
Vista de Hacienda de Abajo desde el balcón de Tazacorte
El aprovechamiento era tal que el municipio se fue creando en estrechas calles y pequeñas casas para rentabilizar al máximo ese terreno único. Entre esa selva dulce creció la que sería la primera, más antigua, rica y productiva hacienda azucarera de La Palma, la Hacienda de Abajo, hoy en día un hotel repleto de obras de arte, con un delicado jardín tropical y una hospitalidad que reflejan la idiosincrasia canaria en todos sus aspectos.
Una historia de colonos, azúcar y arte
“Cuando hablamos de Hacienda de Abajo no nos referimos a un hotel, sino a una casa”. Así es como Don Enrique Luis Larroque, propietario de la finca, define la esencia del lugar. Desde uno de los balcones que el municipio regala al océano se puede ver cómo asoman algunos tejados entre un mar de enormes hojas recortadas. Las plataneras parecen engullir los cuatro edificios que forman parte del establecimiento, cuyo origen data del siglo XVI.
La plantación que ocupaba su lugar fue pasando de manos hasta que en 1509 la compró Jácome de Monteverde, un alemán que, gracias a sus negocios azucareros con Flandes, se pudo permitir levantar una hacienda de estilo colonial que alojaría, a lo largo de los años, a varias familias nobles. Los cultivos de la finca les permitían autoabastecerse, y la importancia del lugar era tal que incluso construyeron dos fortalezas para proteger el puerto de bandoleros que quisieran saquear su cada vez mayor fondo de arte.

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Con los años, los herederos de Jácome fueron ampliando y modificando la propiedad y cambiando los cultivos: del azúcar se pasó al viñedo, de ahí a la seda o incluso la miel y la cochinilla antes de pasar al plátano en el siglo XIX. Pero finalmente, la finca cayó en desuso, y no fue hasta que sus descendientes decidieron reconvertirla como alojamiento que volvió a cobrar la vida que la caracterizaba.
Premio Hispania Nostra a la conservación del patrimonio, primer hotel emblemático de Canarias,Mejor Hotel Histórico de Europa en 2021 y Premio Canarias de Economía Verde 2022, el hotel Hacienda de Abajo no necesita muchas presentaciones, pues su fama le precede. Reutiliza materiales antiguos, funciona con biomasa, integra su arquitectura en el medio, potencia la cantería canaria y, sobre todo, abraza al visitante entre historias de piratas e ilustrados, paisajes exóticos, colores, exuberancia y cariño que hacen del lugar una isla dentro de la isla.

Los espacios comunes, como las habitaciones, cuentan con tapices, vajilla y cuadros antiguos
Un paseo de 20 siglos
Los altos ingresos de aquellas familias que durante siglos ocuparon las recámaras de la Hacienda de Abajo dependían de sus fructíferos negocios con Flandes, Andalucía, Asia, Filipinas y América. Como parte de esos intercambios comerciales, los habitantes de la finca fueron atesorando obras de arte que ahora son propiedad del hotel y que constituyen un fondo de más de 1.300 piezas, es decir, uno de los mejores contenidos de hotel del país, además de una de las colecciones de obras de arte orientales más importantes de las Islas Canarias.
Durante diez años, Don Enrique no solo se dedicó a recuperar el lugar, sino también a recopilar obras en competencia con anticuarios europeos y americanos. Las piezas, muchas de ellas de influencia religiosa, datan desde el siglo I – una cabeza greco-romana – hasta el siglo XX. Una mesa italiana de mármol de Carrara del siglo XIX, esculturas chinas del siglo VII, mobiliario veneciano del siglo XVIII, tapices franceses y flamencos de los siglos XVI al XVIII o incluso la gran casa de muñecas de la bisabuela de Don Enrique, hecha en La Palma.

Una de las suites del Hotel Hacienda de Abajo
Arcones, cuadros, tallas, porcelanas, bustos, jarrones, plata labrada, fuentes, lienzos, tapices… La lista es eterna e incalculable, y se reparte por cualquier rincón del recinto. Desde la recepción hasta sus pasillos, pasando por la cafetería, su restaurante, la capilla o las 32 habitaciones. “Las obras de arte principales no están en los sitios más destacados, sino que se distribuyen por criterios estéticos, así tú ves una casa más natural y acogedora, habitada a lo largo de generaciones”, explica Don Enrique.
Pero la labor no ha sido solo la de acumular y repartir el arte por los diferentes espacios, sino también de cuidarlo. Es por ello que el hotel cuenta en plantilla con un conservador, restaurador y, como dice su dueño, “también un manitas”, que lleva a cabo una “operación resurrección” para recuperar el esplendor de las obras dañadas “y poner en valor el gran patrimonio cultural del hotel”.

