Santiago de Compostela emana un halo de acogida que se siente nada más pisar la ciudad. Los peregrinos alcanzan en ella el acto final de su sacrificio, los visitantes se dejan maravillar por sus calles de piedras que cuentan historias y sus parques de ensueño, y los santiagueses dan la bienvenida a todos ellos con su hospitalidad y característico sentido del humor, además del olor de sus cocinas, que inunda algunas de sus pequeñas y empinadas rúas. Un destino así bien merece un remanso de paz donde el descanso y la historia se sincronicen con la de su entorno, un hotel donde abandonarse a la calma y renovar el alma: A Quinta da Auga. El único Relais & Chateaux de toda Galicia, como advertencia, tiene un pequeño peligro: alojarse en él es adictivo.