RAL 3000

La famosa cabina roja de Antonio Mercero vuelve a Madrid

Se ha instalado en Chamberí una réplica en homenaje al director casi 50 años después del estreno de su mítica película

Hay una nueva cabina telefónica en Madrid. Es roja, de líneas contundentes y puerta robusta y a pesar de que se calcula que menos del 15 % de la población actual ha usado alguna vez una, serán más los que la reconozcan. Seguramente, incluso a muchos se les aparecerá José Luís López Vázquez tras el vidrio, desesperado, sudando la gota gorda, aporreando con los puños la puerta bloqueada, gesticulando como un mimo. Y es que esta no es una cabina cualquiera, es la cabina roja de Antonio Mercero, todo un hito en el imaginario de las generaciones de televidentes de la transición española.

FUNDACIÓN TELEFÓNICA

Foto: Fundación Telefónica

FUNDACIÓN TELEFÓNICA

La cabina se acaba de instalar en la plaza del Conde Valle de Suchil, en el barrio de Chamberí, justo un mes después de la publicación del proyecto de la nueva Ley General de Telecomunicaciones (LGT) con el que el Gobierno anunció la eliminación de la obligación de mantener las cabinas telefónicas como servicio público tras más de un siglo de su existencia. Ignacio Mercero, el hijo del cineasta, destacó el día de la inauguración que “es una hermosa paradoja que justo cuando mueren todas las cabinas, surja esta, la cabina de Antonio Mercero”. Será la última, y será especial.

La historia detrás de la cabina

Muchos le debemos a Antonio Mercero el mejor verano de nuestras vidas, aunque nunca le perdonemos del todo la muerte de Chanquete ni que durante una época de nuestras infancias miráramos con terror las puertas de las cabinas telefónicas. Esa sensación angustiosa nació tras ver el cortometraje La cabina (1972). Eran los últimos años del franquismo y la película logró esquivar la censura, ganó un Premio Emmy Internacional y con el tiempo acabó convirtiéndose en una leyenda del cine español.

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Foto: Juan Villa

Es por eso que el 14 de mayo de 2018, dos días después del fallecimiento de Antonio Mercero, al guionista David Linares le pareció buena idea que se le hiciera un homenaje al director. Y tal como se le ocurrió, lo escribió en un tuit. Lo que parecía una idea quijotesca fue cogiendo envergadura. Al poco, eran miles los retuits, menciones y mensajes los que le aparecieron en la pantalla del móvil. Mientras que gente como Santiago Segura, Álex de la Iglesia o Daniel Sánchez Arévalo se iban haciendo eco de la iniciativa. Animado con tal empuje, David Linares creó una petición en Change.org y poco a poco fue sumando apoyos tan importantes como el de la Fundación Telefónica, para que se hiciera cargo de la construcción de la cabina, o el de la Academia de Cine. “La razón de que esta idea se fuera contagiando entre tantísima gente -explica a Viajes National Geographic- es todo mérito de Antonio Mercero, de su obra, de su talento y de su carismática personalidad. Yo solo he sido quien ha canalizado todo eso”.

Finalmente, después del éxito de su campaña #UnacabinaparaMercero en redes sociales, la asamblea del Ayuntamiento de Madrid aprobó por unanimidad su propuesta el 24 de julio de 2018: “A veces, las ideas quijotescas se convierten en realidad. Y afortunadamente, con esta ha sido así”.

La construcción de una cabina roja

La película de Antonio Mercero se rodó en 15 días, mucho menos tiempo de lo que se ha tardado en poder montar la cabina del homenaje. Han tenido que pasar más de tres años, pandemia mediante, hasta que finalmente se ha podido materializar el sueño de David Linares y de tantos otros. Para él, el esfuerzo ha valido la pena: “Creo que este homenaje se lo debíamos por lo mucho que nos ha hecho disfrutar con sus películas, con sus series, con Verano Azul, Farmacia de Guardia y, sobre todo, La cabina, una obra que fue la primera en ganar un Emmy en España”.

Así es que, casi medio siglo después de la primera emisión de la película en TVE, el Ayuntamiento de Madrid ha acabado instalando la réplica de la cabina de Antonio Mercero, de la que se ha encargado el escultor y responsable de attrezzo de Cuarto Milenio, Juan Villa. Cuenta a Viajes National Geographic que su equipo ha sido fiel al diseño original con dos salvedades. Por un lado, la réplica es algo mayor que la original con el fin de que tuviera mayor presencia visual (mide 2,5m de altura frente a los 2m aproximados de la que se construyó para la película). Y por otro lado, el techo, que en la original era transparente para poder hacer los planos de cámara y que se viera a un cada vez más angustiado Jose Luis López Vazquez dentro, mientras que la réplica tiene el techo de hierro para facilitar el mantenimiento sea mejor y se estropee menos. El tirador de la puerta por ejemplo se forjó en una fragua con un herrero artesano para darle la forma exacta de la auténtica.

