Cuestionario en modo avión

Elvira Lindo: "Madrid me proporciona la posibilidad de sentirme de mil lugares a la vez"

Después de 10 años, la escritora regresa con la novela A corazón abierto, la más íntima de toda su obra literaria.

Elvira Lindo (Cádiz, 1962) ha querido contar la historia de sus padres. Desde el principio, es decir, desde antes de que lo fueran. Por eso, en ocasiones, ha asumido el reto de imaginar allí donde no llegan los recuerdos propios o ajenos para convertirlos, sin faltar a la verdad, en personajes de ficción y protagonistas de su nueva novela. Una historia que es, en sí misma, un viaje físico por la España del siglo XX, la de los grandes cambios. Primero, representada en dos personas que un día fueron individuales; después, como la gran familia (viajera) que formaron –el trabajo de su padre en Dragados y Construcciones obligaba a un cambio constante de residencia–. Pero A corazón abierto (Seix Barral) es también el relato de un amor arrollador, de una niñez bulliciosa, de una muerte trágica y de la reconciliación de la narradora con las luces y las sombras de su figura paterna. Partimos de este gran viaje, en todos los sentidos, que es la novela para llegar a otros tantos destinos que también han forjado a la escritora. Nueva York gana, aunque –dice– Madrid es su sitio.

017-baixa 53c47ba0

fOTO: d.r.

Has dicho que llevas preparándote para escribir esta novela, A corazón abierto, toda la vida. Se entiende: tus padres son los protagonistas. ¿Qué tal ha resultado el viaje?

Ha resultado revelador, emocionante, decisivo. Creo que soy capaz de comprender comportamientos que antes no entendía. Creo que quiero más a mis padres. Me ha gustado convivir en su mundo durante tanto tiempo de trabajo. Y me siento acompañada por ellos, protegida.

La vida de tus padres, y después la tuya propia, fue un periplo continuo de obra en obra, de ciudad en ciudad. De entre todos los lugares donde viviste hasta tu llegada a Madrid a los 12 años, ¿cuál pesa más en tus recuerdos?

Diría que cada lugar aportó algo importante a mi educación y a mí experiencia vital, porque nosotros disfrutábamos a conciencia cada lugar en el que vivíamos. Sin duda, el pantano de El Atazar es la experiencia más especial de todas porque vivíamos rodeados de una naturaleza salvaje, por la propia construcción de una obra pública abrumadora y porque éramos pocos los habitantes de aquel poblado y teníamos una relación muy estrecha. Mi infancia allí fue libre, saludable, un paraíso para una niña. Por otra parte, los años en Palma de Mallorca supusieron el descubrimiento del paisaje mediterráneo y de un universo más avanzado y moderno que el que se vivía en la península. Fui muy consciente desde niña de la belleza de Mallorca y he seguido ligada a ella. Ademuz, en Valencia, el pueblo de mi madre, fue el centro de nuestro arraigo familiar, y es un lugar precioso y muy desconocido que recomiendo visitar. Cádiz representa los años de felicidad de mis padres. En cuanto a Madrid, es la ciudad de mi adolescencia y juventud, donde podía permitirme el lujo de reconciliar mis lugares de origen con la gran ciudad. Como ves, mi corazón está muy repartido.

En El Atazar mi infancia fue libre, saludable... un paraíso para una niña

Ya que hablamos a corazón abierto, ¿el tuyo pertenece a algún lugar?

No, prefiero que esté diseminado. Conservar recuerdos de cada lugar y no elegir. Y Madrid me proporciona, como gran ciudad abierta que es, la posibilidad de sentirme de mil lugares a la vez.

Madrid

Madrid

Madrid, la ciudad 'toda en una'. 

Naciste en el sur, en Cádiz. ¿Te tira tu origen o de Madrid para abajo nada te seduce?

El sur siempre me seduce y lo frecuento mucho. Cádiz y Málaga son dos ciudades esenciales en mi vida. En Málaga vivieron mis padres y luego yo trabajé un año en la radio. Aprendí, como hacía mi padre, a conservar amigos en cada lugar en el que he vivido.

Si piensas en el norte, ¿hacia donde apunta tu GPS?

A Bilbao, sin duda. Aparte de que me encanta la ciudad, su empaque, su arquitectura, y cómo ha sabido transformar su viejo espíritu industrial a los nuevos tiempos, tengo muchos amigos allí. Antonio y yo nos sentimos muy queridos en esa ciudad.

¿Eres más de oeste que de este? Tanto tus libros Lugares que no quiero compartir con nadie y Noches sin dormir, como la película La vida inesperada, se centran en Nueva York.

Nueva York representa para mí una experiencia fundamental en mi vida y en mi formación como escritora, si es que esas dos cosas se pueden separar. No siento nostalgia de mis años allí, pero no sería la misma sin aquella aventura. Diez años en un lugar marcan mucho. Me hice más independiente, más dura, menos quejica. Me sentí muy sola y también disfruté de la soledad. Me dio energía y me la robó. Me proporcionó libertad de pensamiento y de acción. Pero ahora sé, tras esa década, que mi sitio es Madrid.

