El hombre del mar es una de las 36 obras al aire libre que repartidas en la costa noruega conforman el proyecto internacional Artscape Norland. Los motivos para su creador K. Lili Olsen son desconocidos para el fotógrafo, un enigma donde va a buscar su imagen. En una primera lectura los significados más evidentes podrían ser un tributo a los náufragos, o una ofrenda de agradecimiento al océano. Pero lo indiscutible para el visitante, es que esta figura es el faro que le atrae hasta esta orilla perdida de Vesterålen, un lugar adonde nadie iría de no existir este reclamo que transforma el paisaje, aportándole una nueva energía. Esta labor de intervención la comprende bien el fotógrafo, pues su empeño es muy similar, buscando siempre reinterpretar panoramas mil veces retratados, para construir una imagen personal y diferente muchas veces de la nada.
Para ello, apoyándose en su imaginación, utiliza los recursos que el lugar ofrece, combinando personajes, nubes, sombras o lo que surja. Pero, cuando no se ha nacido genio, la tarea de creación resulta difícil, incluso agotadora. En este cometido, explorando a El hombre del mar, el fotógrafo descifra un mensaje para él en particular, pues el arte cuestiona a cada cual según sus vivencias. Y de pronto, se identifica con ese cuerpo lleno de púas, como las dudas y las desilusiones de la vida, donde puede reconocer su propia lucha en su compromiso de componer una foto propia. Porque muchas veces en la práctica fotográfica es habitual repetir automáticamente lo que se pone delante, cayendo en una rutina de “apropiarse” del lugar sin esfuerzo. Y, entonces, cabe preguntarse qué sentido tiene darse ese trabajo para conseguir la misma imagen ya realizada por miles de personas. ¿No sería mejor comprar una postal?
Puede ser que El hombre del mar sostenga en sus manos la respuesta a esta cuestión. Sobre su cuerpo magullado mantiene un cristal frente a sus ojos, una representación de su ilusión que sigue viva, de su pasión intacta por encima de todo su desgaste. Y lo eleva como una lente rudimentaria, la más primitiva alegoría de la fotografía. Porque El hombre del mar no se rinde, de igual modo que el fotógrafo jamás lo hará en su lucha por una imagen sublime. La que transporte su corazón hasta el Olimpo el día que al fin se revele.
Es algo inexplicable, crear puede resultar arduo y espinoso, pero la cámara empuja como una hoguera de pasión. Y es en ese ardor cuando todo se enciende en un instante, y el pelo se eriza creando una llama capaz de reclamar tanta atención como la misma escultura. Fotografiando es habitual encontrarse con escenas apagadas que, aun siendo bonitas pueden resultar aburridas, donde será necesario aportar la leña para que todo entre en ignición. Como ese cristal sobre las manos, que ahora parece transformarse en un ovni propulsándose hacia el cielo, igual que el ímpetu por la creación que se reparte sin límites por el universo.
Es lo divertido de fotografiar, tomarlo como un juego donde disfrutar sin ataduras ni dogmas, y donde cada cual, buscando recursos invisibles, eleve su propia lente para imprimir un significado personal a lo evidente. Porque como apunta Ramón de Campoamor, en su poema Las dos linternas:
Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira.
Ingredientes
- Utilizando una velocidad baja, el efecto del movimiento quedará registrado creando una figura imprecisa y sorprendente como la del primer plano.
- Un diafragma cerrado asegura que toda la escena estática esté enfocada.
- Zoom 24-105 en 24 mm 1/30, F14, ISO 200
Elaboración
El reto de fotografiar consiste en contar historias en una imagen, algo que pocas veces regala la casualidad, así que el desafío será construirlas o, al menos, intentarlo. En este caso el recurso es el movimiento del pelo, que añade dinamismo, puede sugerir sorpresa, fuego o incluso insinuar una presencia velada de Donald Trump. Sin ese sencillo añadido la foto resulta más aburrida. Es por eso por lo que el fotógrafo “saca de su chistera” un elemento ajeno, como la misma escultura, para apropiarse del paisaje y añadirle algo de la emoción que echaba en falta.
Retoque y emplatado
El retoque de esta foto permite llevarla a un punto enigmático y misterioso.
- Ajustar blancos y negros.
- Potenciar colores azules y amarillos.
- Despejar sombras.
- Añadir contraste.