En la ciudad de Tokio se suerponen diferentes capas urbanas que a veces hacen inútil atender a Google Maps. Hace falta una especie de orientación tridimensional para no perderse en los múltiples niveles por los que se puede transitar, pero lo bueno es que eso propicia también infinitas perspectivas sobre el paisaje de la ciudad. El distrito de Minato es un buen ejemplo de ello. Caminando por las pasarelas peatonales que se abren paso entre los bajos de los grandes rascacielos corporativos de Shiodome aparece la Torre Nagakin, elevándose más allá del cinturón que rodea al distrito.
El efecto visual es importante, tanto como para que el edificio no pase desapercibido incluso para quienes no tengan ni idea de arquitectura contemporánea. Porque lo que se está viendo, aunque a muchos les recuerde a un buen montón de lavadoras antiguas apiñadas unas sobre otras, es en realidad un icono arquitectónico. Lo seguirá siendo a pesar de que el próximo 12 de abril comenzarán los trabajos de derribo. Ese día, Tokio dirá adiós a un mito que pasará a ser recordado gracias a la menoria digital y a las miles de fotografías que se le hicieron desde su construcción en 1972.