Una de las habitaciones del hotel, decorada con obras de arte
Un vergel convertido en jardín
Dos papazules parecen tener una conversación junto a la puerta de una de las habitaciones. Las lagartijas corretean por aquí y por allá por los caminos y entre las plantas del exuberante jardín que sirve de punto de unión de los edificios en los que se divide la hacienda. La antigua huerta de Jácome, llena antaño de higueras, naranjos, limoneros, membrilleros y morales, se ha convertido en un pequeño jardín del Edén.
“Los jardines de aclimatación que había en Canarias en los siglos XVIII y XIX eran pequeños grandes ensayos donde se examinaba si las especies tenían viabilidad en estas latitudes”, afirma su dueño. Queriendo replicar ese tipo de espacios en la hacienda, Don Enrique ha conseguido que todas las especies, salvo un par de pérdidas, arrelen en la tierra. Especies endémicas, rarezas naturales y exotismos sorprendentes envuelven los espacios y les aportan un aire íntimo, fresco y relajante.

Los jardines de la Hacienda de Abajo, repletos de especies endémicas pero también exóticas
Lechos arbóreos de Australia, palmeras de Oceanía, deliconias, bromelias, orquídeas, nenúfares, aves del paraíso y árboles de pan crecen bajo la sombra de grandes palmeras, mangos y demás que varios jardineros cuidan a diario. “Para los palmeros, una planta es una obra de arte. Cuando viajamos fuera, siempre volvemos con algún ejemplar. Las casas están llenas de ellas y este jardín es una forma de reflejar esa idiosincrasia nuestra tan peculiar”.
La naturaleza también está presente en la numeración de las habitaciones: cada una de ellas goza, junto a la puerta, de una ilustración diferente de César Rodríguez, un pintor palmero que traza pájaros y flores junto a los dígitos que dan la bienvenida a los huéspedes frente a las magníficas lámparas hechas de curiosas jaulas indias.

Explorando cada rincón
El hotel Hacienda de Abajo está repleto de detalles. Y ya no solo porque se puede estar sentada en un sillón con siglos de historia o comiendo junto a un retrato del siglo XVII sin saberlo, sino que la delicadeza con la que está construida, pensada y decorada ofrece una experiencia diferente cada vez que se camina entre sus muros.
Al entrar en la finca, a mano izquierda y tras una puerta de entrada con un bello dibujo, se encuentra una de las reliquias del lugar, uno de los dos únicos hornos para secar cochinilla que quedan en la isla, y que ahora alberga en su interior, a modo de vitrina, una de las obras de arte de la gran colección.
Bordeando el edificio donde se encuentran algunas habitaciones y apartando algunas hojas, como si de una selva se tratase, se encuentra una antigua sala de máquinas, un prefabricado que se obligaba a instalar en el jardín y que estaba en ruinas. Inspirados en cuadros del pintor canario Juan Manuel de Silva, reprodujeron la idea de un ingenio azucarero, con puertas y ventanas del siglo XVIII, que se funde con el paisaje.

A unos pasos, una pequeña placita con coquetas sillas y mesas blancas de hierro forjado esperan frente a la capilla, con puertas y ventanas del siglo XVIII y otros detalles de cantería que son la antesala de la maravilla artística que esconde en su interior, como por ejemplo, su altar inspirado en los oratorios privados de Goa o su retablo del siglo VII. En el centro de la pequeña nave, una mesa que, en ocasiones, acoge alguna que otra reunión.
Imposible irse sin disfrutar de una puesta de sol en su cenador, un pequeño espacio presidido por una mesa de mármol italiano del siglo XIX y un banco español del siglo XVII donde la vista peina las cabezas de las palmeras en busca del batir de las olas en el océano. Aunque si de agua se trata, la piscina, envuelta en la exótica vegetación, permite sumergirse en lo que se intuye como una antigua alberca donde el cloro se sustituye por una solución salina, perfecta antesala para una sesión de masajes o un brindis de media mañana.

Uno de los platos de El Sitio, restaurante Sol Repsol del hotel
Un bocado canario al mundo
“Canarias es africana geográficamente, española y europea de formación y muy latinoamericana también de corazón”, explica Don Enrique. Estas influencias que ha recibido durante siglos de estos continentes es un punto de partida para explicar la cocina que se ofrece en El Sitio, el restaurante de la Hacienda de Abajo que goza de un Sol Repsol desde 2019.
Jose Alberto Díaz es el chef al mando de una carta en la que resaltan platos como la arepa rellena de tartar de vaca canaria, la sopa de coco, mango y papaya o el bogavante con emulsión de caña limón. Sin embargo, no puede dejarse de destacar su carro de quesos, además de sus opciones veganas y para celíacos, que hacen de la experiencia un bocado más gratificante.

Uno de los platos de El Sitio, restaurante Sol Repsol del hotel
Justo debajo, dejando atrás cuadros y porcelanas de otros siglos, además de los atardeceres frente al mar, se encuentra la propuesta más informal de la hacienda: La Salita. En ella, el comensal puede tapear por un precio más asequible y probar una selección de lo mejor de la isla en pequeños platillos.