Como todo en general en la vida, la importancia de las cosas en los viajes radica en los pequeños detalles. El conocido mixólogo Alex Montrose, al frente del bar The Tailor, se acerca a tu mesa para pedir disculpas por una pequeña demora al servirte el cóctel que has pedido porque se ha acabado uno de los ingredientes que ellos mismos elaboran y tienen que prepararlo al momento. Son apenas un par de minutos, un breve lapso de tiempo que te da la medida de todas las cosas.
Esa singularidad se percibe desde el momento en que el botones te abre la puerta del Anantara Grand Hotel Krasnapolsky, enfundado en un perfecto traje, con un abrigo de tipo overcoat, boina calada y zapatos recién lustrados, una estética que enseguida remite a los Shelby de Peaky Blinders. El concepto que mejor define a este alojamiento situado en la plaza Dam de Ámsterdam, frente al Palacio Real, es "a medida", un concepto que además nos vincula con su historia.

Pasado y presente del Anantara Grand Hotel Krasnapolsky
A mediados del siglo XIX, siendo apenas un imberbe, Adolf Wilhelm Krasnapolsky llegó a la ciudad con poco más que un diploma de sastre en el bolsillo y los conocimientos que había heredado de su abuelo y de su padre. Solía acabar las largas jornadas entre patrones, hilos y tijeras, en alguno de los cafés de la plaza Dam. Contemplando el ir y venir de la gente de postín que frecuentaba aquellos locales, al tarasí le empezó a rondar un sueño.
En el año 1866 adquirió uno de esos cafés, cambiándole el nombre por el de Nieuwe Poolsche Koffijhuis (Nuevo Café Polaco). A aquella compra le siguió la del edificio adyacente, convirtiendo el café en un espacio de techos muy altos único en la época. El servicio de tortitas en el desayuno, elaboradas por su cuñada, y la construcción de un matadero propio, para garantizar carne fresca y de alta calidad, fueron hechos que le sirvieron para atraer gente de lejos de la ciudad. Viendo que esos nuevos clientes necesitaban un lugar donde pasar la noche, Krasnapolsky levantó un centenar de habitaciones provistas de parqué y calefacción central, pero lo que realmente causó sensación entre la alta sociedad fue el Wintergarten. Este jardín de invierno, con cubierta de cristal y hierro fundido, se utilizó durante la Exposición Universal de 1883. Los problemas derivados de la primera iluminación con 4.000 faros de gas, como temperatura elevada y escapes, no detuvieron a este visionario: fundó la compañía Nederlandsche Electriciteits Maatschappij y ordenó la construcción de una central eléctrica en uno de los edificios adyacentes para dotar de suministro a todo el hotel.

Foto: Anantara Grand Hotel Krasnapolsky Amsterdam - Winter Garden
El sastre emprendedor falleció en 1912, pero su impronta todavía se deja ver en el establecimiento que gestiona Anantara desde el año pasado. La memoria del edificio es contada a través de fotografías históricas colgadas por todo el hotel y que recuerdan, entre otras cosas, las fiestas que se celebraron en el Wintergarten durante las décadas siguientes a su construcción. Viendo esas imágenes de tonos entre sepia y cian, casi se puede escuchar el sonido del piano que aparece en una de ellas y las risas de la gente mientras baila a ritmo de vals, polcas y mazurcas. En ese elegante salón se sirven a diario los desayunos. Un primer café y zumo recién exprimido mientras preparan los huevos al gusto y sigue sonando la música, agradable, nunca por encima de las conversaciones. Todo sin perder de vista las bandejas de fruta fresca y nubes junto a la fuente de chocolate.

Foto: ANANTARA GRAND HOTEL KRASNAPOLSKY AMSTERDAM - White Room
Las famosas tortitas del primer establecimiento fueron el precedente de la destacada oferta dulce actual, elaborada por el equipo de pastelería de Krasnapolsky y servida en sus restaurantes, como el exclusivo The White Room, con una estrella Michelin, el Grand Café Krasnapolsky y The Champagne Room, estos dos últimos con vistas a la plaza Dam. The White Room conserva una buena parte del interior original de 1885 y de la luz natural que le dio el nombre. En los últimos años, el restaurante se ha especializado en una cocina moderna cuyos ingredientes principales provienen de los Países Bajos, como el cordero de la isla de Texel y el queso de la región de Beemster, entre otros. El chef Jacob Jan Boerma, galardonado con 3 estrellas Michelin, está a cargo de todo el restaurante, y el chef Tristan de Boer dirige de la cocina.

Anantara Grand Hotel Krasnapolsky Amsterdam - Grand Cafe Krasnapolsky
moda en una carta de cócteles
Volvemos donde empezamos, al bar The Tailor. Alex Montrose se compara a un sastre de finos trajes de noche, todo en el local que dirige recuerda al oficio del joven Krasnapolsky: lámparas en forma de dedal, carta de los cócteles imitando a tela, antiguas máquinas de coser, un maniquí con un traje pespunteado. La carta varía cada temporada y en cada una de sus páginas encontramos alguna referencia al mundo de la costura. Empiezan tomando las medidas del cliente para recomendarle la mejor opción de su oferta o bien para dirigirle a la página adecuada. Cada línea de cócteles está inspirada en diferentes momentos de la moda, así encontramos la sección Tejidos Antiguos, con bebidas accesibles y poco complejas; la llamada Preindustrial: Nuevo Mundo, con creaciones juguetonas y emocionantes; la Preindustrial: Mundo Antiguo, donde entran los cócteles fuertes y ricos en matices; o la Postindustrial, con las mezclas más atrevidas e innovadoras.
La oferta del hotel no se acaba puertas adentro. La firma Anantara es bien conocida por sus exclusivas experiencias vinculadas al entorno. Algunas de las más destacadas son la salida en bicicleta para conocer lugares de interés histórico y degustar especialidades locales, un taller sobre el mundo de los diamantes, una comida privada en mitad de un campo de tulipanes, una visita a una antigua destilería seguida de un taller de cócteles en The Tailor o un desayuno mientras se navega por los canales de Ámsterdam.

Foto: Anantara Grand Hotel Krasnapolsky Amsterdam - Bar The Tailor
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