¿Qué maravillas destacas de la capital?

Es abierta, es alegre, es acogedora, a pesar de que toda gran ciudad es dura. Hay gente de todas partes que no tiene que dar explicaciones por su origen. Tiene mucho carácter. Hay mucha vida en la calle. Sigue siendo una ciudad muy popular, a pesar de la especulación inmobiliaria y los precios abusivos de los alquileres. Hay que luchar porque eso se reconduzca, porque, si no es así, Madrid perdería su carácter popular y, por tanto, su esencia.

Gracias a los premios obtenidos con tus guiones cinematográficos, has asistido a numerosos festivales de cine por España y el mundo entero. ¿Destacas algún destino?

Es probable que Los Ángeles sea la ciudad que más me haya impactado, aunque jamás viviría en ella. Pero creo que puedes observar los cambios traumáticos a los que se ha sometido a ciertas ciudades: el abandono del centro y del trasporte público, los barrios exclusivos y los barrios de los excluidos, las huellas de las distintas corrientes arquitectónicas que se dejan notar en las mansiones, el diseño cinematográfico que todo lo impregna y el hecho de que sea una ciudad sin caminantes. Para mí fue como estar en otro planeta. En cuanto a festivales de cine cercanos, elijo el de Málaga: el más divertido en una de las ciudades más callejeras y bonitas del mundo.

Sigamos viajando… en el tiempo. ¿Tu primer viaje de juventud?

Fue a París, en tren, con unos amigos, a casa de un amigo que trabajaba allí. El presupuesto era mínimo, pero daba igual. Solo compré un libro de Tintín en francés y me alimenté de croissants.

LexAv

LexAv

Lexington Avenue, la calle que preludió la vida de Elvira Lindo en Nueva York. 

Foto: iStock

Siempre hay viajes que nos marcan y hasta nos cambian la vida. ¿Te ha pasado?

Nueva York me cambió la vida porque fue el primer viaje que hice con mi futuro marido, Antonio. Quedamos allí directamente (él estaba en Ohio), de tal manera que yo llegué sola, con 29 años, sin haber tenido apenas experiencia internacional. Dejé mi maleta en el hotel, salí a la calle, me compré un sándwich y me fui a caminar, mientras lo esperaba, por Lexington Avenue. Lo que aprendí en ese paseo fue un anticipo de lo que años después viviría allí. El olor caliente y pegajoso de la ciudad: a asfalto, a comida rápida, a la humedad de los ríos. Cuando luego he pasado por Lexington, ya viviendo en Manhattan, rememoraba aquel paseo en el que entre temerosa y excitada tenía todos mis sentidos alerta para aprender.

Nueva York me cambió la vida porque fue el primer viaje que hice con mi futuro marido, Antonio.

¿Recuerdas un instante en el que hayas sentido eso de ‘podría quedarme aquí para siempre’?

Lo pensaba de pequeña, cuando íbamos en vacaciones de verano o Navidad al pueblo de mi madre, Ademuz. Quería quedarme allí a vivir. Pero luego siempre he deseado viajar para volver a casa, y mi casa está en Madrid, aunque hay tres ciudades en las que creo que podría vivir sin problema: Bilbao, Málaga y Valencia.

Sincérate: ¿gastas alguna manía cuando viajas?

Antes dejaba una carta cerrada, por si me pasaba algo, a mis seres queridos. Me daba angustia no poderles decir adiós si me ocurría algo. También me tomaba un lexatín al subir al avión. No me ha gustado nunca volar, aunque no me ha quedado más remedio. Ahora tomo un tren siempre que puedo, para evitarme el miedo y por el medio ambiente.

Lisboa

Lisboa

Lisboa, el actual lugar de retiro de la escritora. 

¿Cuál es el souvenir más típico y cuál el más original que has comprado?

Pues en Sevilla compré unos delantales de lunares y volantes para un amigo americano y también otro para mí y cocinaba con él. Era tan hortera que tenía gracia. Y no he comprado muchos souvenirs sino objetos de artesanía de cada sitio que merecían la pena. Ahora tengo algunas cosas preciosas que compraba en los mercadillos de domingo de Nueva York y dos ballenas hechas de madera que son una maravilla. Me gustan mucho los mercadillos y los rastros. Procuro encontrar algo siempre. Tengo objetos de cada sitio al que he viajado. En México compré mantelerías y cerámica preciosa.

Si miras al futuro, ¿sueñas con algún lugar al que retirarte a descansar?

Mi lugar de retiro ahora es Lisboa, aunque en estos momentos de incertidumbre no sé cuándo podré volver. Me gusta por el río y la cercanía del mar. Tiene, en ese aspecto, algún parecido con la casa que teníamos en Nueva York, aunque por fortuna está más cerca, y Lisboa es una ciudad más cálida y tranquila. Tal vez dentro de unos años elegiría un mar más cercano. Málaga, quién sabe.