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Canfranc sin secretos: de escenario de conspiraciones anti nazis a hotel de lujo

Inspirado en la estética de las antiguas estaciones ferroviarias del siglo XX y de sus lujosos trenes de largo recorrido, este hotel es un pedazo de historia viva.

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Foto: Manolo Yllera

Uno de los proyectos hoteleros más ambiciosos de los últimos años por fin abre sus puertas. Se trata de la histórica Estación Canfranc que ya opera bajo la marca Royal Hideaway Hotel, del grupo Barceló. Ubicada en Huesca, este icono pirenaico vuelve a la vida tras años de profundo letargo y abandono

 

Inaugurada en 1928, Canfranc fue el tercer paso transfronterizo internacional y surgió a raíz de una lucha por parte de los aragoneses demandando que por el Pirineo aragonés, zona de paso natural de conquistadores y peregrinos, también pasara un tren. Tras 75 años de demandas, los empresarios de Zaragoza consiguieron que esta recóndita zona de Huesca se convirtiera en el tercer paso transfronterizo de España (junto a Hendaya y Porbou). Bendita tozudez. 

 

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Foto: Manuel Yllera

 

El diseño y la construcción corrieron cargo quien fuera un amigo íntimo de Alfonso XIII, el ingeniero Fernando Ramírez de Dampierre. El alicantino había estudiado en París, por lo que de ahí venían los grandes aires afrancesados y el estilo modernista que gobiernan la estación, y para la que no se escatimó ni un céntimo. Inaugurada en 1928, el complejo de Canfranc fue una de las obras de ingeniería civil más potentes de la época que no solo afecta a la estación en sí, sino a todo el entorno, ya que su desarrollo abarcó no solo los edificios, sino también todo el entorno natural, en donde tuvieron que colocar diques de contención además de plantar más de 9 millones de árboles para frenar aludes y así evitar que pudieran afectar al complejo ferroviario. Y es que aquí, antes de la estación, no había nada.

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Foto: Manolo Yllera

El proyecto de renovación no solo está centrado en el edificio central, la estación, sino también en todos los almacenes del complejo. Y hay muchos, pero todos con un objetivo común: devolver a la vida a este lugar que durante 50 años ubicó el Pirineo aragonés en el mapa internacional. Todos aquellos edificios que se reformen deben respetar la volumetría actual, entre ellos, el Museo del Ferrocarril, que, sin fecha de apertura, ocupará uno de los hangares.

 

Edificio central de la Estación de Ferrocarril de Canfranc
El vestíbulo de la estación antes de su rehabilitación. Foto: RickruMac vía Wikimedia Common

El misterio de Canfranc

Pero más allá de cambios de vía, aduanas o hangares, esta estación conserva muchas leyendas, algunas que se ha demostrado son ciertas y otras que forman parte del imaginario colectivo, el del propio pueblo, hoy encantado con el sueño cumplido de que la estación vuelva a funcionar gracias a su segunda vida como hotel.

Nazis, oro y una red de espías en torno a esta estación cuya historia es breve, tan solo 50 años, pero sus hazañas son bárbaras. Por ella, durante la II Guerra Mundial, España enviaba wolframio hasta Alemania para ayudar a Hitler. A cambio, Alemania correspondía con oro. La cosa no queda aquí; porque ninguna historia está completa si además de oro y nazis no hay espías, y eso es lo que se tejió aquí, en esta estación y el mismo pueblo de Canfranc, una red de espías que trataban de debilitar el poder nazi. Un trajín bélico del que hoy han dado buena cuenta quienes formaron parte de él, como Lola Pardo, oriunda de Canfranc y fallecida hace unos años.

 

Somporto
Acceso al antiguo túnel de Somport

En el año 2000 se rodó aquí el anuncio de la Lotería de Navidad. Un rodaje complicado en una estación que amenazaba ruina. La producción requería mucho espacio, así que cualquier mueble que molestaba lo acababan llevando al hangar de paquetería, justo al lado. Y entre todos esos trastos, también transportaron dos baúles de mimbre que contenían todo el escrupuloso registro de mercancías de importación y exportación desde 1928 hasta el 70.

