El colmo de la exclusividad no está en unos amenities de primeras firmas o en unas sábanas de algodón egipcio. Ni siquiera en algunas obras de arte repartidas por la pared. El colmo de la exclusividad para disfrutar de una noche en un hotel es disponer de todo el hotel. En estos tres hoteles no hay otros huéspedes ni, mientras esté ocupada la única habitación de la que gozan, se les espera.