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Foto: Juan Villa

Lo primero que hizo Juan Villa fue ver la película de nuevo y documentarse. Algo que también hizo este cronista, quien se llevó la enorme sorpresa de comprobar que la cabina de Antonio Mercero era en realidad roja y no gris como la recordaba de alguna de las veces que vio la película. Al respecto, cuenta Juan Villa que ciertamente “al hacer la película se decidió alejarse tanto en el modelo como en el color de las existentes por miedo a que los espectadores las dejaran de utilizar”. Y aún así, siempre existió cierta inquietud al cerrar una cabina de teléfonos del mismo modo que uno siempre creía ver una aleta de tiburón en la playa de Benidorm.

Tras visionarla y documentarse, tomaron fotos y más fotos y a partir de ahí sacaron planos con las medidas y trabajaron la estructura de hierro, el refuerzo de la estructura y los cristales de seguridad. Un elemento que dio algún quebradero de cabeza fue el teléfono. Al ser una cabina ligeramente sobredimensionada, al usar un teléfono antiguo de la época quedaba muy pequeño en comparación con el resto del conjunto. La solución fue hacer un modelo digital del propio teléfono, imprimirlo en 3D y mediante moldes obtuvieron el que ahora se puede ver en un composite de resina resistente.

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Foto: Juan Villa

Otro quebradero de cabeza fue el color de la cabina original, ya que dependiendo de la fotografía, toma o formato unas veces la cabina era más rojo cereza y otras un rojo casi anaranjado. Después de un consenso y muestras se lacó con pintura de coches, con un pantone RAL 3000. “Sin duda, es una pieza que me encanta, que he disfrutado haciéndola y que seguro se llevará muchas fotos de todo aquel que se pasee por la plaza”, cuenta con orgullo Juan Villa a Viajes National Geographic. Eso sí, confesó que no sabía la razón, “pero al terminarla no me apetecía nada estar dentro”.

Cabinas de las que liberarnos

La réplica de Juan Villa se ha situado en la plaza del Conde Valle de Suchil. Sin embargo, Antonio Mercero rodó su película en una plazoleta, muy próxima, en el callejón entre las calles de Arapiles y de Rodríguez de San Pedro. Aquella especie de patio privado que formaban los bloques de viviendas se convirtió en 1972 en un escenario ideal para rodar con discreción la primera parte de “La Cabina”. El rodaje de esa parte duró siete días.

“¿Qué hará ese hombre ahí metido?”, se escucha preguntar a una de las mujeres que forma el pintoresco corro de curiosos que revolotea alrededor de la cabina donde queda atrapado el personaje que tan magistralmente representó José Luís Vázquez. Efectivamente, esa es la pregunta que se hace también el telespectador, ¿qué hace ahí metido ese hombre?, ¿por qué no puede salir?, ¿cómo es que el teléfono no tiene línea?, ¿cuál es el siniestro plan de esa empresa que va colocando cabinas rojas por la ciudad para que queden atrapadas personas en su interior?

La cabina

Las lecturas de la película son muchas: que si una crítica política o social, una metáfora de la vida, un símbolo del franquismo… Es esa especie de parábola abierta que ronda cada uno de los fotogramas de la película lo que la convierte en una pieza mítica. Sin embargo, la explicación que solía dar Antonio Mercero era algo más prosaica. Se le puede ver en el canal de YouTube de RTVE (una caja de sorpresas nostágica y cinéfila) explicando la anécdota de cómo se les ocurrió la historia de La Cabina junto a Horacio Valcárcel y Jose Luis Garci: “Qué gracioso sería un tío que se mete en una cabina telefónica y no puede salir…”, dice que pensaron. Y ahí quedó la anécdota en el aire. Pero esa idea no dejó de obsesionarle hasta que logró rodarla con un presupuesto elevado para la época: 4 millones de pesetas. En ese sentido, explica David Linares que la magia de esta película"es que todo el mundo puede elegir un mensaje. Cada uno puede tener una interpretación y puede elegir el mensaje con el que quiere quedarse”.

En un momento del mismo programa, Antonio Mercero da una pista más, se le escucha decir exactamente: “Desgraciadamente, todos los seres humanos tenemos muchas cabinas de las que tenemos que liberarnos. Hay cabinas de tipo moral, de tipo educativo, de tipo mental y hay cabinas económicas que nos aprisionan. Uno de los destinos del ser humano es liberarse de sus propias cabinas para ser libre, espontáneo y ser feliz. Cada uno tiene que averiguar en qué cabina está metido e intentar liberarse. Ese es nuestro destino”.