La llegada del metro a Madrid en octubre de 1919 supuso la transformación radical de la ciudad en las primeras décadas del siglo XX. Entre las estaciones con mayor historia se halla la de Chamberí, que inaugurada ese mismo año, permaneció en activo hasta 1966. Extendida por el subsuelo de la Plaza de Chamberí con la calle de Santa Engracia, se la conoce popularmente como la «estación fantasma» desde que sus instalaciones quedaron obsoletas y fue clausurada, con los convoyes circulando por ella a marcha lenta, pero sin detenerse. Fue rescatada del olvido el año 2008, cuando reabrió convertida en una de las estaciones-museo del Metro de Madrid.
El recorrido que hoy se realiza por las antiguas instalaciones de Chamberí permite al visitante realizar un viaje en el tiempo al Madrid de los años 50 y 60, simplemente descendiendo por unos escalones. Diseñada en 1919 por el arquitecto Antonio Palacios (1874-1945), quien se inspiró en la estética de la red de metro parisina de la época, era una de las ocho estaciones que conformaban la Línea 1 de la red de ferrocarril metropolitano de la ciudad, junto a las de Cuatro Caminos, Ríos Rosas, Martínez Campos, Bilbao, Tribunal, Gran Vía y Sol. El diseño del arquitecto incluía cubiertas y remates brillantes y coloristas, con el fin de lograr atenuar la posible reticencia del público a usar el entonces innovador transporte subterráneo.

Foto: Museos del metro de Madrid
Túneles de azulejos
La estación de Chamberí fue posteriormente remodelada en los años 50, también por Antonio Palacios. El arquitecto optó entonces por una solución más funcional en cuanto a los recorridos y con acabados sencillos. Su renovación incorporó también la luz natural mediante un lucernario en el vestíbulo, creando un espacio agradable para el encuentro entre los viajeros. Para los túneles de paso y andenes eligió un recubrimiento cerámico, reproduciendo la decoración original de los años 20, utilizando masivamente paños de azulejos y piezas de color blanco y azul cobalto. La bóveda de la estación la recubrió con grandes recuadros de cerámica sevillana, que limitan el contorno de carteles anunciadores, también de azulejo. Los letreros indicadores y carteles publicitarios son uno de los principales atractivos de la estación, y se conservan prácticamente tal y como fueron creados en las primeras décadas del siglo XX.

Andenes fantasma
En la década de los 60, debido al incremento del tráfico de viajeros, la Compañía Metropolitana decidió alargar las estaciones de la línea 1 para poder poner en servicio nuevos vagones de mayor capacidad, y hasta seis coches. De esa forma, los caminos de hierro de las estaciones más antiguas se ampliaron, desde los 60 metros con que contaban desde su inauguración, hasta los 90 metros que tendrían a partir de entonces. Sin embargo, ante la imposibilidad técnica de ampliar la estación de Chamberí por su situación en curva y su proximidad a las de Bilbao, el Ministerio de Obras Públicas decidió clausurarla el año 1966. La estación permaneció inutilizada durante más de cuarenta años, reduciendo los convoys su velocidad cuando la atravesaban. El hecho de que los accesos exteriores fueron tapiados facilitó la conservación de muchos de los objetos de su época de esplendor, como los citados letreros indicadores, carteles publicitarios, tornos, taquillas y máquinas expendedoras de billetes.

Foto: Museos del metro de Madrid
De estación a museo
En agosto de 2006 se iniciaron las obras de restauración de las instalaciones de la estación madrileña de metro de Chamberí, con vistas a convertirla en un museo que finalmente abrió el año 2008. En la actualidad en ella se sitúa una de las sedes del llamado Andén 0, el centro de interpretación de la red de Museos del Metro de Madrid, cuya visita sumerge al visitante en la historia de este medio de transporte que revolucionó al país.