Solo podría pasar en Sankt Pauli

De búnker nazi a hotel de diseño

Solo una ciudad como Hamburgo podría transformar esta mole indestructible en un espacio verde y acogedor.

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Bunker panorámica

Foto: Bunker St. Pauli

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Resistencia y raves

Caminar por el barrio de Sankt Pauli en Hamburgo es todo un desafío para las ideas preconcebidas. Situado fuera de los límites marcados por la antigua muralla medieval, este distrito siempre fue el hogar de los pescadores que habían sido desterrados hasta aquí por el mal olor. Después llegarían las grandes travesías transatlánticas que hicieron de este puerto el segundo más concurrido de Europa (solo detrás del de Róterdam) y, con ello, los marineros que transformaron este distrito en barrio rojo. Así hasta la actualidad, donde los locales con dos rombos siguen resistiendo en la Reeperbahn mientras que las salas de música y conciertos van ganando poco a poco cuota y relevancia. Y en paralelo, los negocios creativos han encontrado aquí un espacio menos encorsetado y un ambiente más liberado donde desarrollarse. De ahí que el portentoso búnker de Feldstrasse, más que ser una mole incómoda, fuera un vecino más de esta ciudad. De hecho, dentro se siguen organizándose algunas sesiones del club Uebel und Gefaehrlich donde todo puede pasar. 

Bunker histórica

Foto: Bunker St. Pauli

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300 días, 25.000 vidas salvadas

Pero para comprender mejor qué hace esta estructura aquí hay que remontarse a la Segunda Guerra Mundial. Corría el año 1942 y, cada vez más, las ciudades de la retaguardia alemana estaban siendo bombardeadas por los aliados. Fue entonces cuando el gobierno nazi decidió construir este volumen de 75 metros por 75 metros aprovechándose del trabajo forzado de unos presos de guerra que trabajaron durante 300 días y sus respectivas noches. El resultado no solo fue una proeza constructiva, sino que fue una eficaz defensa contra la Operación Gomorra, ya que logró refugiar a 25.000 habitantes de la ciudad durante los bombardeos más cruentos. 

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Foto: iStock

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Después de la guerra

Cuando se acabó la contienda, la ciudad se planteó qué hacer con este mamotreto. Lo lógico habría sido demolerlo, pero fulminar las paredes de 3,8 metros de grosor habría supuesto poner en riesgo a gran parte del vecindario. Por eso se quedó ahí, formando parte de su skyline y conviviendo con las nuevas generaciones que, más allá de utilizarlo como un espacio para fiestas y celebraciones, están planteándose un futuro más verde. 

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Foto: Bunker St. Pauli

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Brotes verdes

Pese a que en las últimas décadas decenas de iniciativas han buscado llenar de arte, música y cultura este espacio, la más eficaz ha resultado la de Hilldegarden. Esta asociación, creada en 2014 por los vecinos del barrio, buscó el apoyo y la creatividad el estudio de arquitectura Interpol +, con quienes diseñaron un jardín exuberante de más de 20 metros de alto sobre la azotea de esta construcción. Este proyecto, que aún se sigue llevando a cabo, es mucho más que una solución estética. Es la clara demostración de que hay orgullo y esperanza a expuertas y que no todo lo que sucede en este lugar tiene que ser oscuro y underground. 

Bunker Historia

Foto: Bunker St. Pauli

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Memoria viva

Otro de los objetivos de esta iniciativa Hilldegarden es la de convertir el búnker en un monumento nacional. Es decir, en un espacio visitable, abierto al público y que permita ver a las nuevas generaciones lo que sucedió en la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Mejor testigo, imposible. 

Bunker apocalipsis

Foto: Bunker St. Pauli

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Un hotel único

Proyectado en 2021, el nuevo hotel de la cadena NHOW es el colofón de esta transformación. La propuesta de la gama de hoteles de diseño de esta hotelera ha triunfado por integrarse a la perfección en el proyecto Hilldegarden, aprovechando el nuevo bosque en las alturas para construir ahí las habitaciones y las salas comunes del que será una de las aperturas hoteleras más curiosas de los próximos años. 

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