Este es un libro hecho de retazos de vidas. Y qué vidas: Conrad deslumbrado en Bangkok por una luz que penetraba sus extremidades “a través de cada poro de la piel”; Graham Greene, bipolar y maníaco depresivo, nada impasible con el opio y las mujeres de Vietnam; o Martha Gellhorn dándole una patada en el trasero a Hemingway en China. Vidas al límite, como la del oficial británico Herbert Reginald Robinson con el que coincidió un rebelde George Orwell en Birmania. También está la vida de David Jiménez. Y todas las vidas encajan en Los diarios del opio (Ed. Ariel).
“La siguiente píldora era suya, porque así lo marca la costumbre, y yo observé, fascinado, cómo observa el humo en una inhalación larga y sin esfuerzo”. Así describió H. R. Robinson su primera vez en un fumadero en Autobiografía de un adicto al opio. Años después se pegó un tiro incapaz de dejar atrás su adicción y pese a quedar ciego, logró publicar su libro en 1942. La literatura del opio, así etiquetó el libro después su colega Orwell en The Observer. En esa tradición se inscribe el libro de David Jiménez (ya segunda reedición), en la literatura yonqui y en la literatura de viajes y en la de los corresponsales de guerra y en la literatura del orientalismo, cómo no.
Una guía heterodoxa de viajes a Oriente
Indochina, Borneo, India, Birmania, Tíbet… Oriente. Sobre el atlas, una geografía que encarna el deseo por lo extraño. Oriente es un artefacto cultural de Occidente. “Sólo una voluntad muy férrea y muy necesitada de encontrar un contrincante cultural, una imagen invertida -explica Juan Pimentel en El Rinoceronte y el Megaterio, un ensayo de morfología histórica publicado por Aba Editores-, puede haber generado una alteridad tan pronunciada como forzadamente compacta”.
“Qué queda del misterioso Oriente que durante siglos ha atraído a tantos occidentales”, se preguntó el periodista Tiziano Terzani al llegar a Tailandia en 1990. A lo largo del libro de David Jiménez parece que estamos a punto de resolverlo, pero nunca se acaba por revelar. “Es que el día que descubres el secreto de Oriente tu excusa para seguir viajando desaparece”, confesó en esta entrevista para Viajes National Geographic. Así avanza Los diarios del opio, con un mecanismo adictivo de lectura que hace avanzar sin descanso.
El libro de David Jiménez funciona como una pequeña bibliografía de Oriente porque viajar no es más que seguir la huella de aquellos y aquellas que llegaron y lo contaron antes. “Me gustaría que los lectores se sirvieran de los títulos que aparecen como si de guías de viajes se trataran , pero en lugar de las clásicas que dicen lo que tienes que hacer y qué ver, esta otra es una guía de experiencias y aventuras”.
Él mismo las tuvo muy cerca durante sus años de reporterismo en los que pisó míticos hoteles de guerra, islas remotas, ciudades que ya no son las mismas y fascinantes personajes, vagabundos y errantes, huyendo un poco de sí mismos buscando resolver el misterio de lo invisible sin darse cuenta que, tal vez, el misterio era el misterio. De todo ello hay en cantidad en Los diarios del opio y, sin embargo, por suerte, el viaje deberá proseguir. A ello invita David Jiménez.

Imagen cubierta cedida por la editorial