Foto: Box Art Hotel
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Box Art Hotel - La Torre (Collado Mediano, Madrid)
Arte, diseño y chimenea, claro, en uno de los pueblos más burgueses de la sierra de Madrid. Y esto es solo el principio de lo que se puede encontrar en este delicioso alojamiento de tan solo siete habitaciones donde olvidarse –literalmente– del mundo. ¿Cómo? Sobran las opciones. Entre ellas, las espectaculares bañeras de sus habitaciones, sobre todo la de la ‘suite Torre’, donde divisar la Sierra de Guadarrama rodeado de obras de arte contemporáneo. Esta casona del siglo xix reconvertida en hotel ofrece al viajero más sibarita elegantes y diáfanas habitaciones, un spa, jardín con piscina y un espectacular restaurante donde el huésped no se encuentra como en su propia casa, sino mejor. De eso se trata, al fin y al cabo, en un hotel empeñado en mimar al cliente de forma superlativa, comenzando por una excelente apuesta gastronómica, secundada por un espacio único. Merece la pena alojarse en este idílico hotel de montaña para disfrutar de la vida sencilla, y acogedora, al abrigo del incesante crepitar de una chimenea con mucho estilo.
La Casa de los Tomillares (Candeleda, Ávila)
Este coqueto hotel de aires provenzales promete, y cumple, una estancia cálida y relajada enmarcada por la bucólica sierra de Gredos, un espacio más de moda que nunca. Enfocado en un estilo country chic, aquí las prisas hay que dejarlas en la puerta y venir preparado para lo que está pensada la casa: relajarse y disfrutar. Dispone de ocho habitaciones decoradas cada una de forma diferente con muebles antiguos de inspiración francesa donde todo, y esto no es una frase hecha, se ha cuidado hasta el último detalle. Si no fuera así, no se hubiera logrado un espacio casi mágico en este medio rural, con un ambiente de paz y calidez a los pies del vigilante pico Almanzor, el más alto de la Sierra de Gredos, al fondo. Una imagen de postal que complica la vuelta a la realidad de su huésped. Aunque, ¿es que alguien quiere hacerlo?
Foto: La Vella Farga
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La Vella Farga (Lladurs, Lleida)
En un lugar donde el silencio es el sonido por naturaleza, se encuentra esta masía reconvertida en un hotel de lujo. Sábanas de algodón egipcio, obras de arte y cocina local forman este establecimiento donde escaparse para disfrutar de una estancia única, bien sea sumergidos en cualquiera de sus enormes bañeras o frente a las chimeneas de cada una de las habitaciones. De eso se encargan sus dueños quienes, dedicados en cuerpo y alma al hotel, y con una inmensa pasión por el interiorismo y las antigüedades, han conseguido lograr la armonía perfecta entre decoración, historia y hotelería. Es difícil mencionar solo un par de los atractivos de este hotel perdido en las inmediaciones de Solsona, pero un antiguo armario de 1784, una bañera de mármol de 1.900 o un retablo barroco como cabecero de una de las suites, tienen claros puntos para ser ganadores. La Vella Farga no es un hotel cualquiera, es el resultado de una pasión, y de mucho poderío, que disfrutar frente a una chimenea privada en mitad de la más absoluta nada. Y eso es mucho.
Foto: Hotel Consolación
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Hotel Consolación (Monroyo, Matarraña, Teruel)
Pocos hoteles en el mundo han sabido captar mejor la esencia de romanticismo extremo que este moderno establecimiento ubicado en pleno Matarraña donde las habitaciones han sido sustituidas por cubos y las paredes por enormes cristaleras. Y es dentro de esas cristaleras donde se encierra su verdadero atractivo: una enorme bañera de pizarra y una chimenea ubicada a los pies de la cama que el propio cliente puede ir alimentando. Un espacio tan personal y tan privado del que no apetece salir a pesar de los enormes atractivos de la zona o del resto del establecimiento, que cuenta con hasta una capilla o un magnífico restaurante de cocina local. Aleluya.
Foto: Abadía Retuerta
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Abadía Retuerta le Domaine (Sardón de Duero, Valladolid)
Un viaje hasta una antigua abadía románica del siglo XII ubicada en la Ribera del Duero y custodiada por las más de 700 hectáreas de los magníficos viñedos de las bodegas Abadía Retuerta. Así es Le Domaine, un espléndido hotel de lujo de los que no acumulan estrellas sino experiencias. Todo comenzó con la bodega y, años después, tras una firme apuesta por la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente, continuó con la apertura del hotel. Y aquí llegó la gloria definitiva que ha catapultado a este complejo del lujo y el buen hacer hasta el olimpo de los mejores lugares del mundo donde dormir, comer y relajarse, ya que el complejo cuenta, también, con un spa. Y chimenea, por supuesto.
Foto: Finca Cortesín
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Finca Cortesin (Casares, Málaga)
A medio camino entre Marbella y Sotogrande, Finca Cortesin es uno de esos refugios cosmopolitas a mitad del campo donde se plasma a la perfección el savoir faire andaluz, combinando el lujo más refinado con una hospitalidad reconocida en medio mundo. Fueron los reputados arquitectos Roger Torras e Ignacio Serra los encargados de diseñar este hotel de lujo donde comer, descansar y, sobre todo, soñar. El resultado salta a la vista: una apuesta por la arquitectura tradicional andaluza con matices de actualidad. Sus 67 suites con vistas a los exuberantes jardines, que fueron encomendados al célebre paisajista Gerald Huhgan, hacen el resto. Pero aún falta lo mejor: su cocina. El Jardín de Lutz, Don Giovanni y Kabuki Raw (una estrella Michelin) son sus tres exponentes gastronómicos que brillan con luz propia bajo un denominador común: la calidad del producto. Con cocina española, italiana y japonesa respectivamente, los tres prometen —y cumplen— una experiencia gastronómica sin igual y un servicio esmerado.
Foto: Arantza Hotela
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Arantza Hotela (Arantza, Navarra)
En ese medio camino que hay entre España y Francia se ubica este hotelito. Y no por cuestiones geográficas -que, un poco, también-, sino por su esencia de Relais & Chateaux, de ser un oasis de lujo y diseño sin renunciar a la naturaleza. A la perfecta combinación de elegancia, bosque y alta gastronomía, este establecimiento le añade un plus que lo hace único: el diseño. Y es que para acabar de sublimar el espacio se contó con el ingenio del artista y escultor vizcaíno José Pablo Arriaga quien se encargó de darle un carácter único a todas las estancias. Y, por supuesto, a la chimenea que preside, sin monopolizarlo todo, cada habitación.
