Avanza el calendario sin tener en cuenta la evolución de ningún virus. Y desde que se decretó el estado de alarma, los españoles se han quedado sin viajar la Semana Santa y el fin de semana largo del uno de mayo. Por eso, con junio a la vuelta de la esquina, muchos se preguntan si al menos podrán ir o no a la playa. Es uno de los pocos consuelos viajeros que resisten y hay buenas noticias. Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha evaluado las posibles vías de transmisión del SARS-CoV-2 en playas, piscinas y otros espacios destinados al baño y ha llegado a la conclusión de que es “muy poco probable” que pueda haber infección en condiciones estándar para el baño.
Sin embargo, tal como aclaran los investigadores, el principal riesgo de transmisión del SARS-CoV-2 en las zonas de baño se produce a través de las secreciones respiratorias que se generan con la tos y los estornudos y el contacto de persona a persona, tal como ocurre en espacios comerciales y en el transporte público. Por lo tanto, recomiendan que también en estas áreas recreativas se adapte el protocolo para las actividades comerciales publicado por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo al respecto.
La seguridad en las playas
Parece ser que al virus no le gustan las sales marinas, o al menos, tal como se recoge en el informe del CSIC, aún no hay datos de la persistencia del SARS-CoV-2 en agua de mar. En cambio, sí “se ha identificado el cloruro sódico como agente biocida eficaz…”. Así que por la parte del agua, todo indica que no hay peligro. ¿Y con la arena?
Hace unos días, sorprendía la noticia de una playa andaluza donde les había parecido buena idea desinfectar la superficie con lejía: mil litros de agua con una disolución del 2% de lejía. Todo un despropósito medioambiental aunque se hiciera con la mejor intención del mundo. En ese sentido, los investigadores del CSIC indican que “no es recomendable la desinfección de los suelos de espacios naturales con los procedimientos habituales para espacios públicos urbanos”.
Más bien, apuntan a que tal vez no haría falta desinfección alguna, puesto que en la bibliografía científica no existen estudios que determinen la prevalencia de virus en la arena. La sal del mar, los rayos ultravioletas del sol y las altas temperaturas de la arena contribuyen a la inacción de cualquier patógeno, incluido el SARS-CoV-2. Tampoco parece haber mayor alerta con la brisa de la orilla del mar. Ni la Organización Mundial de la Salud, ni los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, ni las Agencias de Salud locales de EEUU u otros países tienen evidencias de que el virus pueda propagarse por el aire en la orilla del mar.

¿Y qué ocurre con las piscinas?
Si no hay evidencias científicas acerca de la probabilidad de infección por el SARS-CoV-2 en las playas, el informe destaca que el riesgo en piscinas y spa todavía sería menor, puesto que en estas zonas el uso habitual de desinfectantes evitan la contaminación microbiana de las aguas por la afluencia de usuarios serían suficientes. Además, en áreas recreativas como los balnearios se cuenta con las altas temperaturas y con el vapor como aliados para la inactivación del virus.
Ríos y ambientes de agua dulce desaconsejados
Playas y piscinas son más seguras frente al patógeno que lagos y ríos. En concreto, el informe destaca que “estudios centrados en otros coronavirus, con características similares al SARS-CoV2, han demostrado que los virus siguen siendo temporalmente infecciosos en ambientes naturales de agua dulce, incluidos lagos y arroyos”. Para estas zonas recreativas de agua dulce, los investigadores recomiendan que se extremen las medidas de precaución para evitar aglomeraciones.