Receta de una foto

Centauros del desierto (de Gorafe)

Una lección de fotografía de paisaje con una de las maravillas geológicas de nuestra geografía.

Habitualmente, la fotografía de paisaje cobra su mayor intensidad con las luces más extremas del día, cuando los últimos rayos del sol crean escenas memorables, incluso en los lugares más yermos y desolados. Si, además, es posible conjugarlas con otra situación interesante, se añadirán nuevas lecturas al escenario vacío, como ocurre con estos deportistas en esta imagen en el desierto de Gorafe. Un abrupto territorio en el altiplano de Granada, que conserva 10 necrópolis de poblaciones neolíticas con 240 dólmenes, la mayor concentración de túmulos prehistóricos de España.

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Foto: Gonzalo Azumendi

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El paisaje, casi marciano, lleva a fantasear como serían aquellos primeros asentamientos humanos de hace seis mil años. En la fotografía, las formaciones geológicas de la izquierda, parecen sugerir un poblado ancestral de casas de adobe, sobre el que aparecen dos viajeros del tiempo, coloridos y fuera de contexto, catapultados al pasado a bordo de sus bicicletas.

El fotógrafo se ubica ante el espectáculo de las Bad Lands, tierras malas, baldías, donde los dos deportistas, tras pedalear entre el polvo, se asoman a uno de los muchos balcones que bien podrían señalar el fin del mundo, evocando escenas míticas que inspiran al fotógrafo. Quizás los imagina acompañando a John Wayne por Arizona, como centauros del desierto, pero en versión actual, sin caballos, mitad bicicleta, mitad persona…cuando la caravana divisa la tierra prometida, tras superar cañones, cárcavas y ramblas, dejando atrás un territorio hostil de Navajos o Arapahoes. Pero todo es producto de conjeturas, del poder de la fantasía que a cada cual le hagan soñar estos parajes áridos, de margas y chimeneas de hadas. Porque, quizás Gorafe es demasiado austero, incluso para servir de plató y John Wayne, aquí, es solo una quimera; a los del Spaguetti Western nunca se les vio por Gorafe, no se atrevieron con estas tierras espartanas, o, mejor dicho, de esparteros. Donde los únicos caminos durante siglos eran los trazados por los sufridos recolectores de esparto, que igual que los 300, sucumbieron en este mundo imposible.

Hoy día, estas veredas son territorio de excursionistas, como estos ciclistas que comparten algo auténtico, en soledad, cuando el sol se despide y los paisajes y momentos se transforman con la energía de la última luz. Curiosamente, tanto los dos deportistas, como el fotógrafo viven esta circunstancia con la misma emoción, pero de distinta forma. Porque, salvo en las ruedas de sus bicicletas, los ciclistas, no llevan cámaras, su pasión es correr en estos paisajes de fuego y han llegado a este punto de forma fortuita, en este preciso momento. El fotógrafo, sin embargo, persigue este instante, es su mejor recompensa, el aunar la última luz con el lugar adecuado. Más si la suerte le premia y, a través de su óptica, cree distinguir dos centauros encaramados que transforman el perfil y lo dotan de dimensiones épicas, en esos minutos en que la emoción ante el último milagro del día resulta idéntica para todos. Siempre en busca de capturar la misma existencia, en un desierto, donde dicen que la vida escasea.

INGREDIENTES

  • El desafío es la “composición”, elegir como construir la imagen, pues siendo tan grande el tamaño de las masas de tierra en relación con las personas, las posibilidades son infinitas.
  • En los atardeceres, el sol baja intensificando colores y sombras. Un continuo cambio, que se descubre según se dispara, sin pausa, hasta la última luz.
  • Datos EXIF: Zoom 24-70 en 60 mm, 1/250, F5, ISO 400

ELABORACIÓN

Pero si la luz resulta imposible de controlar en los grandes paisajes, la composición es un reto fascinante que corresponde enteramente al fotógrafo.

En geometría, se define trapecio a un cuadrilátero con al menos dos lados paralelos, exactamente lo que representa el talud del primer plano, que cobra valor al crear una diagonal que atraviesa la fotografía, y la divide perpendicularmente, estableciendo un recorrido visual desde el vértice inferior hasta las dos figuras humanas. En segundo plano, las formaciones de la izquierda descubren el alma del paisaje, es como si la naturaleza hubiese utilizado su personal photoshop para ir clonando todas estas formas en una intervención artística de siglos. Y al fondo, el Cerro Jabalcón, la montaña faro, referencia en este mar de arcillas. En la composición, los tres planos se equilibran e integran, creando un efecto de perspectiva, aun habiendo utilizado un 60 mm, una óptica que ya comprime y aplasta levemente.

RETOQUE Y EMPLATADO

  1. Observar la naturaleza es un buen ejercicio para apreciar las diferentes tonalidades que ejerce la luz sobre los colores. En este caso, los últimos rayos del atardecer, nos regalan un abanico cromático cálido que hace vibrar la gama de los rojos.
  2. Ajustar las altas luces y las sombras y contrastar para que las texturas adquieran volumen.
  3. Potenciar los amarillos, rojos, magentas y azules con moderación, usando la herramienta “corrección de color”, para no saturar demasiado la imagen.

Un retoque sencillo, con un buen resultado.