Primero vino el deseo de proteger la belleza de un archipiélago virgen situado a casi setenta kilómetros de las costas de Guinea Bissau. Después, la idea apasionada de abrir un hotel en una de sus islas, Orango, que sirviera de escudo contra el turismo depredador. Una ONG española gestiona contra viento y marea este proyecto cien por cien sostenible en la tierra de la etnia bijagó. Un lugar donde no circulan coches, nadie intenta vender nada, los hipopótamos se pasean como por el pasillo de su casa y, por las noches, lo único que compite con la luna son las luciérnagas.