 

Pero a quién le importaba eso ya. Hasta que un conductor de la línea de autobús que unía Francia con España, Jonathan Díaz, de origen español pero nacido en Francia, encontró curioseando por el hangar de paquetería los baúles abandonados repletos de documentos, muchos de ellos con información muy sensible, como la que probaba el paso, entre 1942 y 1943, de 86 toneladas de oro nazi robado a los judíos (y fundido en Suiza en forma de lingotes con numeraciones falsas) y destinados a lugares como Madrid (como pago del wolframio), pero sobre todo a Portugal y a destinos finales como Argentina o Estados Unidos.

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Foto: Manolo Yllera

 

Fue a partir de este momento cuando se empezó a mencionar a Albert Le Lay, el jefe de la Aduana francesa en Canfranc en 1940, y que ahora se sabe que fue miembro activo de la Resistencia, que facilitó la entrada a España de cientos de refugiados, muchos de ellos judíos, mientras simulaba colaborar con los nazis. Para él trabajaba como espía Lola Pardo quien, al más puro estilo El tiempo entre costuras y con tan solo 17 años, se cosía los mensajes en los forros de sus vestidos para viajar hasta París o Madrid en el tren y así entregar la información. Ahora ya se entiende mejor porqué en Canfranc todo gira alrededor de los misterios de su estación.

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A lo largo de los años sobre la estación de Canfranc se han articulado varios proyectos, todos enfocados en recuperar el esplendor perdido. Hoy acaba de estrenar su segunda vida, una mucho menos novelera pero un esplendor merecido.

 

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Foto: Manolo Yllera

De estación a referente hotelero

Estación Canfranc, a Royal Hideaway Hotel, cuenta con 104 habitaciones, de las cuales 4 son suites de lujo, distribuidas en la primera y segunda planta. En las habitaciones destaca la inspiración Art Déco a través de las lámparas de latón y los colores suaves. También en los tejidos se ha querido plasmar un plus de personalidad, es el caso de los cabeceros de terciopelo en estampado gráfico que recuerdan a los tapizados de los asientos de los vagones de los años 20.

 

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Foto: Manolo Yllera

Como curiosidad, en todas las habitaciones se encuentra una de las antiguas ventanas de la estación (hay una leyenda que dice que había 365, pero se ha demostrado que eran más de 400), a las que se la dado un nuevo uso enmarcando fotos históricas de los exteriores de la estación y referenciando de nuevo las raíces de este emblemático espacio.

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Foto: Manolo Yllera

La planta baja del ala norte, área donde se ubicaba todo el área francesa, es donde se encuentra hoy la zona wellness con una piscina climatizada y diversas salas de tratamientos con productos de Natura Bissé. En lo que era la aduana española se encuentran la biblioteca (uno de los espacios más sofisticados del hotel, que recuerda notablemente  a los cafés de tertulia parisinos de la época) y el restaurante principal del hotel, el restaurante El Internacional, con una carta que apuesta por sabores locales y una ejecución que huye de la vanguardia. El resultado, como el del todo el hotel, es armónico y funciona.

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Pero ya joya de la corona es, claro, el histórico vestíbulo de la estación, que hoy alberga la recepción del hotel y para el que ILMIODESIGN ha realizado un proyecto único entre el pasado y el futuro sin perder de vista las necesidades de los clientes, que hoy ya no son pasajeros, sino huéspedes. En este espacio, los apliques de pared de latón, la yesería y parte del suelo central han sido recuperados y lucen como lo hicieron por primera vez en 1928. 

 

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Foto: Manolo Yllera

Inspirado en la estética de las antiguas estaciones y de los lujosos trenes de largo recorrido de principios del siglo XX, con sus particulares vagones y elementos representativos, todo el interiorismo de Estación Canfranc ha conseguido mantener la esencia de la estación aportando, a su vez, un necesario toque contemporáneo.

