
Isa, sin embargo, confiesa que simplemente se planteaba un viaje de voluntariado cuando Pablo propuso la idea. Tres meses más tarde, ambos daban carpetazo a sus vidas y Bici Salvaje arrancaba su andadura en Cancún, México, rumbo a la Selva Maya que ha perdido el 25% de su terreno en los últimos 15 años, según datos de Wildlife Conservation Society.
Para proteger, hay que conocer.
Tras México, les esperan Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador. “Una ruta diseñada en torno a la Panamericana y al Corredor Biológico Mesoamericano”, explica Pablo que trabajaba como realizador audiovisual y fotógrafo, experiencia que ahora le sirve para mostrar la aventura en sus redes sociales y para grabar el documental sobre esta expedición que le ronda la mente desde el principio. Él lo tiene claro “para proteger, hay que conocer”.

Foto: Bici Salvaje
Movidos por ese ansia de informar sobre el desastre ecológico que nos rodea y de dar voz a quienes no la tienen, esta pareja pone el foco también en las personas. Precisamente ese fue uno de los motivos por el que se decantaron por la bicicleta. “Al viajar en bici te abrazas más al pueblo, vas dando más y recibiendo más”, explica Isa que nunca antes había practicado ciclismo.
Además de ser un medio de transporte sostenible que no contamina, pedalear les acerca a la gente que es lo que desean. “Queremos poner en el centro de Bici Salvaje a todas las personas que se ven amenazadas por la deforestación, como las comunidades indígenas sometidas a una gran presión, poner el micrófono a esa gente que está defendiendo su hogar”,explica Pablo que es consciente de la importancia de ayudar a las personas indígenas, ya que representan solo el 6,2% de la población mundial, pero protegen el 80% de la biodiversidad del Planeta.
Primeros pasos
El comienzo de Bici Salvaje no ha sido fácil. Pablo enfermó con fiebre alta por culpa del calor e Isa casi se queda sin bici el primer día. Y en cuanto pudieron retomar el pedaleo, chocaban de bruces con el problema medioambiental que acapara ahora la actualidad en México: el Tren Maya. “El primero de los impactos ha sido una situación devastadora y una gran controversia nacional”, cuentan. Por suerte, también vieron enseguida el lado más amable de ir pedaleando. “Viajar en bicicleta es muy acogedor. Lo más satisfactorio por ahora ha sido encontrarnos con la calidez humana”, asegura Isa.
Poco más de una semana después de comenzar la aventura, Bici Salvaje ya estaba cumpliendo con su propósito de ayudar y sensibilizar sobre la necesidad de cuidar el Planeta. Primero lo hacían colaborando, junto a Michelle Fridman, Secretaria de Turismo de Yucatán, en la limpieza de la playa y de los manglares de Sisal donde, en menos de dos horas, recogieron más de 220 kilos de basura.

Foto: Joe Santana
Al día siguiente, eran invitados como ponentes en la mesa redonda Sostenibilidad: ¿turismo y conservación pueden ir de la mano? celebrada en el Gran Teatro del Mundo Maya de Mérida, en el marco de Travel Pop Up Yucatán, un evento internacional que une viajes, sostenibilidad y emprendimiento.
Tras esa experiencia, la pareja volvía a sus bicis con más ganas de seguir pedaleando para conocer otras iniciativas como las presentadas allí. “Hemos aprendido de otros proyectos locales de México que ponen en el centro de sus valores a su comunidad y a la naturaleza endémica; como Queen Bee Honey que cosecha de manera sostenible miel de abeja melipona, una especie sin aguijón que ya era usada por los mayas. Con esta actividad, además de proteger esta abeja amenazada que ayuda a polinizar la Selva Maya, se sostiene la economía de comunidades rurales”, cuenta Pablo.
Precisamente ser el altavoz de iniciativas así forma parte del ADN de Bici Salvaje. “No se trata solo de nuestro relato, sino de relatos ajenos que aporten. Queremos acercarnos a otros proyectos que tengan una visión diferente acerca de la conservación”, añade.
Es casi más importante conservar lo que ya conocemos que lo que está por conocer.
“Para financiar el viaje intercambiamos tatuajes por alojamiento o por dinero”, explica Isa. Están abiertos a quienes quieran colaborar económicamente en esta travesía, pero dejan claro que todo el mundo puede contribuir haciendo crecer su comunidad en redes sociales y cambiando los hábitos. “Si la gente nos quiere ayudar, lo primero que tiene que hacer es respetar el entorno, limpiar el parque de al lado de casa, añadir propósitos a su vida, a sus viajes, ser conscientes del consumo... En realidad, todos deberíamos ser activistas eliminando un poco la agresividad que hay detrás de esa palabra”, pide Pablo.
“Nos gusta la idea de añadir al explorador tradicional las nuevas cualidades que posee un activista por la naturaleza. Es casi más importante conservar lo que ya conocemos que lo que está por conocer”, asegura esta pareja que tiene todo un reto por delante.