Francis Kéré habla con voz profunda y contagioso entusiasmo. En su rostro se pueden ver marcas de rituales de escarificación, una conexión física y profunda con su identidad y con la tradición de su lugar de origen. “La arquitectura -dice en un momento de la charla- me ha ayudado a transformar la vida de mi comunidad y me ha dado oportunidades esperanzadoras”. Se mueve dominando el espacio del escenario. Detrás suyo, un mapa de África con el interior del contorno de Burkina Faso en rojo. De no ser por ello, muchos de los espectadores de aquella charla TED de 2008 habrían tenido dificultades a la hora de situar geográficamente el país de nacimiento de este arquitecto. Ahora, en cierto modo, el Premio Pritzker que acaba de recibir hace lo mismo que aquella silueta marcada en el mapa: situar en el contexto internacional a Burkina Faso.
“La de Francis Kéré es una arquitectura pionera, sostenible para la tierra y sus habitantes, ubicados en lugares de extrema escasez. Es a la vez arquitecto y servidor, ayudando a mejorar las vidas y experiencias de innumerables ciudadanos en una región del mundo a veces olvidada”, destacó el Jurado en el anuncio de la concesión del Premio Pritzker 2022 que convierte a Francis Kéré en el primer arquitecto africano en lograrlo. Este reconocimiento tiene una doble importancia. Primero, en cuanto confirma nuevos argumentos de valor en la arquitectura contemporánea. Segundo, porque ayuda a alejar a África de los estereotipos que la desdibujan en el imaginario global.
“Todos merecen calidad, todos merecen lujo y todos merecen comodidad. Estamos interrelacionados y las preocupaciones sobre el clima, la democracia y la escasez son preocupaciones para todos nosotros”
Francis Kéré quiso ser arquitecto porque en Gando, su aldea natal de Burkina Faso, no había escuela. Allí ni siquiera los niños aprendían a leer y a escribir. Él fue el primero en hacerlo porque su padre era el líder de aquella comunidad. Para ello, tuvo que acudir a una escuela insalubre donde se amontonaban centenares de estudiantes que se encontraba a 40 km de su hogar. Allí estuvo seis años hasta que logró una beca para ir a estudiar carpintería en Alemania. Tenía veinte años y no sabía una palabra de alemán, pero a los treinta ya había ingresado en la Escuela de Arquitectura e Ingeniería de la prestigiosa Technische Universität de Berlín.
Nueve años después de graduarse, creó una fundación y su propio estudio de arquitectura y volvió a Gando a levantar una escuela nueva. El nombre burkinés de Francis Kéré se antoja de lo más premoditorio a la vista de los hechos: Diébédo significa “el que viene a arreglar las cosas”.Tras la escuela primaria, vino una bibioteca y un centro comunitario y que han convertido a la aldea africana de Gando en uno de los centros de la arquitectura contemporánea.