Existe un punto intermedio, casi equidistante en kilómetros, entre la Mallorca de sol y playa y la de la Tramuntana más abrupta. Es ahí, justo a los pies del pico de más de 1.000 metros más sureño de la isla, donde se recuesta Castell Son Claret, una finca con un castillo historicista que en en apenas unos años se ha convertido en un imán para aquel que, precisamente, busca esa mezcla entre salitre y aroma a jara.