Fue un pálpito, instinto, energía - o el término místico que se prefiera utilizar - lo que condujo a la reconversión de un antiguo cortijo en pleno valle granadino de Lecrín en un hotel de lujo de tan solo ocho habitaciones. Con la naturaleza como fiel compañera, la hospitalidad japonesa de La Esperanza acaba de abrir sus puertas para encontrar la desconexión absoluta en medio de cuatro hectáreas y media de jardines, huertos y plantaciones arbóreas.