A lo largo del siglo XIX la Antártida no figuraba entre los continentes conocidos. Solo algunos cazadores de focas o ballenas se aventuraban al sur del Cabo de Hornos. Las islas próximas a la península Antártica eran su campo de acción en verano y retrocedían prudentemente antes de que el hielo y el invierno atrapasen sus naves.
Pero en 1893 el biólogo John Murray impartió una conferencia en la Royal Geographical Society de Londres afirmando que en torno al Polo Sur debía existir un gran continente. Murray había participado en la expedición de la corbeta Challenger (1872-1876) y, aunque no pudo ver la Antártida, sí observó los icebergs con grandes rocas a la deriva, cuya proporción crecía al acercarse al Círculo Polar. A partir de ese y otros detalles describió con acierto el clima seco de esa tierra debido a un anticiclón permanente –el frío hace el aire más denso y pesado– y propuso enviar una misión científica lo antes posible. Esta es la historia de la aventura que vino después.