruto. Una panorámica que hace que el chapuzón sea algo más que un mero recurso contra el calor. 

iStock-1273384753. Tramuntana para principiantes

Foto: iStock

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Tramuntana para principiantes

A diferencia de otras propiedades en la isla, los límites de la finca no son una frontera con un mundo hostil y bullicioso. Ni mucho menos. El estar inmerso en este espacio Patrimonio de la Humanidad supone estar a dos pasos de la Mallorca más virgen. Y eso es algo absolutamente disfrutable para el huésped. Solo hace falta coger una de las bicicletas del hotel para subir hasta el pueblito de Galilea a través de una carretera más usada por ciclistas y cabras que por autobuses de cruceristas. O acercarse andando hasta las inmediaciones del Galatzo, el Cervino mallorquín, una montaña con un magnetismo visual indiscutible cuya estampa se contempla desde mil puntos de vista bordeando la finca por un camino ancestral. Y todo ello sin demasiada épica ni sin necesitar gran preparación física. 

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Foto: Castell Son Claret

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Mallorca en privado

Otra alternativa es pasar los días sin salir de las Pool Suites. Estas nuevas estancias son una vuelta de tuerca hacia la excelencia en cuanto a interiorismo mientras que su alberca privada exterior es la mejor opción para los viajeros que buscan una mayor intimidad. 

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Foto: Castell Son Claret

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Sabor a Mediterráneo

Durante años, Castell Son Claret albergó Zaranda, el único dos estrellas Michelin de la isla, en lo que suponía un reclamo para foodies de todo el mundo. Sin embargo, la marcha del chef Fernando P. Arellano no ha debilitado su apuesta gastronómica. Por un lado, el restaurante Olivera cuida a los huéspedes con recetas que bailan entre los clásicos internacionales y alguna que otra receta única en el mundo. Y es que su paletilla de cordero asada al estilo marroquí con pisto y bulgur es un plato por el que merece la pena hacer las maletas y regresar cada mes. 

La alta cocina, por su parte, no se ha quedado huérfana. El restaurante gastronómico Sa Clastra se estrena este año con un chef joven, Jordi Cantó, y una propuesta muy bien resuelta donde la cocina mediterránea es la protagonista. En sus platos no falta ni el sabor ni el atrevimiento, logrando que tanto el comensal extranjero como el público local se sientan cómodos y, de algún modo, viajen. Tanto el salmonete con suquet de azafrán y morning glory como el espárrago blanco con pil-pi de bacalao, caviar y trufa negra o la ensaimada de cordero son preparaciones memorables y notables. Y de beber, alguna sorpresa local que confirma que el vino mallorquín está viviendo una edad dorada muy interesante. 

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