La primera vez que leí Las viejas sendas (Ed. Pre-Textos) de Robert Macfarlane tomé prestado el libro en la biblioteca pública de mi barrio (tras leerlo, comprobé que era demasiado valioso como para no tenerlo en casa siempre). Lo que me sorprendió fue encontrarlo, no en la sección de viajes o naturaleza, sino en la de deportes. “Claro, ¿no es un libro sobre senderismo?”, me respondió el bibliotecario cuando le pregunté la razón de lo que me parecía un descuido en la clasificación. La anécdota puede servir para ilustrar el problema de definir ese género que los ingleses conocen como nature writing y que aquí no sabemos aún muy bien cómo nombrar. En todo caso, ¿dónde metes un libro como el de Robert Macfarlane que va de caminar, de arte, de poesía, de tradiciones, de fauna, de las especiales texturas de los paisajes y de cómo nos afectan interiormente? Pues eso, junto a los planos que los senderistas usan para no perderse.
Dice Gabi Martínez, caminante, rastreador de animales invisibles, escritor y director del festival literario Liternatura, que el género pasa siempre por poner en primer plano a la naturaleza, que no sea un simple telón de fondo, sino que ésta cobre protagonismo en sí misma. “En cualquier caso -explica a Viajes National Geographic-, siempre lo que se establece es lo que llamó Thomas Berry, la gran conversación, que es aquella en la que cuando dos conversan, los dos están en el mismo nivel”. Es lo que viene haciendo él últimamente, poniéndose al mismo nivel que la naturaleza en libros como Un cambio de verdad (Ed. Seix Barral) o con el proyecto Animales invisibles, junto a su socio Jordi Serrallonga, autor de Dioses con pies de barro (Ed. Crítica).
Fue el artista Miguel Ángel Blanco quien escribió el prólogo de Las viejas sendas. A pesar de que los suyos no son libros con páginas, sí puede considerarse un pionero del nature writing nacional. Desde que en 1985 dejó Madrid por Cercedilla, en el Valle de la Fuenfría, confecciona su Biblioteca del Bosque, compuesta por centenares de libros encajonados. Físicamente, son estuches de madera con forma de libro que guardan en su interior elementos naturales y silvestres.
En cierta forma, la obra de Miguel Ángel Blanco es un reflejo de la recuperación de lo analógico de estos últimos tiempos, el contexto oportuno en el que, tal como explicó Jorge Carrión en un ensayo del 2018 publicado en The New York Times, se encuadra la aparición de los libros dedicados a la naturaleza que van llenando las mesas de novedades de las librerías: “La obra de Blanco, tan viva, adquiere una nueva importancia en estos años de celebración de los bosques”, escribió allí el escritor, ensayista polígrafo y multiplataforma.
Unos años de celebración que han venido acompañados de una buena cantidad de libros publicados en español. Aunque aún parece quedar camino por recorrer,” en España nos hemos puesto las pilas para intentar acercarnos de la mejor forma posible a la naturaleza -comenta Gabi Martínez-. De todas formas, estamos empezando y hay unas carencias obvias”. Carencias como que Robert Macfarlane escribió Las viejas sendas en 2012 y no llegó a España hasta hace relativamente poco, en el año 2017. Cinco años también tardó en llegar a las librerías españolas El libro de la madera (Ed. Alfaguara), del noruego Lars Mything, un fenómeno de ventas internacional, traducido a más de 16 lenguas diferentes.
Las editoriales generalistas están “descubriendo que todavía no consiguen vender mucho con libros de naturaleza pero que de vez en cuando si aparece un pelotazo que las hace confiar en que ahí hay algo que puede tener futuro”, explica Gabi Martínez, para quien Errata Naturae (con su colección Libros Salvajes), Capitán Swing y Nórdica, Volcano Libros son referentes destacados. Mientras vivimos atónitos un derrumbe climático ya confirmado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, las librerías van llenándose de libros que nos traen la naturaleza a casa.
Las nuevas ediciones de los textos canónicos de Thoreau, traducciones de escritores emergentes, pequeños best sellers inesperados, clásicos que viven una segunda vida como Escritos sobre naturaleza, de John Muir (Ed. Capitán Swing)... Da igual en qué sección de la librería o de la biblioteca los encuentres. Son bienvenidos porque estos libros sirven para emocionarse, para aprender, para reflexionar, para acercarnos a esa naturaleza a la que se le ha ido dando la espalda y que de algún modo hay que ir recuperando.