Año 1929. Después de que una fatídica crisis azotara el mundo, el hastío, el aburrimiento y la quejumbre se instalaron en la moral de prácticamente todo el planeta salvo en la de un hombre, el argentino Adan Diehl, que llegó hasta un recóndito rincón de Mallorca y decidió que aquí, en las entrañas del cabo de Formentor, debería haber un hotel. Dicho y hecho, porque así es, más o menos, como en mitad de un exuberante vergel y una ubicación de ensueño nació el hotel Formentor. Y el resto es historia, una que surgió fruto de una corazonada, de pura cabezonería, o tal vez un poco de todo. Hoy en día mucho hay que agradecerle a este humanista, pero sobre todo el hecho de haber creado uno de los hoteles costeros más emblemáticos de Mallorca, y haberlo hecho con un propósito que hoy, casi 100 años más tarde, sigue más vivo que nunca. Frente al mar y rodeado de sus propios jardines (además de un parque natural de 1.200 hectáreas de bosque mediterráneo que es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), el hotel Formentor es un remanso de paz y tranquilidad que ha servido como refugio de las artes… y de la jet set. Ya con el hotel en pie, el legado cultural no ha hecho más que crecer.