Los faros han sido desde tiempos antiguos un referente indispensable para marineros, pescadores y navegantes que se han dejado guiar por las estelas luminosas de estos vigías del mar. Gracias a sus emplazamientos privilegiados, estos edificios constituyen hoy el objetivo de muchos itinerarios costeros. Pero además, muchos de ellos se han convertido en museos, restaurantes, miradores, observatorios de aves y, como última tendencia, en alojamientos excepcionales.
Si su luz ilumina las noches más oscuras, sus estancias nos hablan de mitos, aventuras y leyendas. Contemplar el atardecer mientras se cena, dormir con el mar acurrucado a nuestros pies y despertarse con el sol emergiendo por el horizonte es una experiencia slow inolvidable que se puede vivir en un faro-hotel. Y un consejo para navegantes… no olvidarse de meter en la maleta un libro ambientado en un faro, clásicos como El faro del fin del mundo de Julio Verne (1901) o el intimista Al faro (1927) escrito por Virginia Woof, o alguna inquietante novela de misterio: sin duda serán un buen compañero.