 

 

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Foto: Manolo Yllera

Un viaje gastronómico

 

Eduardo Salanova y Ana Acín son nombres bien conocidos en el panorama gastronómico patrio. Estos dos expertos en alta cocina llevan años al frente de La Venta del Sotón, institución de la gastronomía oscense fundada en 1967; y Espacio N, restaurante dentro de La Venta, que en 2021 fue galardonado con una estrella Michelin. Felices y satisfechos, cuando se les presentó la oportunidad de volver a los orígenes (Salanova es oriundo de Canfranc), y con un proyecto como Canfranc Express, no pudieron decir que no. No, porque aquí iban a poder continuar reinterpretando el recetario tradicional aragonés, sin descuidar el amor por la tradición. No, porque se trataba de un ambicioso proyecto basado en una cocina creativa que se complementa con guiños a la cocina aragonesa y creaciones propias, y no, porque tanto la cocina como la sala (solo para 8 comensales) se ubica en un antiguo vagón que ha sido rehabilitado siguiendo la estética del emblemático tren Orient Express. Así que dijeron que sí.

 

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Foto: Manolo Yllera

Que Canfranc Express se posiciona como nuevo destino del turismo gastronómico se sabe sin necesidad de llevar ni un mes abierto. Y que su principal objetivo es recuperar el legado culinario aragonés y despertar la emoción a través de sabores y productos típicos de la región, también.

 

Y así lo prueba el primer pase de la carta lo protagoniza un aperitivo inspirado en un plato que se elaboraba a finales del siglo XIX en el valle del Aragón: un consomé clarificado de las migas del pastor con cebolleta y semillas de tomate. Le siguen otros platos con fuerte arraigo a la tierra, entre los que destacan la Pintada y remolacha, con pintada salvaje criada en Los Monegros; La Trilogía del Ternasco, una secuencia de tres pases en la que el cordero del Pirineo es el protagonista, en homenaje a la cocina francesa y al pasado histórico de la estación como punto de unión entre España y el país vecino. Todo un viaje, no solo gastronómico, sino también por la historia de la región y de la propia estación para el que no es necesario un salvoconducto.

 

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Foto: Manolo Yllera

 

El ‘outlet’ gastronómico del hotel, el restaurante 1928, está ubicado en otro antiguo vagón contiguo a Canfranc Express y abrirá próximamente sus puertas como homenaje al largo viaje en tren que se realizaba desde los valles del Pirineo Aragonés hasta llegar al París de los años 20. Un reconocimiento, además, a la lucha por la apertura de la vía de tren que unía ambos países. La carta se inspira en el recetario galo para ofrecer una cocina francesa con notas aragonesas, en la que se funden recetas clásicas de ambas gastronomías, recordando los mejores restaurantes de París en un vagón de lujo. Un servicio clásico, maridado con los mejores vinos de ambas vertientes, donde, además, se podrá disfrutar de la reinterpretación de Salanova del menú que se sirvió aquel 18 de julio de 1928, fecha en la que se inauguró la Estación Internacional de Canfranc. 

 

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Foto: Manolo Yllera

Vuelta a la vida… y a los negocios 

Propiedad del Gobierno de Aragón, nadie duda de que el hotel conservará el valioso patrimonio cultural de un edificio emblemático con más de 90 años de historia, todo un viaje al pasado con las comodidades del lujo contemporáneo pero sin esas estridencias que tan bien maneja el sello Royal Hideaway. La estación, declarada Bien de Interés Cultural en 2002, forma parte del Patrimonio Histórico Cultural Ferroviario, y uno de los complejos ferroviarios más importantes de los construidos en Europa en el primer tercio del siglo XX. Un icono para los aragoneses que vuelve a la vida tras un intenso proyecto de rehabilitación que aspira a convertir este emblema histórico en un icono del siglo XXI. La recuperación de la emblemática Estación Internacional de Canfranc, que ha sido fruto de una ‘joint venture’ entre el Gobierno de Aragón y el grupo hotelero mallorquín, generará un impulso de la economía local con la creación de 150 empleos directos. Todo esto en un establecimiento que aspira a convertirse en el hotel de referencia en el Pirineo Aragonés, tanto a nivel nacional como internacional, y que ya es un importante punto de atracción de turismo de lujo para la región.